lunes, 27 de febrero de 2017

Violencia de género también entre octogenarios



Mira que muchas veces me digo a mí misma “Elena,  no pongas las noticias, total, para lo que hay que ver”. Y es cierto, a veces incluso no hace falta enchufar la tele para enterarte, simplemente con sentarte con las amigas y que surja un tema que te lleve a alguna noticia reciente, y ya está, una nueva desgracia de la que te enteras.
Homicidios suceden a montones, de todas las clases sociales, colectivos, edades, nacionalidades… Yo sigo muy de cerca el tema de la violencia de género, se me puso la carne de gallina cuando el otro día escuché que ya llevamos dieciséis víctimas mujeres a manos de sus maridos, novios o ex parejas. Dieciséis. Y aún no hemos terminado febrero cuando se anuncia ese dato. Silencio.

Resultado de imagen de pareja ancianos enfadados

Dentro de este hervidero de violencia me han sorprendido bastante los homicidios de octogenarios. Sí, hombres que parece que se vaya a quebrar con un mínimo estiramiento de columna y que caminan arrastrando los pies con sus pantuflas de cuadros, acompañados del ruido del roce de sus pañales XL para adultos al andar. Suena tan pueril, tan frágil, como si estuviera describiendo a un parvulario indefenso. Y resulta que ellos también lo hacen, matan a sangre fría a sus compañeras de vida, y nunca mejor dicho. Esta última semana dos casos, y uno de ellos me lo han explicado muy de cerca.
¿Qué les lleva a hacer eso, cuando prácticamente ya han pasado  incluso lo peor juntos?
Puede que en algunos casos se trate de maltratadores jubilados a quienes se les ha ido la mano,  en un intento de volver a sus antiguas costumbres? Es posible: las ancianas esposas del siglo pasado, que siguen acompañando a su marido en el ocaso de sus vidas, pueden ser unas serviciales sumisas, antes estaba bien visto pegarle una paliza a la mujer, para enderezarla y denunciar eso ni se les pasaba por la cabeza, ¡qué vergüenza! ¿Qué diría la familia?; si aguantaron años de maltrato y vejaciones en sus mejores años, la edad de oro es  pan comido. Hay casos que, con solo leer las características del matrimonio lo ves: blanco y en botella.
Pero también hay otra rama en esta tendencia de asesinatos geriátricos que tanto eco se están haciendo. ¿Y si no todos son catalogables como “violencia de género”? ¿Y si es la única alternativa al no poder disponer de una digna eutanasia? Esperen, no me lancen aún verduras podridas. Hace unas semanas, tal vez meses, no me acuerdo con exactitud, saltó otra noticia de éstas que me hizo plantearme esta cuestión: Un anciano le quita la vida a su mujer, que padecía una muy avanzada demencia senil, con momentos de agresividad, desde hacía algunos años. Él la cuidó durante mucho tiempo a pesar de los ataques y los momentos de impotencia que provoca esa enfermedad a los cuidadores, más aún si ese cuidador es un anciano. Viendo que él ya no podía más, que su mujer no era ya su mujer, ni siquiera quedaba un resquicio de lo que ella fue, decidió quitarle la vida de la forma menos dolorosa posible, siguiéndola él después en ese último viaje, ya que, según explica él en la nota que dejó previamente, ante la opción de ver a su mujer de esa manera o de vivir sin ella, prefería acabar con el sufrimiento de los dos y permanecer así a su lado.
Esto puede crear unas controversias y un debate moral de la ostia, porque hay quien piense que este caso particular sea digno de quedar exento del montón de los de “violencia de género” y otros pensarán que nada de excepciones: lo hecho, hecho está, no hay matices.
La violencia nunca ha de estar justificada pero, ¿es siempre todo violencia? ¿O puede que haya una delgada línea roja a tener en cuenta? Cuando una persona hace uso de su fuerza (claramente superior a la de la otra persona) para dominar a alguien e imponer sus deseos o decisiones, mediante el miedo y la sumisión, eso es violencia; esa violencia puede acompañar a dos personas durante toda su vida, habiéndose vuelto tan normalizada, que puede ser un rasgo que pasa desapercibido ante otras personas; otras veces, esa violencia se vuelve incontrolable y termina convirtiéndose en noticia del telediario, formando parte de estadísticas y cifras anuales de violencia de género, por ejemplo.
El caso es que me he ido por los cerros, comenzando por la violencia de género entre parejas octogenarias, y termino planteándome un debate bastante duro sobre qué diferencia la violencia sin piedad de una concesión para terminar con una vida que ya no es vida.  Puede que esté bastante relacionada la combinación de palabras  “matrimonio de la tercera edad”, “poner fin a una vida” y “eutanasia informal”. Aunque antes de lanzarse a dar una opinión habría que cerciorarse de ciertos detalles, como saber si realmente se pone fin a esa vida dignamente o si también sucede esto a la inversa, es decir, si se da el caso de mujeres que ayudan a sus maridos ancianos a terminar con su agonía.

O tal vez esto es demasiado fuerte y nadie está preparado aún para contestar a todo esto…

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