miércoles, 19 de septiembre de 2018

Un primer paso en Marruecos


Marruecos 2018:
6 de cada 10 mujeres denuncian haber sufrido algún tipo de acoso o abuso sexual.
Una joven denunció haber sido secuestrada y violada durante dos meses por un grupo de 15 jóvenes.
Una chica con discapacidad psíquica sufrió abusos por parte de 6 adolescentes dentro de un autobús público, ante la pasividad de varios pasajeros y del conductor y siendo todo grabado y colgado en YouTube.
Los dos hechos anteriores han sucedido el pasado mes de agosto, dadas las estadísticas, seguramente existan más sucesos de este tipo en la sombra. Imagino que por el revuelo que causaron, especialmente el caso de la chica con discapacidad, cuya grabación estuvo durante 24 horas disponible en internet, y la presión social que conllevó todo esto, el gobierno marroquí del siglo XXI decidió, por primera vez, aprobar y (espero) poner en práctica una ley contra la violencia machista que penaliza el acoso en las calles y en los lugares de trabajo. La normativa prevé penas para los acosadores de hasta seis meses de cárcel y hasta 900 euros de multa. 
A priori, esto suena muy de otra época, pero es que se trata de un país en el que no existía legislación contra estos hechos y donde a la mujer no se le considera un ser humano como tal.

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Y es que hasta ahora muchas mujeres no denunciaban estas agresiones por varias razones, como miedo a ser estigmatizadas o a perder su empleo, o porque la sociedad las culpaba directamente de ese acoso, por su manera de vestirse o de comportarse.
Pero, volviendo a la ley, ¿Es suficiente? Por supuesto que no, es más, se queda muy pobre en cuanto a su cobertura, ya que no contempla, por ejemplo, casos específicos y de ámbito privado, como el de violación dentro del matrimonio. Sim embargo, ¿es necesaria? Sí, hay que empezar por algo, hacer camino en estos países en los que todavía a las mujeres se les trata como a menores de edad o como propiedad de su padre o su marido, para llegar a un estado de igualdad total entre hombres y mujeres al igual que se sigue haciendo en el resto de países, porque no olvidemos que en las sociedades occidentales y supuestamente avanzadas todavía estamos en ello.
Y como dice Latifa Boushini, destacada líder del movimiento feminista en Marruecos, además de legislar, "también hace falta sensibilizar a las familias, a los colegios y a las instituciones religiosas".
Pongámonos a ello pues.

domingo, 16 de septiembre de 2018

La dichosa vara de medir

Ainsss... Pero cómo me sigue repateando ver historias en las que claramente se nos intenta dejar a las mujeres en un lugar poco privilegiado y sin embargo, cuando se trata de un hombre bajo esas mismas circunstancias ocurre todo lo contrario.
La "despechada" y el picaflor 
Me explico: todo esto se debe a unas declaraciones de la actriz Andrea Duro que vi en un programa de estos de corasón, y que así, de forma aislada, sonaban a histriónica perdida alegando, en otras palabras, algo como que parece que cuando una pareja corta la relación la "pobrecita" de la historia y la que indudablemente lo pasa mal siempre es la chica. Poniéndonos en situación, Andrea Duro acababa de dejarlo con Chicharito, el futbolista que por lo visto es un picaflor y que en seguida se buscó a otra, y para colmo toda la prensa estaba contando las batallitas de él y sacando en revistas a la actriz como de mujer despechada y herida, cuando en realidad, puede que ella no estuviera tan mal. Lo que Andrea Duro quería decir es que puede que el fin de esa relación (ya sea por infidelidades de él o por lo que sea) fuera lo mejor que le podía pasar para encontrarse feliz y en paz con la vida y que una ruptura de una pareja heterosexual no tiene que implicar obligatoriamente que la parte femenina sea la despechada, la que sufre o la que se va a tirar por el barranco porque la vida sin él ya no tiene sentido. Lo que quería decir y denunciar de alguna manera, es que nunca se habla de un supuesto al revés, nunca oímos un "pobrecito él" tras una ruptura, se da por sentado esa idea retrógrada de que nosotras somos el sexo débil y, por lo tanto, se utiliza diferente rasero para medirnos y juzgarnos. Sí, también en esto, sí. Y esa simple declaración de una actriz a un reportero fue lo que me hizo reflexionar y mucho sobre la vara de medir.
Ejemplo de chica abandonada según ellos...
Pero vamos que no es nada rebuscado lo que estoy diciendo. ¿En cuántas películas románticas veis la escena de la chica con el corazón destrozado sentada en el sofá, despeinada, en pijama y comiendo de un bol de crema de helado? ¿Y en cuantas a hombres en las mismas circunstancias? Ahí está la respuesta.
Hay otro caso en el que a las mujeres se nos juzga diferente a los hombres, la diferencia de edad entre las parejas (nuevamente heterosexuales), saliendo siempre malparadas nosotras. Por ejemplo:Si una mujer de 50 años mantiene una relación con un hombre de 25, ella es una vieja desesperada y él digamos que muy listo; si un hombre de 50 años mantiene una relación con una mujer de 25, él es un conquistador que se está llevando a la cama a una tía más joven que él y ella una guarra que seguro que solo está con él porque tiene pasta. ¿Veis? Podemos añadir también el elemento cuantitativo y de este modo, el hombre que se lía con muchas chicas es un machote y la mujer que hace lo mismo con hombres es un putón. Aquí la vara de medir dista mucho entre un caso y el otro y lo peor de todo es que las personas que más suelen juzgar y "medir" injustamente somos nosotras, las mujeres, puede que por aprendizaje social, pero da igual, no tenemos excusas, nos echamos mierda en nuestra propia casa.
La de 50 y el de 25
La vara de medir tan discriminatoria solo la estoy comentando en el ámbito sentimental, pero vamos, es obvio que en el plano laboral, doméstico, social y en general ocurre exactamente lo mismo, ya sea más disimulado o descaradamente evidente.
Tal vez deberíamos comenzar por practicar un poco más la sororidad entre nosotras (adoro esta palabra) y quizás así nos acercaríamos a igualar el rasero entre hombres y mujeres, dejaríamos de ser por costumbre la pobre chica abandonada por el novio, la zorra buscona o la que no sabe envejecer, para poder ser la chica que termina una relación mirando hacia adelante, la joven que no entiende de edades ni otras manías para conocer gente o la mujer madura que se siente a gusto con su cuerpo.  

viernes, 7 de septiembre de 2018

Conciliando

Vuelvo a las andadas,cuando el tiempo me lo permite. Y es que la última entrada que escribí fue a comienzos de julio, a los pocos dias llegó Joel y con él un cambio de vida total de 360 grados en todos los aspectos de mi vida. Algún día dedicaré un post al parto, que tiene para muchas líneas, pero eso otro día, aunque tampoco quiero convertir este blog en un continuo exclusivo sobre experiencias de maternidad, para eso ya están las webs especializadas y yo, como mujer, tengo muchos otros aspectos más en mi vida de los que quiero hablar y comentar, además de que esa es la naturaleza de este blog: de hablar sobre los diferentes temas que conciernen a la mujer. Pues eso. 
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Lo que pasa es que en estos momentos y habiéndome dedicado los últimos 50 días de mi vida a la crianza exclusiva y novata, solo me viene una palabra a la mente:  CONCILIACIÓN. Y es que cuando el fenómeno de la maternidad llega a la vida de una mujer, parece ser que ésta se pasará el resto de su vida conciliando.
Por ejemplo, yo ahora estoy de baja por maternidad, así que suena a que poca cosa más puedo hacer que criar y criar, pero no. Casi desde el primer día en que llegó Joel a mi vida estoy intentando conciliar el sueño si éxito (aquí está, el primer ejemplo de conciliación), parece ser que lo máximo que se puede llegar a dormir son cuatro horas seguidas, y no siempre. Después, a lo largo del día hay que conciliar con un montón de cosas que antes eran tan obvias y compaginarlas con la nueva tarea: hacerse el desayuno con una sola mano, ir al baño y hacer mis necesidades en menos de ¿3? minutos o con el carro acompañado a todas partes, acostumbrarme a ver la casa hecha una mierda y no sentir impotencia de no poder recogerla, conseguir acabar el capítulo de un libro, ver una serie de televisión y enterarme a la vez de lo que ha pasado, aprender a comer con mi mano izquierda (la que tengo libre), corregir mi nueva novela entre tomas de teta y hacer eructar, dedicar momentos a mi marido, tener conversaciones con mis amigas que no acaben en temas que tengan que ver con bebés... En fin esas son algunas de las cosas con las que toca conciliar ahora, y todavía quedan un montón por mencionar, teniendo en cuenta que todavía no llevo ni dos meses así. pero es que no quiero desalentar  a futuras mamás y quitarles el factor sorpresa, dejemos algo de misterio...
Pero resulta que el resto de meses y años seguirá siendo conciliar y conciliar: el volver al trabajo sintiéndome culpable de abandonar a mi bebé, el saber que ya no estoy 24 horas con él y que probablemente me vaya a perder cosas importantes, la lactancia que ya no será exclusiva (a pesar de que la OMS recomienda 6 meses, el problema es que la baja de maternidad en España lo contradice); después serán las vacaciones en familia que no necesariamente son sinónimo de descansar, el seguir manteniendo la pasión en la pareja, la "mudanza" del niño a otra habitación, más culpabilidad cuando se le deje en la guardería y después en el cole, el hecho de que él ya no quiera depender de mí etc, etc. Así hasta pasar  por el síndrome del nido vacío.
Así que esto de conciliar solo es el principio, me está costando escribir esto sin que se me pongan todos los sentidos alerta ante cualquier movimiento raro o sonido que provenga del carrito o los brazos de su padre, no sé cómo me las apañaré en otras cosas sin dejarlas a medias. Pero como todo, esto es cogerle el truquillo. Todas aprendemos a conciliar.