viernes, 23 de mayo de 2014

Manifiesto contra la Operación Bikini

Ya nos aproximamos al periodo estival, el momento del primer paseíllo en bañador por la playa al más puro estilo Ana Obregón se acerca y es cuando comienzan los ataques de pánico porque las piernas están más blancas que las de los maniquíes de las tiendas y hace casi un mes que no asomas la cabeza por el gimnasio y que no sigues esa dieta milagrosa que con tanto entusiasmo te propusiste llevar a raja tabla a principios de año, por lo que las lorzas que tan bien escondidas estaban bajo los jerséis de lana ahora parece que hayan cobrado vida propia y que hayan aparecido como por arte de magia. Y entonces es cuando muchas echan mano de las prodigiosas cremas y píldoras reductoras.
En esta última semana, cada vez que ponía la radio por las mañanas, la mayoría de la publicidad que se anunciaba en los intermedios de los programas matinales eran que si el Obegrass Forte, el Somatoline o el XLS… todos haciendo apología de la ya típica “Operación Bikini”, porque ese tipo de anuncios SIEMPRE va dirigido al público femenino, es decir, que solamente se espera de nosotras el hacer ese tipo de adelgazamientos exprés. ¿Y qué pasa con la “Operación Bermuda”? Si, si, que parece que las únicas que vamos a la playa o a la piscina somos nosotras pero ellos ahí están, pueden pasarse todo el verano con la barriga cervecera cual sapo y no pasa absolutamente nada, ese tipo de presiones no va con ellos. Pero es que las tontas somos nosotras, por entrar en esa rueda y darle tanta importancia a la dichosa
“Operación Bikini”, porque lo que hay que hacer es llevar una vida saludable (con algún que otro homenaje) durante todo el año, no esperar a que llegue el mes de mayo y empezar con las prisas de perder kilos rápido y de mala manera porque, un dato importante, esas píldoras milagrosas quitagrasa que pueden rondar entre los 20 o 30 euros, pueden dar la impresión de que se logre un rápido efecto adelgazante, pero lo que sigue a ello a corto o medio plazo es un efecto rebote que hace engordar el doble o el triple de lo que se tenía al inicio del tratamiento, a demás de un gran número de efectos tóxicos: insomnio, palpitaciones, dolores de cabeza, nauseas, vómitos, diarrea, hiperexcitabilidad nerviosa y un gran desequilibrio hormonal en el que se ve involucrada la glándula tiroides. ¿Vale la pena tanto tratamiento de última hora? ¡Que le vendan la moto a otra! Pasar una por semejante calvario y acabar con la salud por los suelos, pudiendo estar en un chiringuito de la playa presumiendo de un cuerpo imperfecto pero real, tostándose como un lagarto al sol y tomando un cocktail fresquito, o lo que yo llamaría hacer la “Operación Caipirinha”. No seamos esclavas de la “Operación Bikini”, el verano no se merece tanto sufrimiento ¡y nosotras tampoco!

jueves, 15 de mayo de 2014

Traed de vuelta a nuestras chicas

Ya llevan más de un mes desaparecidas, las más de 200 chicas nigerianas que fueron secuestradas el pasado 14 de abril mientras asistían a una escuela de la localidad de Chibok, por el grupo islamista Boko Haram, parece que se hayan volatilizado. ¿Cómo se puede perder durante tanto tiempo el rastro de tal cantidad de personas?
Boko Haram es un grupo islamista radical, su nombre traducido sería “La educación occidental es pecado” y eso es lo que pretende inculcar su líder, Abubakar Shekau, quien a través de un vídeo difundido el pasado día 5 de mayo reivindicaba el secuestro y afirmó que venderá a las chicas en el mercado, porque la educación occidental debe cesar, mientras que las niñas tienen la obligación de abandonar la escuela y casarse. Según la prensa local, “algunas de las escolares secuestradas -del total de raptadas 53 lograron escapar- ya fueron vendidas como esposas en la frontera con Chad y Camerún a un precio de 12 dólares. Una de las niñas secuestradas que logró escapar relató que las rehenes más jóvenes sufrían hasta 15 violaciones al día y que fue entregada como esposa a uno de los líderes de la secta”. No sé porqué el Ejército nigeriano se ha movido tan despacio ni porqué la ayuda internacional ha tardado tanto en llegar, eso sería meterme en temas políticos que, la verdad, desconozco, pero el caso es que esta noticia ya ha dado la vuelta al mundo, expertos del FBI de Estados Unidos y jefes de estado de muchos otros países occidentales ya han ofrecido su ayuda o se encuentran trabajando en la búsqueda con los medios que tienen a su alcance. Muchos personajes famosos e influyentes, entre los que se encuentra la primera dama Michelle Obama,
están ofreciendo su imagen, su medio más práctico y eficaz, para dar a conocer mundialmente este suceso utilizando la frase “Bring Back Our Girls” (Traed de vuelta a nuestras chicas)para su campaña, llevando consigo un increíble y contagioso despliegue de medios. Y los ciudadanos de a pie, puede que no tengamos recursos materiales ni una fuerte influencia a nivel social, pero nosotros también podemos colaborar para que se ponga punto y final a esta barbarie, ¿Cómo? Pues a través del poder de las masas que, si realmente nos lo creemos, puede llegar a ser un arma magnífica.
Por eso animo a la gente a manifestarse a través de sus redes sociales mediante el hashstag #BringBackOurGirls, difundamos todo lo posible nuestra indignación ante, no solo la privación de la libertad humana, sino también ante la esclavitud, la privación del derecho a la educación, las sociedades patriarcales en las que a la mujer se le trata como un instrumento reproductivo sin opción a participar en la educación o en la vida política y social, y sobre todo ante cualquier acto de terrorismo o imposición de ideas radical, porque el hecho de que una mujer reciba cultura no es ningún “pecado”. Ante actos de terror por parte de ignorantes, respuestas pacíficas.

jueves, 8 de mayo de 2014

La habitación rosa

Llega un momento en la vida de toda chica en el que tiene que marcharse de casa de sus padres y vivir su independencia y con ello, abandonar la querida habitación rosa. Y me refiero a ese entrañable cuarto que a una le asignan en cuanto tiene la suficiente edad para no tener que dormir en la cuna, al lado de la cama de los padres, la habitación que solo por ser niñas, nos la emperifollan con cortinas, papel para la pared, colcha, alfombra, lámpara… de diferentes gamas de color rosa o tonos por el estilo. La habitación rosa de nuestra infancia pasa por diferentes fases a lo largo de la vida de niña-adolescente-joven, pero sin perder nunca su esencia.
En pocos años, las cuatro paredes se van llenando de dibujos infantiles, peluches y cuadros de ponys y arco iris, estanterías repletas de cuentos de princesas y un escritorio prácticamente diáfano con lo esencial para colorear. Poco a poco, muchos de los peluches son sustituidos por muñecas Barbie y comienza a ser necesario un espejo en la pared para mirarse por las mañanas, por lo que alguno de los cuadros cursis tiene que ser sacrificado.
Pero es cuando entramos en la fase adolescente cuando nuestro santuario cambia de pies a cabeza: lo empapelamos completamente de posters de actores y cantantes, en mi época, de Brad Pitt, Leonardo Dicaprio o los BackStreet Boys sacados de las revistas como Super Pop o Vale (¡Qué tiempos!), las Barbies se trasladan al cuarto de los trastos y solo conservamos algún peluche al que le tengamos un especial cariño, presidiendo la cama junto al típico cojín en forma de corazón regalo del primer "noviete"; las estanterías comienzan a ser invadidas por frasquitos de colonia, maquillaje y sus utensilios y abanicos que nos regalan en las discotecas y que colocamos estratégicamente para que se vea bien qué sitios frecuentamos (como si fuéramos las únicas que pisan la discoteca, una especie de personal VIP) y el escritorio termina enterrado por libros de texto, folios, fotocopias… que demuestran el poco interés que tenemos en ese momento por el instituto, solo se divisa el radio-cd entre tanto caos, junto a una selección de discos de música de gusto lamentable, como Camela, David Civera o el Caribe Mix.
Y ya más adelante, cuando salimos de la “fase tonta”, la habitación comienza a tomar su verdadera personalidad, la que nos acompañará hasta el día que tengamos que abandonar el nido, los posters de la Super Pop se van fuera, quedan mejor los carteles con frases revolucionarias y dibujos más artísticos, las fotografías compartiendo momentos con los grupos de amigos son tan importantes como anteriormente lo fueron los abanicos de las discotecas, que ya han ido a parar a la basura, el maquillaje continua en la estantería, pero también hay sitio para libros interesantes y apuntes de clase y la recopilación musical que hay junto al radio-cd ha cambiado bastante porque hemos empezado a coquetear con estilos musicales más alternativos y menos comerciales que empiezan a formar parte de nuestra definición personal. Pero lo sorprendente es que, durante tantos años poniendo y quitando cosas y transformando la habitación, la camita de 90 cm que ocupamos cada noche se mantiene igual y a ser posible, con la misma colcha rosa hortera que va a juego con las cortinas, entre tantos posters y cuadros oscuros. Una puede irse de casa de los padres para hacer su vida, pero cuando vuelve y tiene que dormir en esa cama diminuta por la que se salen los pies, lo hace como la mejor de sus noches, sin extrañar nada, porque por algo es la habitación en la que pasamos más de 20 años. Además es agradable porque, al menos que los padres lo desalojen todo y trasformen la habitación rosa en el cuarto del ordenador o en una nueva salita para ver la TV, normalmente se queda tal y como ha estado siempre y volver a entrar en esa habitación es como quitarte unos cuantos años de encima y volver a los mejores tiempos. ¿Alguien conserva su habitación rosa?