jueves, 29 de junio de 2017

La cuenta, por favor

Vivimos en una sociedad en la que, sin darnos muchas veces cuenta, lo queramos o no, estamos supeditados a ciertas normas de conducta y moral, mitos y generalizaciones y al qué dirán, por eso no es de extrañar que para algo tan simple y mundano como salir a cenar y pagar la cuenta se convierta en un auténtico pifostio y objeto de discusiones, inseguridades, críticas y un largo etcétera de comeduras de tarro que no deberían ser así ni dedicársele tanto tiempo.


Generalmente, cuando se sale en grupo no debería haber mayor problema: salimos, comemos y bebemos lo que cada una quiere y después se divide la cuenta entre todas las que somos y pagamos a escote,o a medias, que es lo mismo; vamos, yo no sería tan gilipollas de plantearme pagar la cena de todas mis amigas, no soy millonaria, otra cosa es que sea mi cumpleaños o quiera celebrar un éxito profesional o personal y quiera invitar a un aperitivo o a una ronda de cervezas, eso es más razonable. Pero aún así, no pienso que nadie se tenga que sentir con la obligación de invitar porque sea el santo, la jubilación, se vaya de casa el hijo garrapata o lo que sea, esto de invitar se hace porque uno lo siente y le apetece, sin esperar ni tener la intención de que ese favor sea después devuelto por los otros, aunque tampoco estaría mal. Por otra parte, debo decir que yo, por suerte, tengo amigas, contadas eso sí, con las que sé que hoy le pago la cena porque no lleva dinero encima y que me lo compensará otro día invitándome ella, o al revés, y afortunadamente no hace falta que nos lo recordemos ni tenerlo firmado con un contrato legal, pero para llegar a estos niveles estamos hablando de que debe haber detrás una relación de amistad bien trabajada, larga y fuerte, no de la amiga que conocí hace dos meses.



Ahora vamos al terreno pantanoso: las citas. ¿Qué c*j*nes hacemos ahí? Y no me refiero al novio de larga duración ni a los matrimonios, se supone que en estos casos "lo tuyo es mio y lo mio es mio, digo tuyo", nos entendemos, ¿no? Estoy hablando de las primeras cenas que compartes con alguien, que ya de por sí son incómodas, porque cuando empiezas a compartir menús con esa persona que podría ser "superespecial", de repente, tu forma de comer y tragar el vino, que a ti te parecía tan normal, ahora te resulta escandalosamente ruidosa, las normas de conducta en la mesa te parecerán dificilísimas de aplicar y seguramente, no habiéndote ocurrido nunca, en esa esperada cita se te quedará un resto de orégano de la ensalada entre los dientes, y te darás cuenta cuando llegues a casa y te mires al espejo. Triste pero cierto. Si se pierde la naturalidad con la que te enfrentas a las comidas en grupos de amigos, ¿cómo será el tema de pagar la cuenta con una persona que apenas conoces pero que resulta ser una puñetera cita (una palabra cortita, que por desgracia tiene mucho peso)? Algunas mujeres prefieren ser ellas las
que paguen, tal vez para dejar claro su estatus de mujer independiente y que no busca una pareja para ser mantenida; otras hacen todo lo contrario, se hacen las remolonas o se van al baño "a retocarse" justo cuando llega la bandejita con la factura, para ahorrarse el momento incómodo de ver quien paga o para forzar a que pague él, he llegado a oír comentarios como que, como los hombre suelen tener sueldos económicos más altos que los de las mujeres, ¡pues que para eso que paguen ellos! Qué cavernícolas algun@s... Yo soy del grupo intermedio, o al menos pienso igual: las primeras citas son encuentros con una persona prácticamente desconocida, incluso si se le conocía de antes y era un amigo, ahora ha pasado a un nivel distinto y obliga a comenzar una nueva relación de confianza, por lo que volvemos a encontrarnos con un semi desconocido y, sinceramente, yo de un desconocido no espero que me pague la comida ni yo pagársela a él, así que lo lógico es que paguemos la cuenta a medias y ya veremos después, digo yo.
El caso es que algo tan placentero como una buena cena, un aperitivo y unas cervecitas fresquitas con buena compañía, ya sea amigos, familia, pareja o alguien con quien coincidas en la barra, no deberían verse estropeadas por las puñeteras normas de protocolo, y menos por la cartera. En todo caso, lo único que hace falta saber hacer, como dice mi marido, es el gesto universal con la mano para pedir la cuenta y que no todo el mundo sabe hacerlo con gracia y estilo, para que, estemos en la punta del mundo en que estemos, se nos entienda y nos puedan dar la cuenta, lo de cómo pagarla ya iría sobre la marcha, sin agobios.

domingo, 18 de junio de 2017

¿Nos vamos de bodas?

Bueno, creo que para muchas ya queda abierta la temporada de bodas. Sí, porque salvo casos contados (yo incluida, que me casé en abril y porque no pude adelantarlo más), generalmente las novias (no nos engañemos, nosotras mandamos) eligen el mes de junio para celebrar este día; es una época que te asegura buen tiempo y cero tormentas; demasiado buen tiempo diría yo, porque en estos días en los que te asas de calor con solo abrir la ventana, me compadezco de la gente que tiene que llevar trajes de chaqueta o cualquier otra indumentaria protocolaria.
El caso es que desde que llevo yendo o escuchando historias de amigas que van a bodas, desde luego que hay muchas cosas que se mantienen, hay tradiciones de las que no nos queremos deshacer, por mucho que todo lo demás cambie, y a todo eso se le suman las nuevas “cosillas” que se van integrando, sobre todo ahora, que tenemos aplicaciones y webs en las que las novias, en diferentes foros y chats grupales, dan ideas o cuentan cosas novedosas que han hecho en su gran día.
Típicos detallitos
¿Es bueno tanto compartir lo que unas y otras quieren hacer? Seguro que sí, siempre hay detallitos de los que una no se acuerda y poder recurrir a otra gente que está pasando o ha pasado por lo mismo, pues viene bien. Lo malo es que el brainstorm está alcanzando unos niveles de exageración insospechados y lo que para unas es bonito, sencillo y con clase, para muchas otras es aburrido, pobre y soso.
Muchas novias compiten hoy por celebrar su boda en el lugar más original y pastoso, hasta en el Tibidabo he visto que han querido organizar una boda para que los novios se quedaran tranquilos en saber que su boda es
“única”, bravo, me alegro. 
Resultado de imagen de boda en el tibidabo
Boda en el Tibidabo
Las flores, que no consideraba yo que fuera un tema que se tuviese que ir de madre, si una se empeña en que quiere el ramo y la decoración  de la especie Oxalis Versicolor, tranquilas que la tendrá aunque tenga que remover cielo, tierra, floristerías y viveros del mundo; y yo encargando flores silvestres, qué poco cool. Las sesiones fotográficas post boda, a parte de ser una novedad ya no tan reciente volver a vestirse de novios para hacerse fotos artísticas, la gente ya no se conforma con hacerlas en la playa o algún jardín bonito de su ciudad, tiran la casa por la ventana y se llevan al fotógrafo hasta Paris, por ejemplo, para hacer ese reportaje bajo la torre Eiffel. Otra nueva práctica en las bodas es que los novios ya no se conforman con bailar ellos solos o con padrinos para abrir el baile, ahora se organizan
La famosa mesa dulce...
flashmobs con familiares y/o amigos para que la boda sea todo un mega espectáculo musical. Los detallitos que se le dan a los invitados ya no son detallitos, son regalazos, y después de ir a otras bodas y ver lo que se regala es cuando me pregunto: “¿Quedé como una tacaña en mi propia boda o son los demás que se han vuelto locos?”, quiero pensar que lo segundo. Y cuando ves por primera vez una mesa dulce, que todo el mundo conoce y da por sentado que tiene que formar parte del evento, todos menos tú, qué triste y cuán desinformada te has sentido hasta ahora.
Por suerte, a pesar de todas esas excentricidades, hay gente que aún
Invitadas estrella
mantiene los pies en el suelo, que no activa la alarma de pánico cada vez que tiene que ir a una boda, y por eso tenemos la suerte de seguir contando con los invitados estrella que tan divertidos nos hacen ese día. Tenemos por un lado a la amiga llorona, que antes de que el cura o concejal diga una sola palabra, ya está llorando como una magdalena porque todo ese ambiente le resulta tan súper romántico que le embarga la emoción, es la que después se mata con todas para que le den el ramo; están los tíos gorrones, que no son capaces de hacer un mísero regalo a los novios, pero lo compensan dando la nota, ya que son todo un espectáculo; los revolcones esporádicos que surgen entre invitados que no se conocen entre ellos, consecuencia de la gran borrachera que llevan encima, porque al día siguiente, si te he visto no me acuerdo; los del jamón, son los más listos de todos, porque son los que aprovechan en el rato del cocktail, para buscar el mejor momento y lugar para pillar al vuelos los platos que los cortadores de jamón van dejando, a veces con la habilidad de que el plato no llegue ni a tocar la mesa; las chonis, que igual no lo son en su vida diaria, pero a veces el intento por llevar un buen look se les va de las manos y lo que tenemos son indumentarias de poligoneras, más bien sacadas del programa Mi espectacular boda gitana, llegando los novios a decir “no la conozco”; el DJ del momento bailoteo, que pasa por ponerte a las Azúcar Moreno, Raphael, Camilo Sesto y de repente, ¡PUM!, te planta una de Pont Aeri para terminar de desorientarte, teniendo en cuenta además, las copas que llevan de más todos los ahí presentes; las bailarinas para las invitadas que se cansan de llevar tacón, que son horribles, pero nos las ponemos, para ir a juego con las chonis; el puñetero photocall que es demasiado adictivo y una vez que te haces una foto cachonda ya no lo sueltas… En fin, todas esas cosas que son con las que de verdad se disfruta.
Esas horrorosas bailarinas

Os dejo porque el sábado tengo una boda y aún no sé si tengo que llevar mi vestido a la tintorería (de la última fue directo al armario, así de happy soy), solo tres cosas a tener en cuenta. Una: si eres la que casa, procura no juntarte con otras que se van a casar hasta que pase todo, solo servirá para que te comas la cabeza sobre si te estás quedando corta con lo que tienes organizado, mejor no saber de las locuras que quieren hacer las demás. Dos: si vas a una boda en calidad de soltera, evita al grupo de las tías sesentonas, se compadecerán de ti innecesariamente, ya que no se plantean que tu vida sexual sigue activa y la suya no.  Tres: si a los pocos meses del gran enlace te llega la noticia de que la novia se encuentra en estado de buena esperanza, pase lo que pase, no intentes hacer cuentas ni preguntes, el bebé es sietemesino, y punto.
¡Feliz temporada de bodas!

viernes, 9 de junio de 2017

Absurda tele realidad

La tele lleva tantos años haciéndonos tragar realities de todo tipo y sin parar, que la gente ya está enganchada a ese tipo de entretenimiento sin saber cómo o cuando sucedió. Lo triste es que todos, me incluyo yo, terminamos en algún momento del día viendo tele realidad, porque la tele realidad está en todas partes, por lo visto la ficción ha dejado de interesar.
Tele realidad

Lo mismo ocurrió durante un tiempo con los programas del corazón, que son una especie de reality si lo ves como retransmisión diaria de la vida de un famosillo, a veces de forma consentida y otras de forma intrusiva, estaban a todas horas y en todas partes. Por suerte, esa fiebre ha ido remitiendo y ahora el monopolio de esa industria del cotilleo la posee, principalmente, el grupo de telebasura por excelencia, Mediaset, que cómo no, además transmite el mayor número de formatos de tele realidad al año.
La sede de la tele basura: Sálvame

Pero volviendo a lo que interesa, todo esto de retransmitir la vida en directo, los triunfos y las miserias de personas totalmente desconocidas, comenzó con el primer Gran Hermano, allá por el año 2000, y ese programa se salva porque sí que fue auténtico, los concursantes de convivencia que entraron ahí lo hicieron sin saber lo que iba a ocurrir durante y después del concurso y sin imaginarse la repercusión mediática y el cambio en sus vidas que iba a suponer, estuvo muy bien. Después de ellos, todos han ido entrando con el mismo rollo de “vivir una experiencia diferente”, pero lo cierto es que la mayoría apuntaba más a una portada de Interviú, colaboraciones en Crónicas Marcianas y los numerosos bolos por discotecas, con algún que otro montaje para que el chollo aguante un poquito más. Después de que el primer Gran Hermano perdiera su inocencia, hemos seguido teniendo una edición por año, se intentó un reality igual pero en el que los concursantes vivían en un autobús o perdidos en una selva; después se vio que combinar reality + personaje famoso triunfaba todavía más, porque en lugar de escudriñar la vida de un desconocido que después podría ser un habitual de la tele en potencia, se podía conocer directamente las manías y los vicios de gente que ya la teníamos más que vista de tenerla en la caja tonta, y prueba del éxito es que a día de hoy Gran Hermano VIP  y Supervivientes, entre otros, ahí están dando espectáculo.



Pero este tipo de televisión no se ha quedado solo en tele realidad de convivencia para ver piques, estrategias de grupos, líos amorosos y discusiones por ver quién friega los platos, este formato ha dado para muchos ámbitos. Los talent show de cantantes o cocineros, en los que también se empeñan en hacer versiones de críos de diez años para alentarles en una profesión a la que solo llegan unos cuantos privilegiados, cuando en realidad se les debería estar apoyando en sus estudios y en ser buenas personas, los programas de encontrar al amor de tu vida conviviendo en pelotas en medio de una playa, realities para perder peso, para cambiar de look o encontrar un vestido de novia, para concertar un matrimonio sin conocerse los novios y después grabar la convivencia, meter a diez NiNis vagos y con ganas de fiesta en un chalet playero cuya misión es salir todas las noches de fiesta y, como colofón final, el programa en el que un grupo de chavalitas deciden meterse a novicias y finalmente saber si se quieren hacer monjas; la iglesia, o quiere adaptarse a estos nuevos tiempos o debe estar pasando penurias y necesita muuuucha publicidad.
Imagen relacionada
Los personajillos de Supervivientes
Lo peor de todo es que la mayoría criticamos esta nueva televisión, pero desgraciadamente, de vez en cuando, la vemos porque cada vez que zappeo en mi TV, de diez canales que puedo pasar, pongamos que en cinco de ellos están haciendo un reality o comentando sobre alguno de éstos. Es como si te pusieran un embudo en la boca y te metieran  la comida, la quieras o no, al final acabas tragando en algún momento, ya sea por aburrimiento o por curiosidad. La culpa la tenemos todos, hasta quienes se paran diez minutos a marujear estos programas. Hay veces que he llegado a preguntarme y a hacer memoria de qué veíamos antes de que explotara esta bomba de tele realidad en nuestras pantallas.

Solo espero que los personajillos salidos de los programas basura y tele realidad no invadan y conquisten también los libros, solo faltaba eso, porque cuando oí que Belén Esteban iba a un centro comercial a firmar su libro, me eché a temblar, en serio.