domingo, 25 de septiembre de 2016

El cine adolescente de ayer y hoy

¿A quién no le gusta pasarse una tarde de domingo viendo una peli adolescente de esas de instituto, tengas la edad que tengas y siendo ésta del año que sea? Este género está bastante explotado por el cine estadounidense, es fácil de pillar, incluye siempre a un buenorro de turno, el club de animadoras, pasillos de instituto de esos con hileras de taquillas, looks que jamás llevaremos


el mítico BAILE DE GRADUACIÓN, que suele ser el núcleo de todo y la excusa para poner un gran final a la historia.  Pero si comparamos cintas de los años 80, 90 y 2000, se puede comprobar que, aunque en términos generales todo es igual, hay unas diferencias bastante notables.
LA CHICA DE ROSA
Considerándome una cinéfila y aficionada a la comedia adolescente (más de las antiguas que de las actuales, he de decir), creo que las películas de los 80 fueron más, llamémoslas generosas o justas, al darles la oportunidad a los marginados sociales de los institutos de que fueran los protagonistas. En cintas como No puedes comprar mi amor o La chica de rosa, que por cierto la vi el otro día y me encanta, la atención está puesta en el nerd de la escuela, que es demasiado sabiondo y aburrido para ser popular; o en la guapa (y con una poco explotada imagen) estudiante becada de los barrios bajos de la zona, que tiene unos principios bien claros y una fuerte personalidad. En las películas ochenteras de éste género, la pandilla formada por el capitán del equipo de rugby y el pijerío de niños de papá pastosos, o bien son los malos que a final tienen que agachar la cabeza y tragarse su ego al ver que la chica sin recursos acaba siendo coronada reina del baile o, por otro lado, se vuelven buenos durante toda la trama y terminan por conquistar a la humilde prota, eso sí, haciendo gala de su increíble personalidad.
En los años 90 ya cambia un poco la perspectiva: ser un estudiante ricachón de los barrios más cool de Beverly Hills mola más que las pobretonas y los empollones. Así que los personajes luchadores, de
CRUELESS
fuertes convicciones y fieles a sus principios como los que da vida Molly Ringwald, que daban una bofetada de humildad a sus contrarios, son sustituidos precisamente por esos mismos: señoritas de Beverly Hills, la capitana de las animadoras del insti, el cachas guapérrimo, coches descapotables de alta gama conducidos por chavalines de 16 años, paseos por los centros comerciales… En fin, que los héroes y heroínas ahora son la pandilla de
Sensación de vivir (es una serie de los 90 en este caso, pero viene a ser lo mismo) y las aventuras de Alicia Silverstone en Crueless nos hacen ver que las pijas también tienen su corazoncito y un montón de problemas superfuertes y megaespantosos: no pueden centrarse en sus estudios porque las compras, sacarse el carnet de conducir y las fiestas alcohólicas en el chalet del amigo les quitan mucho tiempo; captar la atención y liarse con el capitán del equipo de béisbol se convertirá en la gran cruzada del curso, culminando, a ser posible, esta odisea con la ansiada corona de rey y reina, siendo la pareja más chic del baile de fin de curso. Digamos que en los 90, el cine adolescente pasa por una fase más frívola, vendiendo a los telespectadores una vida que se sale de la realidad y que jamás tendrán.
AMERICAN PIE
Entonces, si en los 80 destacaba la “justicia social” y el atractivo del débil y en los 90 gobernaban las divinas y los problemas superficiales, parece que todos los terrenos estaban ya explotados. Así que en el 2000, los guionistas de cine adolescente cogieron a todos los personajes de las últimas dos décadas: la animadora pechugona, el nerd, el capitán del equipo de rugby, la chica sencilla, el mejor amigo de la chica sencilla (que normalmente es poco agraciado, pero muy chistoso), el malote del grupo, las pijas malas, el supersalido… y todos los que hagan falta; se meten todos juntos en una coctelera que se agita bien agitada entre grandes dosis de humor millennial y nos salen películas del tipo American Pie, Alguien como tú o Chicas malas. En el 2000, más allá de que los protas sean feos, guapos, pijos o humildes, lo que destaca son las tramas alocadas y poco probables. No sé por qué, pero en esta década se obsesionan mucho por el tema de las apuestas, por ejemplo, jugarse entre los amigos dinero, la satisfacción de haber ganado o lo que sea, que para el día del baile de graduación todos habrán perdido la virginidad o que el chico más guapo del instituto será capaz de convertir a la rarita insociable en la chica más popular y cosas así: obsesión por el sexo y cambios de imagen.
Hay muchos matices entre este tipo de películas a través de las tres décadas, pero está claro que también se repiten muchos clichés, y el
más repetido de todos es, sin duda, el dichoso baile de graduación y la ansiada corona de los reyes del baile, porque eso nunca cansa ni pasa de moda, ¡todas quieren ser reinas del baile, hasta las raritas! Y no nos olvidemos de las fiestas multitudinarias en el caserón de alguno, en las que, de repente, en un mega chalet de lujo tranquilo y silencioso aparecen toneles de cerveza y un inmenso equipo de sonido junto con cuarenta adolescentes salidos y alcohólicos,ocupando todo a su paso (y ningún vecino llamará jamás a la policía por los ruidos, oye, qué suerte).

Aquí dejo un enlace con algunos títulos imprescindibles del género para complementar este post. Seguro que leyendo los que hay en la lista, os entran unas ganas imperiosas de ver alguna de esas pelis:Rancking de pelis de instituto

viernes, 16 de septiembre de 2016

Por la cara

Existe una notable innovación de las barbaridades y potingues que se pueden utilizar para mejorar nuestro, inevitablemente, rostro cambiante. Hay personas que se niegan a rendirse ante las arrugas y las imperfecciones de la cara, y para ganar esa batalla no hay lugar para las marcas cosméticas más o menos asequibles (más bien caras) que se nos ofrecen en cualquier droguería, y mucho menos los potingues del Deliplus.

Yo ya estoy hablando de palabras mayores, de “torear en plazas más grandes” en esto de la cosmética. El aloe vera, el aceite de argán, las algas, la rosa mosqueta, la chocoterapia… se han quedado sosos, simplones, en comparación a nuevas fórmulas que, en realidad no son tan nuevas en los lugares de las que provienen pero para quienes marcan las tendencias es lo último. Ahí van unos cuantos potingues para revolvernos las tripas si nos los imaginamos esparcidos por nuestra piel…
La baba de caracol, ¡¡¡¡aaaaahhhgggg!!!! Puede provocarnos las arcadas que nos dé la gana, pero este tratamiento de origen chileno ya hace algún tiempo que se vende en formato de tarrito de 80 mililitros. Para ilustrarnos, el caracol es un pequeño y húmedo molusco que libera una especie de mucosa (por no repetir lo de “baba”) que le sirve para desplazarse de un lado a otro, pero no es eso lo que se utiliza para crear la auténtica baba de caracol, para ello es necesario emplear la secreción que el animalito desprende cuando necesita defenderse: la alantoina. La baba de caracol, además de tener efectos de belleza,
también se utiliza para conseguir que la piel cicatrice más rápido, así como para eliminar manchas y quemaduras, lo que viene a ser la misma función que desempeña el aloe vera; ahí tan pringosa como la vemos, tiene antioxidantes que pueden reducir las arrugas que ya tenemos y prevenir las que están por llegar, y desprende un ácido glicólico (que no sé qué narices es) que actúa como exfoliante, como un peeling. Aunque tampoco nos confundamos, no es un producto milagroso, en las webs de estética entendidas en la materia de moluscos, según he podido leer, la baba de caracol puede ayudarte muchísimo a rejuvenecer tu rostro en tan solo unas semanas si eres constante y adquieres una crema de calidad; en resumidas cuentas, hay que comprar las cremas caras y con mucha periodicidad.
Y, siguiendo con los caracoles, como los japoneses siempre intentan innovar e ir por delante en todo, ellos van un paso más allá y directamente te ponen los caracoles a pasearse y babearte toda la superficie de la cara. En un salón de belleza japonés, una terapia con caracoles de cinco minutos cuesta 10.500 yenes (91’5 euros), ¡fiiiuuuuuu!, casi nada, los caracoles y su baba están super cotizados y nosotros comiéndolos con salsita picante en raciones de 3 euros. Pero las japonesas está claro que no ven a los moluscos pringosos como un manjar, sino como su carísima fuente de la juventud. Aunque lo que no entiendo es por qué los japoneses utilizan al caracol con su babita para que se deslice directamente por el rostro de las clientas, cuando según el tratamiento chileno, lo que en realidad es efectivo es la secreción esa, la alantoina, ¿no es una contradicción?
Dejemos de momento a los caracoles, porque continuamos con tratamientos estrambóticos, a través de animales, sí, de alguno de sus fluidos…, lamentablemente sí. En este caso se trataría del excremento de ruiseñor, podría haber sido algo peor, ¿no? De moluscos a pajaritos. Y es que la
obsesión por la belleza nunca acaba y si hay que probar una mascarilla con este… componente, pues se hace. Y es cierto, el tratamiento consiste en una mascarilla que utiliza la caquita de este ave, pero previamente preparada y convertida en polvo, que luego se mezcla con agua y arroz, que se aplica directamente sobre el rostro de la afortunada o afortunado. Esta mascarilla tan peculiar tiene sus orígenes ¡en Japón!, si es que lo que no invente esta gente… Al parecer, el excremento del pájaro sagrado se consigue exclusivamente de allí mismo y este mejunje es lo más de lo más entre el famoseo, por ejemplo, el actor Tom Cruise es un privilegiado cliente, y no me extraña, si ese hombre se come una placenta, que le echen mierda mezclada con arroz sobre la cara es lo menos asqueroso que habrá probado. A mí me da, que mucho dirán de ir a por el producto original a Japón, pero seguro que se hace la mezcla con la ñorda de un gorrión y nadie se entera, ¿o qué? Pero, bromas aparte, ahí donde ves la caca (de ruiseñor, ojo), tiene unos beneficios bueníiiisimos: combate los problemas de acné, ayuda a nutrir la piel, hidrata, ayuda a reducir cicatrices, combate las manchas faciales y elimina las células muertas de la piel. Al  parecer vale la pena, aunque si digo el precio del tratamiento puede que muchas se echen atrás, y es que ronda los 100 euros. ¡Por dios, que solo es mierda mezclada con arroz!
En fin, voy con la última curiosidad en cuidado facial: el veneno de serpiente. ¡Toma ya! Se vende como uno de los mejores y más eficaces métodos para combatir los signos del envejecimiento y no sirve la ponzoña de cualquiera de estos reptiles. En concreto, solamente vale la toxina de una víbora que únicamente la encontraremos en una zona de Indonesia, Wagleri Tropidolaemus; esta exclusividad ya huela a caro.
Para los defensores de los animales, decir que esta víbora no corre peligro, porque se ha conseguido sintetizar artificialmente los elementos de su veneno y se produce de forma abundante. Para entender un poquito mejor por qué existe esa fijación con la crema de veneno de serpiente, vívora, es porque esa toxina tiene unos efectos letales que paraliza los neurotransmisores, evitando la contracción muscular, si se sintetiza este veneno como un tarrito de crema, logramos que ésta tenga los mismos efectos que pueden tener las inyecciones de botox, pero sin tantos efectos secundarios como éste. También es verdad que la eficacia de la crema de veneno de serpiente es mucho menor que la del botox, ya que la piel no absorbe la sustancia como lo haría con una inyección intercutánea, pero el veneno de serpiente tiene dos ventajas muy claras: evitamos los pinchazos de las jeringas que dejan una irritación en la piel que duraría horas o días incluso y no tiene los efectos secundarios del botox como viene siendo la caída de párpados o la inexpresividad facial que produce la parálisis muscular. Pero también hay desventajas: el veneno de serpiente es muy caro teniendo en cuenta su eficacia real y además, el efecto es leve.
Baba de molusco, mierda de ave y veneno de serpiente. Diciéndolo así,
parecen los ingredientes para hacer la poción en el caldero de la bruja. Yo no he probado nada de eso, me fío más de las cremas con componentes de toda la vida aunque los resultados no sean milagrosos. Si muchas abuelas que, hace unos años, con solo restregarse la hoja del aloe vera por la cara ya tenían el tratamiento hecho, levantaran la cabeza y vieran estas barbaridades cosméticas, carísimas además, pondrían el grito en el cielo.
Pero no nos sorprendamos, los laboratorios cosméticos nos seguirán sorprendiendo con nuevos remedios estrafalarios, y un día saldrá al mercado las escamas de pez payaso, las púas de erizo o la cera de oreja de elefante, y ya te digo, la gente más chic la probará y será el nuevo tratamiento revolucionario y milagroso.

Bueno, voy a lavarme la cara con mis cremitas normales de toda la vida, los fluidos de animal que los siga probando Tom Cruise.

martes, 6 de septiembre de 2016

Diagnóstico, distimia

Si eres de la llamada generación millennial y además mujer sometida al “paquete” de exigencias de la sociedad actual: trabajadora eficiente, amiga incondicional, amante perfecta, persona independiente, madre 10, hija modelo, compañera comprensiva…, en fin, una super mujer en toda regla que debe concordar con toda la perfección que le rodea y se le exige y, además quiere demostrar que puede e intenta cada día cumplir con ello, puede que este post te interese.

He matizado mucho con lo de “mujer”, porque recientemente leí un artículo sobre la distimia, un trastorno que al parecer 3 de cada 10 mujeres lo sufren. Y, ¿qué es la distimia? Según una de las definiciones que he leído, se trata de uno de los trastornos más comunes de nuestro tiempo que altera nuestro estado de ánimo, está muy relacionado con los niveles de serotonina, un neurotransmisor de nuestro cerebro que nivela eso, nuestro estado anímico. Pero ojo, la mayoría de las veces pasa tan desapercibido que ni siquiera nos damos cuenta de que lo padecemos y lo confundimos con un modo de vivir permanente, porque puede durar semanas o años. Distimia viene del griego “humor perturbado” y se identifica también como depresión menor o neurótica.
La distimia es una depresión de la que poco se habla y sin embargo cada vez es más común entre las mujeres. Ser millennial, madre, estar sometida a estrés y tener una personalidad muy crítica y autoexigentete te hace más vulnerable. Pasar horas sentada frente al ordenador o estar muy conectada a smartphones y dispositivos digitales, tampoco ayuda. De hecho, algunos síntomas de estos rasgos disfuncionales de la personalidad pueden encontrarse en el llamado efecto TAAT o el síndrome Tired All The Time.
Tal vez esto de la distimia me alertó porque leí sobre ello cuando más aletargada, apagada, perezosa y desganada me encontraba: finales de agosto coincidiendo con la vuelta completa a la rutina. Claro, yo me puse a leer las 5 afirmaciones que me pedían que me dijese a mí misma para poder detectarse una el trastorno y, qué cosa:
-Tienes tendencia a estar triste o te enfadas con facilidad (hombre, pues en esos días yo sí)
-Te cuesta dormir, tienes insomnio (por suerte, eso no)
-Es frecuente que sientas mareos, te duela la cabeza y sientas un cansancio crónico (pues lo de cansancio crónico, tal vez…)
-Sientes que eres olvidadiza y tienes dificultad para concentrarte (¡¡¡que me acojono!!!)
-Dices que eres realista pero en realidad es que no eres positiva porque te cuesta ver el lado bueno de las cosas (va por días… ¡Oh dios!)
Es normal que después de hacerme estas afirmaciones y sometida al letargo post vacacional, estuviese hecha un flan. Yo pensando, mira que si tengo un trastorno de estos raros o modernos que tiene la gente ahora. Pero bueno, he de decir que la cosa va mejorando, que solo era una cuestión de arranque y volver al día a día.

Sin embargo hay una realidad, y es que muchas personas padecen distimia y lo ignoran completamente. Pertenecemos a una sociedad y a una generación en la que parece que el estrés y la exigencia conviven de la mano y no le damos importancia. A veces lo más simple es preguntarse una misma si realmente es feliz, y si se lo piensa demasiado es que tal vez algo falle, que falten motivaciones o que una esté harta de intentar demostrar que es la mujer perfecta.
Los estudios dicen que el 30% de las personas sienten la incapacidad de ser felices y sin embargo tod@s tenemos la habilidad en nuestro sistema inmunológico de ser felices pero, como podría pasar con una gripe, podemos ser más o menos resistentes a ella. Así que, en cierto modo, todo depende de nosotros, de poner más o menos remedios.  Desde luego, si eres la monda y vives continuamente en un mundo de arcoíris y unicornios, puede que tengas “catarros” emocionales que con el tiempo ellos solos se curen. Pero para quienes se ven continuamente en Mordor, llenas de cielos encapotados, cansancio y mal humor, puede que hagan falta muchos ibuprofenos cargados de buen rollo. Pero ante todo, hay que reconocer que la clave de ver las cosas de un modo u otro está en una misma y no depende de los demás, puede que lo segundo sea lo más cómodo, pero no es así.

¿Y si ya estás metida en el agujero? Si es cierto que padeces distimia, además de ponerte en manos de un especialista que te ayudara a nivelar esos niveles de serotonina con la medicación adecuada y con psicoterapia, hay consejos muy prácticos que pueden ayudar a completar el tratamiento. Para empezar el cambio de actitud, pero también influye una alimentación saludable, hobbies que te alejen del embrujo de whatsapp o instagram como sería un buen libro, ejercicio como puede ser el yoga… Aunque todo esto debe estar acompañado de asumir la realidad; la distimia es más común de lo que nos pensamos, y admitir y ser consciente de este tipo de depresión no es nada fácil, más en el mundo en el que nos movemos, en el que no podemos quitarnos la capa de Supergirl ni dentro de casa, pero es importante saber que tiene solución y que ver el lado bueno de las cosas es algo que solo lo podemos conseguir nosotras.