viernes, 28 de octubre de 2016

El spornosexual

Hace ya a algunos años, por la época de cuando David Beckham se vino al Real Madrid y trajo su magia cool a nuestras tierras, el término metrosexual causó gran impacto entre los hombres, esa palabra ponía nombre a aquellos amantes extremos de los cuidados de belleza, las compras, la ropa cara y los lujos y que anteriormente se les había
considerado mmm poco masculinos y el, hasta entonces, “macho ibérico”, más descuidado por su aspecto, poco interesado por las marcas y abanderado y defensor de los pelos en la espalda y la barriga cervecera, se veía amenazado. Poco a poco se definieron bien ambas partes, a muchas señoras les dio por pasar a su pareja al lado Metro, querían ser la Victoria de su marido, aconsejarles de cómo vestirse, peinarse y recortarse la barba, fue un periodo claro de definiciones y posicionamientos: algunos habían encontrado su nueva “religión” con la metrosexualidad y otros luchaban para no ser cambiados o, simplemente, pasaban de todo.

Pero en este tiempo en el que los hombres se han dividido entre el bar y el centro comercial, parece que no está todo dicho. Aparecen nuevas tendencias y formas de vida y ya hace algún tiempo que se maneja el nuevo término que define los últimos cambios de la masculinidad: el SPORNOSEXUAL.
¿Qué sería entonces el sportnosexual si, en teoría, el metrosexual sería todo lo contrario al hombre típico (el de los pelos en la espalda y la barriga cervecera)? El spornosexual va a dejar atrás al metrosexual, ya que se trata de la fusión de deporte-porno-sexo, además de la preocupación extrema por mantener un físico impecable. Dicen que esta nueva especie masculina va al gimnasio de día, ve porno de noche y valora más el cuidado de su cuerpo que el de su ropa, “su obsesión gira alrededor de convertirse en una figura que tenga mucho trabajo físico y un poco de aspecto a estrella porno, lo que se traduce a ser todo un símbolo
sexual. Lo que si es importante resaltar, es que a este tipo de
Doble percepción del Spornosexual
hombre le interesa muy poco obtener reconocimientos por su capacidad intelectual
”, bueno, si tenemos en cuenta las horas que hay que dedicar en el gimnasio para conseguir una tableta de chocolate bien esculpida, eso dejaría muy poco tiempo para leer, por ejemplo. Ahora que están tan de moda los selfies y el Instagram, eso también ha tenido mucho que ver con la modelación de la personalidad
Sporno porque, si queremos comenzar a detectar a alguno de estos nuevos especímenes, no hay más que mirar en la red social de fotos por excelencia y allí, de vez en cuando, se pueden dejar caer tipos que se autoveneran tanto que se fotografían muy ligeritos de ropa, enseñando las horas que invierten en el gimnasio, además, son amantes de los tatuajes y piercings, y como no, sus redes sociales se convierten en su principal ventana al mundo, su carta de presentación, y su mayor reto diario es sumar la mayor cantidad de Me gusta de sus selfies.

¿Son hombres enamorados de sí mismos, los spornosexuales? Por todo lo que les define, el alarde social que hacen de ellos mismos y el tiempo que dedican a su imagen, me viene a la mente una especie de Cristiano Ronaldo, por lo que creo que sí, deben de tener una sólida, perfecta y feliz relación con ellos mismos y que puede que dure hasta que la ley de la gravedad gane terreno y no puedan hacer nada por mantener esos músculos firmes, porque la edad también les llega a los spornosexuales.

 Y, ¿qué opinan las mujeres? Está claro que si hay Spornos y están creciendo tanto (vista la revolución en las redes sociales), es porque este tipo de hombres gustan. Yo solo puedo dar mi opinión y lo que pienso es que no me gustan los hombres que van más depilados y cuidan más la imagen que yo y detesto el narcisismo de esos selfies subidos por ellos mismos, con todo el paquetorro insinuándose en la imagen y con postura de Hulk en proceso de conversión. Yo creo que tiene que haber un término medio para todo y también con esto: el hombre debe cuidarse, sí, no nos gustan que huelan a marrano y vayan con aspecto desaliñado, y la barriguita cervecera con un poquito de ejercicio (que nos viene siempre bien a tod@s) se puede controlar, pero creo que el culto al cuerpo en exceso puede llegar a ser enfermizo, insoportable y poco natural.

jueves, 20 de octubre de 2016

La empresaria rural existe

Si a algo hemos aprendido la sociedad es a dedicarle un día al año a diferentes causas que requieren de concienciación por parte de todos o de defensa o simplemente para conmemorar, mira por donde hoy me he enterado que es el día internacional del chef y el día mundial de los estadistas. Hablando ya en femenino (que es lo que nos mola aquí), tenemos el Día de la mujer trabajadora, el Día mundial contra el cáncer de mama, que ha sido ya ya, y el otro día, concretamente el pasado 15 de octubre, descubrí que existe una fecha para la mujer rural. De lo que se entera una, ¡siempre hay cosas por conocer!

Habrá quien lea esto y piense, ¿ahora te enteras? Pero mira, esto se me había escapado y que queréis que os diga, me hizo ilusión, porque parece que todo lo que tiene que ver con la ganadería y la agricultura se asocia a la figura del granjero curtido y sudoroso montado en su tractor, estereotipos todo, y sin embargo, la empresaria rural es un ejemplo de trabajadora más y un buen reflejo de lo que puede ser la innovación y el adjetivo “emprendedora”. Pero por otro lado también es cierto que las empresarias rurales son las trabajadoras invisibles del mundo. ¿Acaso alguien se imagina que un negocio de huevos ecológicos o de aceite de oliva lo puede llevar una señora? Puede ser que poca gente se imagina a una mujer curtida y sudorosa subida a un tractor, pero claro, esto es otro estereotipo más, ¿quién dice además que el negocio rural se dirige sentada en un trasto de esos?
Otro estereotipo que nos debemos quitar de encima es que por empresaria rural no solo se entiende que sea la dueña de una casita/alojamiento con piedra lucida y geranios en las ventanas, que recibe a sus huéspedes en la entrada de un pueblo. No. Además de las casas rurales, existe el comercio de huevos ecológicos, miel,

aceite, repostería artesana, ganadería, carnes orgánicas, cooperativas, cosecha de hortalizas en huertos también ecológicos, restaurantes de comida casera… Según los datos de webartemur.org, el portal comercial de las mujeres rurales emprendedoras (en toda España), los sectores de agroalimentaria, viticultora, turismo rural, repostería, ceramista, cosmética, textil, orfebrería, pintura, manualidades y no sé si me dejo algo más, están representados y dirigidos por mujeres, siendo Andalucía la comunidad autónoma que más empresas registra, 35; le sigue La Rioja con 29 y Extremadura con 25, pero todas las zonas rurales de España tienen el
sello femenino en cada uno de sus rincones, eso es muy bueno.


Este es un buen ejemplo, y nunca mejor dicho, de que quien siembra recoge; un cúmulo de esfuerzos e ilusiones que poco a poco van dando el lugar que se merece a las mujeres que durante toda la vida han trabajado en el campo, en los pueblos y en las granjas, ayudando a su marido o en el negocio familiar porque era “lo que tocaba hacer” y que cada vez ven como una oportunidad de emprender, progresar y obtener independencia económica y autorrealización sin tener que salir del entorno rural, un entorno que siempre se le ha atribuido al hombre, aunque ellas siempre estaban ahí, detrás.

martes, 4 de octubre de 2016

La clara y la yema

Si hace ochenta años se les hubiese dicho a las mujeres españolas, por aquel entonces vetadas en las urnas electorales, que en éste último año podrían votar hasta en tres ocasiones (hasta aburrirse y llegar al punto de no querer pasarse ni por los colegios electorales), esas mismas mujeres no se lo creerían, no saldrían de su asombro, es más, pensarían que nos estaríamos cachondeando de ellas y con razón. Porque, amigas mías, fue en los comicios de 1933 cuando las mujeres españolas emitieron por primera vez su voto en unas elecciones generales, durante la II República. Dos años antes, en 1931, a la Constitución republicana no le quedó otro remedio que reconocer este derecho entre sus artículos, y todo gracias a la lucha constante de una mujer: Clara Campoamor. Y es que a nosotras, las mujeres, en insistentes no nos gana nadie, aunque nos lo pongan difícil yo creo que incluso nos ponemos más pesadas.

Resultado de imagen de clara campoamor y victoria kent
Clara Campoamor y Victoria Kent
Y difícil estaba la cosa por aquellos tiempos, con solo tres diputadas en la Cámara, ¡tela marinera! A parte de la Campoamor, militante del Parido Radical, las únicas que representaban a la mujer eran Margarita Nelken, que si levantara ahora la cabeza y viera cómo andan ahora las cosas en su partido, el PSOE, la volvería a agachar, ipso facto; y, por otro lado, Victoria Kent, del Partido Radical-Socialista. Pero a pesar de ser pocas, si añadimos que encima no estaban de acuerdo, menudo panorama. Lo cierto es que si Campoamor defendía el sufragio universal, Kent y Nelken no lo tenían tan claro; éstas dos últimas pensaban que si se deseaba que el proyecto político republicano se consolidara, lo de darle a la mujer la "oportunidad" de votar podía, digamos, estropearlo. Concretamente, la Kent tenía sus miedos en cuanto a que la mujer española de la época, sometida al sistema patriarcal, la iglesia y la educación conservadora, no estuviese a la altura de las circunstancias y echase por tierra ese proyecto político que tanto defendía por ser progresista y moderno.
Pero, ahora digo yo, ¿qué tiene de progresista y moderno no conceder ese "beneficio de la duda" a la mujer española de la época? Es como si, y perdón por esta comparación tan simplona, una hija adolescente le pide a sus padres ir a la discoteca por primera vez, habrá que darle un voto (y nunca mejor dicho) de confianza, ¿no? ¿Cómo sabrían entonces los padres si su hija adolescente está a la altura de las circunstancias?
Pues teniendo en cuenta que "la mujer de la España de la época" es precisamente esa "hija adolescente", y que en este caso no se trata de negociar con los padres, sino de verse representadas por políticos que se supone que son elegidos por el propio pueblo para velar por tod@s ell@s, es evidente que en la Cámara hubiese discrepancias ante la postura de la paternalista (en esta cuestión) Victoria Kent. Fue Clara Campoamor la que, desde que ocupara su escaño, puso todo su empeño en conseguir que la mujer tuviera los mismos derechos que los hombres, en contra de su partido primero, en contra del Congreso después y en contra de su única y posible aliada feminista, que debería ser lo que más le jodería. 
Hubo un debate entre estas dos mujeres sobre el tema del voto femenino el 1 de octubre de 1931, una decía que se debía aplazar esta decisión, la otra que no, que se trataba de un derecho histórico, y mientras estas dos mujeres mantenían un debate dialéctico sobre lo que era mejor para la mujer, siendo directas y honestas entre ellas y teniendo ambas en común el ser feministas, sin entrar en quién de las dos defendía la postura correcta, el hecho de que Clara defendiera el sufragio femenino y de que Victoria se opusiera, provocó muchas burlas, generalmente propiciadas por los medios de comunicación, porque hay cosas que ni en ochenta años cambian. Se pudo leer en los periódicos comentarios como "dos mujeres solamente en la Cámara, y ni por casualidad están de acuerdo", o "¿qué ocurrirá cuando sean 50 las que actúen?", el presidente Azaña definió la situación como "muy divertida". Incluso se las llegó a rebautizar a ambas políticas como "La Clara y La Yema", tan propio del humor masculino.
Es irónico todo aquel circo que se montó entorno al debate de estas dos señoras, carne de burla principalmente para los hombres, cuando son precisamente ELLOS los políticos, antes, ahora y siempre, los que pierden los papeles, se destripan y se sacan los ojos cuando se enfrentan en el Congreso y algunos son incapaces de sentarse aunque sea a dialogar con su opositor, dejando a un lado las discrepancias ideológicas o la imagen que deben mostrar ante sus militantes. Ellas demostraron que no compartían opinión en el tema del sufragio, vale, pero estaban por encima de todo eso, anteponían el buen diálogo.
La clara y la yema, al menos, cuando se bate bien el huevo consiguen unirse y se puede cocinar un plato medianamente decente, cosa muy difícil de ver hoy en día entre nuestros políticos.