miércoles, 21 de agosto de 2013

Amanda en biquini

El otro día, mientras ojeaba las páginas del diario INFORMACIÓN, me llamó mucho la atención el artículo de Gerardo Muñoz, en el que nos hacía recordar la, por entonces, escandalosa noticia de la que éste mismo diario alicantino se hacía eco en su portada del 3 de julio de 1951. En él, apareció la siguiente nota del Gobierno Civil del día anterior: «Ha ingresado en el Reformatorio de Adultos para cumplir 15 días de arresto gubernativo la vecina de esta capital Amanda Segura Hernández, que fue sorprendida por la guardia municipal en la playa del Postiguet usando traje de baño inmoral, contraviniendo con ello las normas dictadas sobre el particular por este Gobierno civil, y que desobedeció al agente actuante cuando la requirió para que corrigiese su actitud. Lo que se publica para conocimiento general». Pocos días antes, el 20 de junio, en el mismo periódico se publicaron unas declaraciones del alcalde alicantino en las que recordaba las normas que debían respetarse en las playas, ya que «en la temporada de baños debe resplandecer la moralidad pública».
Ocho años después de que fuese arrestada la alicantina Amanda Segura por llevar «un traje de baño inmoral» y siete de que se permitiera el uso del biquini en Benidorm, la normativa alicantina no había cambiado lo más mínimo, (teniendo en cuenta que la primera ordenanza reguladora de baños de mar en Alicante es de 1821) ya que el bando ciudadano continuaba recordando que el gobernador civil había PROHIBIDO RIGUROSAMENTE (así, en mayúsculas): «El uso de prendas de baño que resulten indecorosas, como las llamadas de dos piezas para las mujeres y slips para los hombres. Aquellas deberán llevar cubiertos el pecho y la espalda y usar faldillas, y éstos, pantalones de deporte». ¿Pero qué tipo de «traje de baño inmoral» era el que llevaba puesto Amanda? Aunque era alicantina y no una turista extranjera, por la época y por la severidad de la sanción lo más probable es que se tratara de un biquini.
Ésta prenda, creada por el ingeniero francés Louis Réard en 1946, que causó tanto furor durante tantos años, merece que le dediquemos un post a parte, ya que hay muchas curiosidades que contar sobre el biquini. Pero no dejemos de recordar a la hasta ahora desconocida Amanda Segura, para mí al menos, como la Micheline Bernardine alicantina, que decidió ponerse éste traje de baño en una época equivocada y sin duda, debido a la dictadura franquista, en el lugar equivocado. Pero estoy segura que este “incumplimiento de las normas morales” fue un pequeño paso con el que Amanda contribuyo a la parsimoniosa liberación de la mujer española.

domingo, 11 de agosto de 2013

Odisea en el gimnasio

El gimnasio, un lugar que cada vez está más de moda. Hoy en día si quieres hacer deporte ya no sirve salir a correr o hacer abdominales en casa. Ahora si quieres hacer deporte, mejor hacerlo con estilo: plantarse unas deportivas y un conjunto espléndido para hacer deporte y llenar una bolsa con un montón de cremas cosméticas, jabones y mascarillas para el post-entrenamiento. Porque también es cierto que en el gimnasio, al menos las mujeres, solemos estar una media de dos horas: una para hacer gimnasia y otra para el ritual del acicalamiento en el vestuario.
Está claro que ir con un grupo de amigas o juntarse y ver a otra gente en una sala de maquinas o una sesión de body pump es un buen aliciente para obligarse a hacer varias horas de deporte a la semana, ya que hay veces que, para qué negarlo, cuesta y más cuando tienes jornada laboral incluida. Pero cuando vas por libre, la cosa se complica. Yo antes iba al gimnasio, disfrutaba con la clase de spining en concreto y con muchas otras también. Iba sola porque mis amigas o no tenían tiempo o no coincidían conmigo en horarios, pero yo tenía mucha fuerza de voluntad, y a pesar de no ir con un séquito de amigas, ahí estaba, dándolo todo en el gimnasio.
Al principio la cosa iba bien, era un gimnasio de barrio y no éramos muchos socios apuntados, tal como a mí me gusta. Pero a medida que se fue popularizando, notaba que cada vez me costaba más llegar a tiempo para apuntarme a una clase: cuando llegaba a las 9:10 para cambiarme y anotarme en la lista de una clase de aforo limitado, resulta que ya se me habían adelantado un grupo de mamás que, astutamente, antes de dejar a los niños en el cole entraban al gimnasio y se apuntaban en la clase o simplemente entraba solo una de ellas y registraba a diez amigas. Ir en grupo tiene muchísimo poder… Después de varias veces pasándome lo mismo decidí cambiar de “aires”, ya que no iba a presentarme en la recepción del gimnasio a las 8:30 para asegurarme una clase que tendría lugar una hora después, ¿qué habría hecho en todo ese rato pudiendo dormir un poco más? Así que me decidí a probar las máquinas, que es un poco más aburrido que las clases en grupo, pero con la música del mp3 se arregla todo. El caso es que estoy en una máquina de fortalecer brazos a ver qué tal va y en eso que se me planta un tío de estos cachas (“cruasanes” es como los llamo yo) al lado mía. Yo miro de reojo pensando que igual quiere coquetear, ¡si me puse nerviosa y todo! Pero al poco rato ¡zas! Me entero de las verdaderas intenciones cuando me dice: ”¿Te falta mucho? Es que ahora me toca estar aquí”.
¿Perdona? Ahora resulta que como yo no llevo una tabla de entrenamiento que me dice a qué máquina me toca ir, tengo que levantarme como si nada y cederla ¿no? Y además no se puede cambiar el orden de la tabla, se ve que los cruasanes son un poquito cerrados. Para más inri, mientras el chico ese me decía aquello, a la vez me miraba con cara de “qué haces aquí, tu deberías estar en clase de spining, con las mamás”. Así que al final me harté, y a pesar de resultar más glamuroso ir a un gimnasio, decidí que para no pasarme las mañanas cabreada mejor sería que me fuera a caminar, a nadar a la playa o cualquier cosa, aunque suene menos chic. Total, al final lo que una busca es estar activa y sin dolores de cabeza mucho mejor.