lunes, 28 de enero de 2019

Leer no está de moda

Tristemente, en estos días me he dado un hostiazo de realidad y he descubierto que LEER NO ESTÁ DE MODA, o puede ser que ya lo supiera pero no quisiera verlo, cuando algo te apasiona y te aporta tantas cosas buenas no quieres pensar que es una minucia para muchísima gente.
Imagen relacionadaEstá claro que existiendo los canales de YouTube, las plataformas de series de TV y los realities en directo a lo Kardashian, eso de coger un libro debe de dar una pereza descomunal: leer y tener que imaginar uno lo que lee, es agotador cuando te lo pueden dar todo hecho. En las últimas noticias que voy siguiendo he podido leer (sí, leer) que últimamente a librerías castizas de Madrid y Barcelona les está tocando ya bajar sus persianas de forma definitiva porque no venden. Siendo un poco más banal, incluso las revistas de cuore están tocando sus horas más bajas: el sábado fui al kiosco a comprarme una de cotilleo (con esto de ser madre hacía tiempo que no marujeaba sobre la vida de JLo, Paula Echevarria, Rihana y toda esa gente), lo reconozco, gusta alimentar de vez en cuando mi lado chafardero, aunque sea a base de letras. El caso es que fui al kiosco y le pedí al kiosquero la Cuore, pero lo pensé mejor y, para comparar portadas le dije que me sacara también la InTouch, "¿InTouch? Pero si esa ya no existe" me dijo mi colega el Kiosquero, y a partir de ahí comenzó con un monólogo sobre la desaparición de periódicos y revistas porque la gente no es que ya no quiera comprar publicaciones en papel, lo que ocurre es que la gente YA NO LEE. Lo cierto es que el hombre no iba muy desencaminado...
Por suerte, Twitter e Instagram son unas grandes plataformas para que el tema literatura y la prensa sigan en boga. Incluso da la oportunidad de que los escritores nóveles nos anunciemos por la red, luego ya te hace caso quien quiere, claro. Pero si no eres Beta Coqueta, la último premio Azorín o una Marian Keyes también lo tienes difícil. Tan difícil que ni siquiera regalando literatura la gente se apunta: hemos llegado a un punto en que una cuenta de tendencias puede hacer un sorteo de dos botellas de vino y todo el mundo se apunta como locos para participar, pero si se hace la misma publicidad con dos novelas de un autor o autora desconocidos, no se apunta ni el tato, ¿por qué? Porque leer, amig@s mi@s, YA NO ESTÁ DE MODA. ¿Acaso lo ha estado alguna vez? quiero pensar que sí. Quiero creer que hubo un tiempo en que la gente valoraba más el arte de la página escrita que el arte de promover challenges en la red.
Llamadme sentimental, gritadme "anticuada", pero soy de esas personas que aún cree que leer libros es el pasatiempo más hermoso que ha creado la humanidad.

domingo, 13 de enero de 2019

L@s amargad@s en red


Si hay algo que consiguen las épocas de máxima demostración de sentimientos y acciones en tiempo real, como es la Navidad, es el descubrimiento de es@s amargad@s en potencia que aprovechan las situaciones de celebración y felicidad de unos para buscarles un defectillo y amargárselas.
Estamos de acuerdo en que las redes sociales hay que utilizarlas con sentido común y que cuando publicas te expones a recibir todo tipo de comentarios, buenos y malos. Pero los hay (comentarios) rebuscadamente dañinos. Si llego a un punto en que no me gusta o no comparto ciertos aspectos del perfil de Facebook de alguien, lo bloqueo, dejo de seguirlo, lo ignoro o le rebato su idea con una respuesta coherente y sustentable. Pero es que hay gente que está esperando cualquier ocasión para “amargar” el momento de alguien; ejemplo: te vas a pasar el día al safari y te haces una foto dándole de comer a la jirafa, la cuelgas al Instagram con sus hastags y demás, obtienes muchos likes y algún que otro comentario gracioso, hasta que el amargao de turno aparece con alguna acusación del tipo “estás fomentando el maltrato animal mediante la explotación de su imagen bla, bla, bla”. ¿Vamos pillando el concepto de “amargaos en red”?
A mí me han intentado buscar las cosquillas criticándome por colgar una foto de una casa del Sacromonte de Granada con un pequeño grafiti o por compartir la famosa imagen del marinero y la enfermera de Times Square en el día mundial  del beso, por motivos que educadamente rebatí. Esos hechos me hicieron pensar “Joder, sí que influyen las cositas que comparto en Instagram en la gente, cuando intentan montarme un debate/denuncia por algo tan inocente…”. Pero bueno, son cosas inevitables que hay que tomarlas con humor.
Lo que sí que me tocó la moral fue un mensajito de esos “bomba”, de los que van dirigidos a nadie en particular y a tod@s en general, como una lanzada de piedra y escondida de mano. Fue uno de esos que te encuentras por casualidad en el muro de Facebook, en este caso, el amargao de turno criticaba a todas esas personas que tenían hijos y que los sometían a la fiesta de la Navidad (como si fuera una tortura), iniciándolos en el consumismo sin sentido, a practicar tradiciones religiosas y a tenerlos viviendo en una mentira. Eso sí que me hinchó las narices, en primer lugar porque cada un@ celebra las tradiciones que le da la gana y sin tener que estar ofendiendo a nadie por ello, vamos que no creo que ver una cabalgata de Reyes o comerse un roscón con chocolate, entre otras de esas costumbres, haga daño a nadie; en segundo lugar, nadie es nadie para juzgar quién actúa de forma consumista en su casa, si un padre o una madre quiere hacerle un regalo a su hijo o unos amigos quieren reunirse para celebrar un amigo invisible, una pequeña ilusión al final de un largo año es más inofensiva que muchos de los actos diarios de otras personas; y en tercer lugar, esa persona que dice que tenemos a nuestros hijos viviendo una mentira, me gustaría verla por un agujerito cuando tenía 5 años, cuando todavía creía en la magia y en las cosas imposibles y cuando la ilusión por las noches mágicas de la Navidad eran más fuertes que ese amargamiento de ir contra todo el mundo.
Lo siento, pero creo que este post de hoy lo estoy utilizando a modo personal para desahogarme ante tanta gilipollez de gente que, vale, puede que algunas veces tengan razón y sea necesaria una denuncia social, pero que generalmente parece que les de rabia ver que a otras personas les van bien las cosas e incluso en muchos momentos llegan a sentirse felices en este mundo cada vez más difícil de conseguir esa felicidad, y que no les queda otra que andar haciendo guardia en el muro de Instagram o Facebook para analizar las vidas ajenas y preparar sus catapultas destructivas para intentar (lo que no quiere decir que lo consigan) empañar esa felicidad, ese momento de inspiración o esos ideales de inocencia.
Amargad@s en la red, por favor, tomaos un descanso y utilizad esa energía en cosas realmente productivas y que aporten algo a todos, no solo a los minoritarios intereses subjetivos y a unas mentes que, aunque aparenten ser hippies, son tan intolerantes como las de cualquier extremo.