miércoles, 22 de diciembre de 2021

mi propia lotería

No creo en la suerte, es más, me considero pesimista por naturaleza, pero la contradicción también es mi fuerte, por eso siempre, aunque grito un "No" rotundo, estoy pensando en voz baja un poquito de "Si". 
Sin embargo, hay cosas para las que tenemos la suerte ya echada...
Por muchas vueltas que le dé, siempre abro la caja de los medicamentos por el lado en el que va el prospecto. La botella de butano se queda sin gas cuando estoy a mitad de ducha. Este verano he comprobado que los pocos días que me he decidido ir a la playa, o hacia fuerte aire de levante o la mar tenía más mierda que el palo de un gallinero. Cuandovoy a prepararme el café siempre le queda un culito de leche al tetrabrick. La Tassimo siempre explota o se queda sin agua o le sale la luz de limpiar el filtro cuando más prosa tengo. Nunca hay talla 41 en las zapaterías, al menos de los zapatos que me gustan; lo mismo ocurre con la talla 36 de pantalón y la S de camiseta. Si me desvelo a las cinco de la mañana ya no hay nada que hacer, el sueño no vuelve. Cuando más lo necesito, no hay vino. La naturaleza me ha proporcionado una destreza sorprendente para aprender lenguas muertas, pero en lo referente a las matemáticas necesito la calculadora hasta para dividir cantidades cortas. Si me decido a  tomar el bus llevando a la niña en carro en vez de en manduca: los espacios reservados para carros están ocupados, por lo que toca esperar otro autobús. Tengo una salud de hierro, no me pongo mala por nada del mundo, aunque el día que me abran en canal no quiero saber lo que tendré ahí... Eso de no tener ni un billete en el monedero a la hora de pagar ( pero si deje uno ayer!) y tener que rascar céntimos y que no me llegue, eso me pasa mucho. Cuando era jovencita ni olía el chocolate, ahora no puedo pasar un día sin meter cacao y avellanas en el cuerpo. Accion-reaccion para todo en la vida, a veces las reacciones llegan precipitadas y me invade el sentimiento de culpa. Después de haber subido la dosis de café a tres tazas por día, creo que ha llegado el momento de buscar.
Mi lotería la gano todas las noches leyendo o viendo una serie tranquila, antes de dormir; los momentos esos de la mañana en los que puedo permitirme "un ratito más"; creando en mis libretas, en mi teclado; en los abrazos de mis niños y de mi chico; tomando una buena copa de vino en una terraza, acompañado de algo bueno: jamón, ensaladilla, oreja; perdida durante unos días en mi pueblo...
Todos los años me digo que no compraré lotería de Navidad, la única que compro durante el año, pero siempre termino acumulando décimos y aquí estoy, plantada frente al televisor sabiendo que no me va a tocar un *uto euro. Eso sí, salud que no nos falte.

domingo, 19 de diciembre de 2021

La peor madre del mundo

A veces pongo la TV en piloto automático para que el niño se quede pasmado mirando los hipnotizantes dibujos de Pocoyó, otras veces, cuando me levanto por la mañana, la enciendo con el volumen muy bajito para que ninguna de las dos fieras se despierte y me dejen un ratito de paz. Hay días en los que no me apetece pelearme por la comida y repito menú de pasta/arroz/nugetts/pizza y omito las verduras, para que el niño coma a gusto y tengamos una sobremesa tranquila. Más de una vez me he hecho la sorda cuando el niño o la niña me llaman por la noche: existe la posibilidad de que se cansen y sigamos todos durmiendo, aunque si no es así me levanto... pero solo para no tener quejas de los vecinos en las reuniones de comunidad. Reconozco que continuamente entro en el juego, en el pulso de "a ver quién gana" con mi hijo, solo por empeño de querer llevar la razón. Las frases "o haces eso o te quito el cochecito", "o haces esto o vas a la silla", "o haces esto o a tu habitación" son tan tentadoras. Desde que ha comenzado el curso escolar creo que solamente he accedido dos veces a la web familia del cole, paso del grupo de madres de WhatsApp y me escaqueo de los llamamientos para colaborar con la AMPA. Los trabajitos del cole termino haciéndolos yo. Soy de las que van al parque para dejar al niño jugando y así mirar el móvil sentada en un banco. Suelo alargar mis momentos de ir al baño más de lo necesario, incluso cuando la niña se pone a llorar. He descubierto que abreviar los cuentos vale igual que si contarás la versión larga. Me encanta eso de educar "en positivo" pero recurro fácilmente a la amenaza. Si, engaño al niño de vez en cuando diciéndole que "son ya las diez, a dormir" y ni siquiera son las nueve. Me declaro culpable de utilizar el chantaje emocional, le encuentro gustillo a eso de que el niño se sienta culpable y vaya corriendo a abrazarme y hacerme carantoñas, "¿Estás bien mami?". A veces me imagino cómo sería mi vida si hubiese escogido ser una Carrie Bradshaw en versión cutre. Me da miedo llevar a los niños al médico, hasta el punto de plantearme no llevarlos y consultar con Lucía mi pediatra, cuando están malos y que el médico me diga que nos quedemos una temporadita en casa sin salir. A veces le compro una bolsa de gusanitos para que se "porte bien". Grito y me arrepiento de haber gritado. El niño está empezando a soltar tacos y sé que es porque se me escapan a mí. Hay días en que pienso en cuando salía de fiesta con las amigas y deseo estar en ese momento. En el cole nos piden que no pongamos comida industrial, que la comida casera es lo mejor, pero yo no tengo tiempo de hornear galletas. A veces me saltó el día de ducha o no les limpio las orejas o se me olvida cortarles las uñas hasta que parece que tienen garras de alcón...
Soy la peor madre del mundo.
Pero les quiero tanto...

martes, 14 de diciembre de 2021

Curar el alma

Ayer abrí las noticias del móvil con el titular de la muerte de la gran actriz Verónica Forqué. De esas artistas que siempre tienes en mente, cuyo nombre no olvidas, porque tienen esa particularidad innata, esa "puesta en escena" en la vida, una actitud que parece propia de un personaje de cine hiperbolizada por sus particularidades, sus gestos, su voz... Esas cosas que definen a a las personas y que nos distinguen, que hacen que haya quien nos pase "sense pols ni remolins" en la vida y quien por el contrario, nos sorprenda. 
En este caso, esa voz, angelical, esa forma de actuar de mujer delicada, ingenua, infantil, esa esencia hace que Verónica Forqué no pasara nunca desapercibida.
Yo no soy muy fan de Masterchef, no seguía las últimas apariciones de esta mujer, pero siempre la recordaré como esa madre de Pepa y Pepe, su actuación de viuda luchadora en Tiempos de Azúcar, o la caracterización que hizo de la perrita Dafne en Mira quien habla ahora poniendo su voz, esta última puede que no sea su pelicula más destacable, pero es de esas que me harté a ver en mi infancia y tengo un recuerdo tan bonito.
Y ahora es cuando una piensa: qué la llevó a decir "hasta aquí", se supone que los artistas llevan una vida aderezada, que siempre tienen muchos proyectos y poco tiempo para pensar en si su vida tiene sentido... Pues no es así, eso solo sería una idea preconcebida, ya se ha visto en tantos artistas que la depresión se sufre en silencio y que el suicidio llega de forma inesperada. Pero no nos equivoquemos, el suicidio es como la recta final de un cáncer, solo que el proceso para llegar ahí no siempre se ve. 
Vivimos en una sociedad frívola, más ahora con el mundo del postureo, de los likes, de esa maldita losa de aparentar siempre la mejor cara de uno mismo. No estamos preparados para hablar de depresión y de suicidios y llegar a buen termino... O sí. Tal vez sea más necesario de lo que pensamos hablar de ello.
Hemos pasado un periodo muy duro de pandemia, de confinamientos que han ocultado tras las paredes de las casas las soledades y dolores más atroces, el índice de suicidios ha crecido incluso en las personas más jóvenes. 
Se ha trabajado para buscar la vacuna para los efectos de una enfermedad física. Sin embargo, la enfermedad del alma que agrava a las personas más frágiles y que se desata con detonantes como la soledad, la muerte a nuestro alrededor, la precariedad, la ansiedad, la desazón que acompaña durante toda una vida... y qué sé yo cuantos motivos mas, esa enfermedad, vaya, más que buscarle remedios se intenta esconder, como tantas otras cuestiones que afectan a tantos pero que tan "feas" quedan de cara a la sociedad. Especialmente, a las mujeres con esa sensibilidad que las lleva el plantearse esa cita con la muerte se las llega a etiquetar de estrambóticas, débiles, enfermizas, dependientes, poco cuerdas o se llegan a definir como "muy místicas", raritas, loquitas... Más prejuicios, más estereotipos, más ideas preconcebidas. ¿Por qué resulta tan fácil etiquetar y tan complicado empatizar? 
¿Por qué nos prohibimos ciertos temas? ¿Por qué no intentamos conocer lo desconocido? 
No hay más que ver titulares "ha acabado con su vida", es la forma más sutil de decir lo que ha pasado, la palabra "suicidio" cuesta decirla, como que parece que ofende al muerto; pero tal vez sea cómo el muerto desee que se mencione a su final. 
Pasaportes covid, repuntes, contagios, campañas de vacunación ... Si, todo eso está muy bien, pero no olvidemos esa otra parte del "yo", que necesita una cura mucho más complicada, aunque también más sencilla, según como se mire. Curar el alma, o al menos intentarlo, no olvidar a esas personas que piden ayuda a gritos, aunque en el más profundo silencio.