miércoles, 5 de marzo de 2014
Algo prestado
Tras dejar atrás los premios Goya, los Golden Globe, etc etc y tras celebrarse la esperadísima ceremonia de los Oscar, ya hemos pasado suficiente resaca de galardones, firmas de alta costura y poses y paseos por alfombra roja, (incluso selfies memorables!) nos hemos informado bien en las revistas de todos los detalles de los premios y, sobre todo, nos hemos quedado maravilladas con muchos de los vestidos que han lucido las celebridades en cada evento.
Yo estuve ojeando esta mañana una revista en la que salían todos los pormenores sobre la gala de los Oscar, me encanta, es que no lo puedo evitar y tampoco puedo evitar sentir una especie de envidia sana cuando veo el modelazo de Prada de Lupita Nyong´o, imaginándomelo cómo me quedaría a mí.
Pero en fin, vamos a poner una dosis de realidad al asunto, esos vestidos y complementos de grandes firmas cuestan varias cifras de miles de euros, no pensemos que aquí las actrices se compran un Dior o un Armani Privé para según qué ocasión. Las grandes firmas de alta costura son quienes buscan a las actrices y les ofrecen sus obras de arte para vestir y, según el caché que en ese momento tenga la actriz, dispondrá de más o de menos trajes para su elección. Por ejemplo, en los Oscar que es lo más reciente, seguramente a Jennifer Lawrence, que estaba nominada a la mejor actriz de reparto y es la chica del momento en Hollywood, le ofrecieron más opciones de
vestuario que a Anna Kendrick, cuyo status como celebrity es más bajo. Cuando leemos en los pie de foto de las revistas “Jennifer Gadner iba vestida por Oscar de la Renta, con clutch de la misma firma y tacones de Brian Atwood”, el vestido no es suyo, pero el bolsito de mano y los tacones tampoco. Ellas, digamos que son la valla publicitaria, esas noches de premios son el foco de atención de ojos, fotógrafos y cámaras de televisión en todo el mundo y los diseñadores las “alquilan” prestándoles el producto para anunciarlo y hacer publicidad de la marca.
Las estrellas de Hollywood son unas cenicientas modernas: por una noche lucen trajes, zapatos y joyas que están fuera del alcance de muchas manos, cegándonos con su pompa y esplendor de reinas de alfombra roja, pero después tienen que desprenderse de todo ese lujo y devolverlo a los almacenes de donde han salido, al fin y al cabo, solo es algo prestado, eso sí, la noche no les ha salido tan cara como pueda parecer. El resto de mortales, para ir a la boda de una amiga, nos conformaremos con comprarnos un vestido normalito de una boutique asequible, que rentabilizaremos poniéndonoslo en otras fiestas, zapatos de la tienda del barrio y puede que nuestra madre nos deje unos pendientes y gargantilla a juego. Pero nos consuela, al menos, poder decir que es nuestro.
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