martes, 11 de marzo de 2014

Trabajadoras somos todas

Esta vez, con toda la intención, he preferido no anticiparme hablando del día de la mujer trabajadora antes del 8 de marzo. Todos sabemos lo que simboliza esta fecha, lo que ocurrió en aquella fábrica en 1911, los movimientos feministas que se sucedieron después… Las hay quienes piensan que, este día celebramos algo triste, porque es un modo de recordar que las mujeres todavía tenemos que luchar mucho, que si realmente estuviéramos en igualdad de condiciones que los hombres no haría falta celebrar el Día de la Mujer Trabajadora y, por lo tanto, más que una celebración, es un recordatorio de la injusticia y desigualdad que aún prevalece.
Pero también se puede analizar desde otra perspectiva. En mi opinión, el 8 de marzo es una fiesta, y con esto no intento quitarle importancia a la cantidad de mujeres de todo el mundo que, a día de hoy, carecen de derechos y oportunidades ya sea nivel personal, social, político o cultural, el problema sigue estando ahí y no hay que darle la espalda. Pero también pienso que lo que se ha logrado hasta ahora, también merece una conmemoración, un recordatorio para que sepamos que luchar vale la pena, se consiguen cosas. Además, el Día de la Mujer Trabajadora, no solamente se honran los logros de la “curranta” remunerada, hay muchas manifestaciones de trabajo. Precisamente, este sábado pasado, 8 de marzo, como se lleva varios años haciendo, en mi pueblo se organizó una comida para todas las mujeres que somos allí, en total éramos unas sesenta y pico (del pico ya no me acuerdo), nos dimos un buen banquete, se nos obsequió con un detalle a cada una, hubo risas, cubatitas, actividades de baile… en fin, una maravilla (es que en mi pueblo somos pocos, pero nos lo montamos muy bien).
Pero a lo que voy, en ese montón de mesas y sillas que ocupábamos todas, habíamos jóvenes, no tan jóvenes y ancianas, un gran abanico generacional de mujeres reunido, y por supuesto, todas muy TRABAJADORAS. Y cuando digo TRABAJADORAS, es porque me refiero a todas las modalidades de trabajo que puedan existir. Estábamos las trabajadoras que tenemos la suerte de ser contratadas y pagadas, pero también estaban las amas de casa que cuidan de los niños, mantienen el hogar impecable y gestionan la economía doméstica; las abuelas que cuidan de sus nietos cuando sus hijos no pueden y que los domingos cocinan puchero para catorce personas; las estudiantes ilusionadas por formar parte, algún día, de un proyecto laboral interesante; las no tan ilusionadas que han terminado sus estudios y se encuentran con un panorama poco alentador, en el que tienen que recorrerse calles y más calles cada día, repartiendo currículums para poder hacerse un hueco en el mundo laboral y, a poder ser, de lo que han estado estudiando; el perfil de la mujer rural que tiene que ayudar a su marido en los trabajos del campo y que tras la jornada le tiene que sobrar tiempo para lavar ropa y planchar camisas… y así podría seguir contando las particularidades de cada una, esfuerzos personales que se traducen en trabajo al fin y al cabo, y que muchas veces la sociedad se olvida de agradecer. Por eso, no está de más que exista este día, no solamente para denunciar las injusticias que sufre nuestro sexo a nivel mundial, sino para recordarles a ellos y lo más importante, recordarnos a nosotras mismas, que trabajadoras somos todas.

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