jueves, 20 de marzo de 2014

Mujeres en el arte y el arte del poder

Sorprende comprobar que, durante siglos y siglos, las aportaciones de las mujeres como sujeto activo sean tan escasas en el mundo del arte cuando, como sujeto pasivo, son una de las principales fuentes de inspiración o musas, pocas han destacado en sus facetas artísticas llevando su propio nombre y las que sí lo han conseguido, les ha costado y bastante.
Centrándome en la pintura, hay muchos ejemplos, uno de ellos, el de Judith Leyster, de quien algunas de sus obras le fueron atribuidas al pintor Frans Hals, que utilizaba una técnica similar a la de ella, así, sin más. Lee Krasner firmaba sus obras con las iniciales de su nombre para que nadie pensara que se trataba de una mujer, así podría hacer mayores ventas. A la artista Margaret Harrison, la policía llegó a cerrarle una exposición en 1971 porque consideró "pornógrafica" su obra. En 1985 nace y acude al rescate las Guerrilla Girls, un colectivo de artistas feministas, cuyo objetivo era promocionar la presencia de la mujer en el arte. A lo largo de los años, expandieron su activismo a Hollywood y la industria del cine, la cultura popular, los estereotipos de género y la corrupción en el mundo del arte.
Las miembros del grupo originario siempre llevaban máscara de gorila y, ocasionalmente, minifaldas y medias de red, inventaron una combinación única de texto, contenido y gráfica que presenta los puntos de vista feministas con un humor descarado y divertido, fue un gran apoyo para las artistas del momento. Y ahora, la artista contemporánea se topa con un problema añadido: las que juegan a serlo y, además pueden. En la película La sonrisa de Mona Lisa, Julia Roberts decía que el arte no es arte hasta que alguien dice que sí lo es. Es una afirmación muy arriesgada porque, una obra artística la podemos encontrar en un cuadro, una escultura, un buen maquillaje, una coreografía de baile, un vestido, un grafiti… ¿quién tiene el poder de decidir si algo asciende a la consideración de “obra de arte”? Yo lo diré: el dinero. Y en este momento es cuando me explayo y me quedo tan ancha: Yoko Ono, todos la conocemos, más que nada, por ser la viuda de Jonh Lennon, pero ésta mujer ha hecho mucho de aquí y de allá, entre las artes plásticas y la música. Forma parte de la corriente del Arte Conceptual, que es un movimiento artístico en el que se defiende que las ideas son un elemento más importante que el objeto o su representación física.
Resumiendo, que una rueda de bicicleta sobre un taburete, un caballo colgando del techo o varias botellas llenas de coca cola a diferentes niveles… ¡es arte! Y seguro que debe costar mucho dinero. Arriesgarse y dedicarse a crear ese tipo de obras que, (en mi humilde e inexperta opinión) hacen daño a la vista, intentando ser reconocido en el mundo artístico, puede ser algo muy osado… ¡a menos que te llames Yoko Ono y pertenezcas a la aristocracia japonesa y su incondicional apoyo social y económico! Si no eres poderoso y con los bolsillos bien llenos, es muy difícil que puedas apreciar este tipo de arte tan estrambótico e incomprensible. Y con lo de Blanca Cuesta ya me quedé muerta. No porque la chica pinte mal, los cuadros que vi por televisión eran curiosos y estaban bien, aunque también debo decir que si los hubiese hecho un niño de cinco años, pero firmándolo ella, el éxito hubiese sido el mismo. Pero claro, si esa misma colección de cuadros la hubiese creado Desconocida Pérez, seguramente no hubiese tenido tanta facilidad de exponerlos en una galería madrileña y en el caso de que sí, no habría conseguido el record de la nuera de Tita Cervera de venderlos casi todos en un mes.
Entonces, las mujeres en el arte también sufren sus injusticias. Si eres una artista recién salida de Bellas Artes, ahora el problema ya no reside en las injusticias de género, sino de poder y clase social. Puedes ser una persona muy preparada y con muchísima creatividad, pero por delante de ti están ellas, las “yokoonos” de alta sociedad que necesitan buscar un aliciente en sus vidas con la ayuda y apoyo de gente de su mismo círculo. Así que el arte termina reduciéndose en eso, intercambio de favores, poder y dinero en un círculo cerrado.

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