miércoles, 28 de noviembre de 2018

El cuento de Barba Azul o cómo casarse con un desconocido


Recuerdo mucho el cuento de Barba Azul. ¿Os suena? Ese hombre con la barba de ese color, a lo Lucía Bosé, que inexplicablemente se casaba cada dos por tres con una nueva mujer porque, según él, la anterior había desaparecido o había muerto y nadie se molestaba en conocer el motivo de dichas desapariciones y muertes en profundidad.
En realidad, las esposas de Barba Azul, cuando éste se cansaba de ellas o ellas le desobedecían entrando a habitaciones prohibidas, con una llave mágica que las delataba volviéndose negra cuando era introducida en un cerrojo que no debía ser abierto, estaban recluidas en un calabozo del castillo del hombre de la perilla psicodélica. Bueno, mi abuela me contaba el cuento mucho más gore: las esposas eran decapitadas y sus cabezas se exhibían colgando del techo en una habitación cerrada a cal y canto, la colección de cabezas de Barba Azul.
El caso es que, cuando nos contaban esos cuentos nunca nos preguntábamos por qué las princesas se casaban tan pronto, casi sin conocer al marido o príncipe. Veamos, Aurora se enamora tras pasar un rato en el bosque con el príncipe; Cenicienta se casa solo porque su pie entraba en el zapatito de cristal, porque al príncipe solo lo conocí de un baile; a Blancanieves la despierta un desconocido con un beso, la sube a su caballo y se la lleva, ante la mirada atónita de los siete enanitos, los pajaritos y Bambi, ¡eso es acoso! Y se supone que estas chicas, a pesar de correr el riesgo de casarse con un desconocido, acaban bien, o eso es lo que nos quieren hacer creer, porque yo no he visto un cuento de Cenicienta diez años después.
Pero las chicas que se casan con Barba Azul no solo cometen el mismo error de casarse con él sin conocerlo, sino que además se trata de un asesino en serie, un coleccionista de víctimas ¿Es que les perdía el hecho de que estaba forrado de dinero y no podían ver más allá? Sin embargo, como al final, la última princesa, la que sobrevive, es salvada por sus valerosos hermanos, todo acaba bien. Ya no es que sea tan tonta de haberse casado con Barba Azul conociendo sus misteriosos antecedentes matrimoniales y sin haber tenido un par de citas antes para conocerse y esas cosas, sino que tiene que ser salvada por su estupidez por otros hombres: el hombre la toma, el hombre la intenta sacrificar, el hombre la salva…
Es tan contradictorio que nos embutan con este tipo de cuentos desde la más tierna infancia y que luego veamos a adolescentes enamoradas hasta las trancas de otros chicos el primer día de instituto y se las juzgue por eso. Los cuentos han creado monstruos, no en el sentido literal, pero sí en el sentido de normalizar ciertos clichés como el del amor romántico, que ya de por sí es fuertemente alimentado por las hormonas, la entrega incondicional a un hombre, la impunidad sobre ciertos actos de algunos hombres sobre las mujeres, la pasividad de ellas frente a su falta de libertad… y así se me ocurriría un largo etcétera para una ponencia sobre la estrecha relación entre la violencia machista y los cuentos de hadas.
He elegido, como cuento principal a destripar el de Barba Azul porque, a diferencia de los otros y a pesar de los estereotipos sexistas y del amor romántico, éste sí muestra un desenlace muy distinto al que nos tienen acostumbradas. Sin embargo, también digo que la princesa podría haber salido del atolladero de ese matrimonio tóxico por sí misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario