jueves, 31 de mayo de 2018

El piropo obrero español


¡Niña, con ese cuerpo, yo te hacia un traje de saliva! ¡Guapa! ¡Seguro que los que se hacen pajas pensando en ti, mueren de sobredosis! ¡Niña! ¡Estás más apretada que los tornillos de un submarino! ¡Señora! ¡Le cambio la hija por un piano y así tocamos los dos! ¡Bueno, que! ¿Digo alguna tontería o me la chupas aquí mismo? ¡Cada vez que te veo se me pone de venas como el cuello un cantaor! ¡Hay qué curvas! ¡Y yo sin frenos! ¡Miedo te tenía que dar, si supieras donde me cuelgo la toalla y el albornoz cada vez que pienso en tu cuerpo! ¡Morena! ¡Qué necesitas señalización! ¡Con tantas curvas que tienes! ¡Con ese culo te invito a cagar en mi casa! ¡Eso es carne y no lo que le echa mi madre al cocido! ¡Estás tan buena que te comía hasta con la ropa puesta, aunque pasara un mes cagando trapos! ¡Guapa! Yo si que te daba “raboterapia”¡Guapa! ¡Que buena estas! ¡Seguro que meas colonia! ¡Lástima que no seas un pollo para meterte el palo por el culo y hacerte sudar! ¡Morena! ¡Tienes dos ojos como dos sartenes, que cuando te los miro se me fríen los huevos! ¡Moza! ¡Si tu culo fuera un banco te la metería a plazo fijo! Preciosa! ¡Tienes mas polvos que las chanclas de Kung Fu! ¡Si fueras un bollycao me comería hasta el cromo, so guapa!  ¡Si fueses pa mi, te comería entera y me cosería el culo para no cagarte! ¡Rubia! ¡Con esa mirada tan dulce me dan ganas de chuparte un ojo!  ¡Sería capaz de follarme a tu perro para entrar en tu familia! ¡Tanta carne y yo en cuaresma! ¡Tienes un polvo que no te lo quita ni el “Centella”! ¡Tu padre debía tener el cipote como el cincel de Miguel Ángel para hacer semejante escultura! ¿Buscas el tocador? ¡Pues ese soy yo! ¡Te voy a meter mas rabo que cuello tiene un pavo! ¡Si fueras un barco pirata te comería el tesoro que tienes entre las piernas!

No se le ha ido la pinza a mi ordenador, solamente he querido recopilar una cantidad suficiente de “piropos” típicos de albañiles españoles. Muchos segurísimo que os suenan, otros no tanto, pero lo que tienen todos en común es que hemos crecido escuchándolos y normalizándolos, produciéndose una extraoficial concesión para esos “pobres hombres” que trabajan de sol a sol y que durante su jornada laboral su única distracción y el modo de hacer más llevadero ese arduo trabajo es divertirse sacándole los colores a las mozas que pasan por al lado de la obra, al menos, esto siempre se ha visto así, y se ha normalizado tanto, que muchas mujeres piropeadas se iban a su casa más contentas y con el guapo subido, sin analizar la frase que les acababan de soltar, aunque las compararan con un pollo para meterles “un palo por el culo y hacerlas sudar”. Las mujeres que no toleraban esa forma de referirse a ellas tampoco replicaban nunca, estaba tan bien visto ese lenguaje de machito español que creo que no valoraban que pudiera existir esa opción o si se quejaban se les tachaba de amargadas y reprimidas, así que seguían su camino cabizbajas hasta encontrarse bien lejos de los obreros.
Pero esto no es una cosa que ocurra únicamente aquí, recordemos la escena de Bajo el sol de la Toscana, una avergonzada Diane Lane tiene que lidiar por las calles de Roma con un grupo de curritos que dejan su tarea para seguirla y piropearla, ella se abochorna y sigue hacia adelante, ¡Nena, en realidad esto es acoso! Hasta que se encuentra casualmente con un guapérrimo Raulo Bova al que se engancha, haciéndolo pasar por su pareja y pidiéndole que le ayude a librarse de esos moscones. Porque plantarse ante ellos y decirles “O dejáis de seguirme y acosarme u os denuncio a la policía” no era una opción, podría quedar como una histérica. El cine también nos vende que el piropo obsceno, pegajoso y agobiante de los obreros es divertido, que la mujer tiene que seguirles el rollo y, en caso de querer salir de la situación, la mejor baza es un hombre guapísimo que le saque del atolladero. ¿Cómo no vamos a tener esto más que interiorizado?
El acoso masivo, a la contraria, también se ha dado, no vamos a negarlo, acordémonos del anuncio de “Es la hora de Coca-cola Light”, en el que un grupo de mujeres de una oficina dejaban todo lo que tenían entre manos, avisándose unas a otras, para ir a la cristalera del edificio donde se encontraba un andamio, justo a la hora en la que el currito, guapo, moreno, musculoso y con un brillo aceitoso por su cuerpo, se quitaba la camiseta durante su ratito de descanso y se habría una lata de Coca-cola. Ellas, mientras tanto, todas con el careto aplastado en el cristal y llenando el suelo de babas mientras contemplan al Adonis. No le gritan nada al chico, simplemente se quedan pasmadas, como si no hubieran visto a un tío bueno en su vida.
Y después de analizar todo esto de la normalización de esos piropos y de la posición que tenemos nosotras según el caso, yo me digo, ¿alguien se ha molestado en preguntarnos si nos gusta esa delicada poesía callejera o, por el contrario, si nos sentimos atentadas contra nuestra dignidad? ¿Quién se encargó de difundir el rumor de que a las mujeres nos gusta que un grupo de obreros nos digan guarradas en plena calle? Imagino que queda claro que mi postura es que no me gusta nada. No necesitamos que un desconocido nos dé su opinión sobre nuestro culo, nadie se la ha pedido y sabemos perfectamente cómo son nuestros cuerpos. No es que me piropeen continuamente, para nada, pero cuando ha sucedido, a veces me ha pillado indiferente y he pasado de todo y otras veces he deseado lanzarles un ladrillazo, pero nunca he dicho nada ni me he quejado, tal vez porque yo también he llegado a tener asumido el tópico de que los albañiles lanzan piropos a las chicas cuando pasamos por delante de una obra, que siempre ha sido así. Puede que llegara a pensar que si les censuraba en su piropeo estaba atentando contra su libertad de expresión, no sé. Creo que incluso las que se encuentran en el núcleo principal del movimiento feminista caen en este tipo de errores continuamente porque son cosas con las que hemos convivido durante tanto tiempo que hasta hace nada era normal e incuestionable.
Pero no es normal, no está bien que a una chica se le diga “Te haría un traje de saliva”, con esa connotación sexual y lasciva, mientras ésta intenta hacer su camino de una forma tranquila y pacífica. Nos quejamos de los moscones de las discotecas, de los pesados que no intentan entrar una noche de fiesta, tildándolos de acosadores. Pero desnudar con la mirada y hacerle proposiciones y sugerencias sexuales a una mujer en plena calle  (y aunque sea de broma), ¿qué es?
El hecho de que una forma de actuar la tengamos normalizada no quiere decir que esté bien.
No, no está bien.

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