Hoy toca hablar un poquito de
política, aprovechando la resaca que aun tenemos del primer debate que
coincidía con el arranque de campaña electoral (otra vez). Me sorprendió y me llamó
bastante la atención que este primer debate en el que participaban los cuatro grupos políticos
importantes de España, estuviera formado única y exclusivamente por mujeres que
representaban a sus formaciones. Al principio pensé, joder, que guay, un debate
de mujeres. Y es que este formato, como primera impresión era lo que pretendía,
ofrecer novedad, liderazgo femenino y reconocimiento entre mujeres, que todas
las féminas del país nos volviéramos locas de alegría y nos sintiésemos super
orgullosísimas de Atresmedia y sus
ideas ultra novedosas.
Pero claro, a mí me pilló
trabajando cuando comenzó el debate 9J y a ratos iba mirando en Twitter cómo iba la cosa, y más allá de que
se dieran datos, unos más subjetivos que otros como suele pasar en esto de la
política, también pude cerciorarme de la verdadera esencia de la quedada
televisiva, eso que tanto nos gusta a tod@s y de lo que terminamos picando por
mucha integridad que queramos demostrar: el morbo. Los internautas se pensaban
que esto iba a ser una discusión de mercadillo y lo comparaban a través de memes como una guerra de chicas en
bikini en el barro. Tweets como “Vengo
ver que se comenta del debate de Robles, Bescansa, Arrimadas y Levy y
hay gente opinando sobre su ropa”, “Qué
polvazo tiene Margarita Robles” (imagino que en tono irónico), “La Bescansa habla raro y se me baja el tema”
(refiriéndose a una erección), “Haced
chistecitos o me voy a cascármela con el debate entre la Levy y la Arrimadas”,
“Inés Arrimadas y Andrea Levy en
picardías…”. En fin, mucho sexismo, ese es el morbo que en realidad se
estaba buscando, más allá de que la retórica de cada una fuese mejor o peor. En
las redes sociales, una de tantas mujeres avergonzadas por el cariz que
adquiría este debate, lo ponía a la misma altura que un anuncio de aspiradoras
de los años 60.
Y es que, si una se pone a
analizar la política nacional, siempre hay ataques entre diferentes partidos,
pero los dirigidos hacia las mujeres con cargo político adquiere otro porte, directamente
hacia lo sexista. Veamos el caso de Ramón Almirall, de CDC, que tuiteó en el
mes de abril “Una catalana del PP sona a
traïció o a venda per diners, putilla”, dirigiéndose a Andrea Levy, está en
catalán, pero todo el mundo entiende lo de “putilla”. Ella contestó lo
siguiente: “La libertad política es un
derecho. Llamarme puta es machismo. De nada”, desde luego, mucho más
educada y profesional. ¿Cómo van a tomar en serio a estas mujeres de la política
si son los propios hombres del gobierno quienes las desacreditan y entran en el
juego del sexismo?
La de Levy es una de tantas, pero
hay muchos más mensajes ofensivos que vemos o leemos diariamente. Otro caso es
el de las diputadas de la CUP. Independientemente de los principios independentistas
que defiendan, que una servidora no los comparte para nada, nadie tiene derecho
a ir más allá y recurrir al insulto fácil. Llamándolas “feas”, “gordas”, “retrasadas”,
“malfolladas”, “traidoras” o “viejas”, no se está haciendo política. E igual
que denuncio el que insulten a Levy, igualmente lo hago con el concejal del PP que mandó a fregar suelos a Ada Colau.
¿De qué va? ¿En serio pretenden ofender así?
Parece que ellos utilizan a sus mujeres
políticas como escudo o gancho de insultos de forma recíproca entre partidos y
ellas tienen que dedicarse después a defenderse de políticos de la oposición
que se ponen a la misma altura que sus propios compañeros, solo que con un
blanco de ideología distinta.
Y ahora resulta que nuestras
mujeres de la política española, no solo son blanco de distracción de
compañeros de congreso y de burla machista entre los internautas, sino que son los conejillos de indias para que los
líderes sepan a qué atenerse cuando tengan que verse las caras en el debate
definitivo a cuatro bandas, porque eso es lo que ha sido el debate del 9J, una
antesala de calentamiento y predicciones para Rajoy, Iglesias, Rivera y
Sánchez: Ellos se llevarán la gloria de protagonizar el debate oficial, después
de que ellas les hayan preparado el terreno detectando los puntos débiles de
sus contrincantes, y probablemente haciéndolo sin tener que recurrir a las
descalificaciones y faltas de respeto que ellos mismos se facilitan últimamente.
El debate entre Carolina
Bescansa, Inés Arrimadas, Andrea Levy y Margarita Robles no ha tenido las
buenas críticas esperadas, pero al menos han podido callar la boca a los salidos que no ven más allá y que
se esperaban la tópica guerra de barro.
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