He llegado a la conclusión, por
mucho que me duela admitirlo, de que el romance está de capa caída. No sé si
tiene los días contados o esto es como la bolsa, que sube y baja según la
oferta y la demanda. Parece muy fría y carente de tacto mi comparación de lo
romántico con el estado de la economía, pero se utilizan símiles aún peores,
pero es lo que hay y lo que nos encontramos en esta sociedad individualizada y
materialista.
Hasta no hace mucho, las cartas
de amor llenas de cursiladas y florituras hacían que a una se le derritieran
hasta las costillas de tanta emoción y tantas mariposas que le producían en el
estómago; tiempo después, las mariposas se adaptaban a las nuevas tecnologías y
seguían revoloteando cuando se recibía un SMS con sus palabras contadas para no
nos cargara más de un mensaje en el saldo, en el Alcatel One Touch Easy (ese
con forma de compresa), quedando demostrado que una buena declaración o
palabras cálidas en lenguaje escrito nunca pasaban de moda; hoy en día, lo que
sí que queda demostrado es que ellas siguen queriendo hombres que les hagan
sentir mariposas, pero no en el estómago sino en el clítoris, las del estómago
puede que se deban más a gases o a una mala digestión.
Y es que resulta que ahora
cogerse de la mano es cursi, regalar
flores es tirar el dinero a la basura
porque se secan y ninguna quiere perder el tiempo, en estos días que el tiempo
pasa rápido y es tan valioso, en poner las rosas tendidas con una pinza boca
abajo y con un rociado de laca Nelly, para
hacer perdurar ese regalo. Los bombones no, por Dior, a menos que sean bajos en
calorías, y arriesgarse a planear una primera cita típica de principiante de
cine + cena está muy visto, las pelis se descargan ahora en internet y antes de
reservar mesa en un buen restaurante tienes que asegurarte de que tu pareja no
es vegetariana, vegana, intolerante a la lactosa, celíaca y cuatro mil
impedimentos más que podrían echar a perder una reserva en el mejor restaurante
de fusión y ambiente romántico de tu ciudad.
Entre la transición de los
detalles cursis y románticos, al ahora “aquí te pillo, aquí te mato y si sale
algo más, eso que me llevo”, hubo un periodo de actos románticos temerarios, en
los que estaba de moda aparecer con un cartel de “Te quiero” mientras uno
buceaba entre tiburones blancos en un acuario, saltaba en paracaídas o hacía puenting. Hoy en día nos encontramos
sábanas colgadas en puentes altos donde pone “Fulanito quiere a Menganita” con la fecha de la osadía escrita o
puras actuaciones de flashmob en las
que el novio tiene compinchada a toda la familia y amigos para hacer un super
baile en medio de la calle y pedirle después a una aplacada y patidifusa novia
si se quiere casar, en estos casos, a la chica no le dejan alternativa, después
de montar ese cirio como para decir que
“no”, y la gente que presencia esas cosas desde la distancia, “ay qué bonito,
qué novio más detallista… Pero a mí que no me lo hagan que me da algo”.
Total, que así están las cosas.
Vivimos demasiado deprisa y tan absorbid@s por nuestras obligaciones y por
nuestro estilo de vida que a veces nos olvidamos de que la otra persona tal vez
agradezca un poco de mimitos y homenajes, mejor diarios, sentidos y en pequeñas
dosis que una vez al año, cargados de apariencia y dando la campanada. Y a todo
esto hay que añadir el cada vez más arraigado complejo del ridículo… bueno,
digo ridículo según en qué casos, porque hay a quien no le da vergüenza que le
graben haciendo un concurso de mamadas ante todo Magaluf y sin embargo, que le
dedique una canción de Eros Ramazzotti en la radio le produce un sentimiento de
“tierra trágame, cuando pille al cursi de mi novio lo mato”.
Lo único que puede ser que
consiga avivar las demostraciones románticas es el postureo en las redes
sociales, de eso no me cabe duda. Porque
hay quienes pueden llegar a pasar tardes y tardes con su chico o chica,
tomando un batido o paseando por la playa y no se les ocurre decir un qué guap@
estás, qué a gusto me siento contigo, ay mi churri, patatín patatán y toda esas
cosas que se podrían decir en la intimidad para avivar la llama. Pero, ¿para
qué decirlo en persona cuando tienes Facebook, Instagram, My Space o Twitter
para hacerlo? Ejemplos: una foto de dos manos entrelazadas con el comentario
“Tú me completas”; otra foto acompañada de cuatro mil emoticonos con corazones
y un estado: “Pepita se siente enamorada con Manolito”; un collage con fotos de diferentes momentos de la relación acompañadas
de algún hashtag del tipo
#AlmaGemela; publicar la imagen de los regalos de aniversario con un
agradecimiento,
siendo lo más probable que no se haya dado las gracias en
persona… Bueno, bueno, y lo último en demostraciones de amor bajo el yugo del
postureo es el estilo de foto “Follow Me To”, un modo de fotografiarse las
parejas cogidas de la mano, viéndose en la imagen a ella de espaldas guiándolo
a él, lo pusieron de moda el fotógrafo Murad Osmann y su novia Natalia
Zakharova, plasmándose de ese modo viajando por el mundo, y han causado un
furor tremendo, siendo imitados por muchas parejas. En fin, si el postureo web
puede salvar el romance…
Ejemplo de "Follow me to" |
¿Cortejo? Del verbo cortejar. |
Así que nada, las ancianas de hoy
que fueron jóvenes ayer estarán echándose las manos a la cabeza cuando ven que
sus nietas no reciben un buen cortejo, si es que la palabra “cortejo” suena a
super antiguo, de otra época. Y el mito del amor romántico que defienden
nuestras adolescentes de hoy, como su nombre indica, es solo un mito que obnubila
su percepción haciéndolas creer que “si no se pone celoso cuando me ve hablando
con otro es que no me quiere”, eso sí que no es romance. Y aquí estamos,
mientras se nivela o no la balanza para que esto de las demostraciones románticas
no sea ni tanto ni tan calvo y se vuelva a llevar un poco de moda, evocaremos
el romance ideal a través de películas de Julia Roberts.
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