viernes, 29 de mayo de 2015

¿Regeneración?

Perdón nuevamente por la tardanza y todo lo que esto conlleva, como por ejemplo, ser la última en enterarme de la intervención quirúrgica a la que se sometió Leticia Sabater. Otra vez, perdón, pero… ¿es posible que una tía con 48 años se plantee semejante innecesaria  intervención? ¿Por qué? Porque me parece bonito serlo(virgen de nuevo)”, dijo ella quedándose tan pancha, "Aquí resulta extraño, pero en Miami una de cada diez mujeres se somete a esta operación", añade para Vanitatis sobre una operación que le ha supuesto más de 6000 euros a la “diva” de los niños.
Yo es que me quedo de piedra. Eso de la regeneración lo oyes para las cremas de la cara, para los estudios de las células corporales, los partidos políticos y cualquier otra cuestión que sea susceptible de aplicar una reposición, un rediseño o una renovación o cualquiera de sus sinónimos.
Hay procesos de regeneración que sientan bien, que se lo digan a la política de este país, que la amenaza de partidos jóvenes y nuevos ha hecho que los partidos veteranos se cuestionen su arcaísmo  e incluso se planteen cambiar su plantilla (aunque les cuesta). En el campo de la medicina, la regeneración medular es todo un avance científico que trabaja para garantizar una calidad de vida a cientos y miles de personas con lesiones medulares. En fin, yo de estas cosas hablo por encima, ya que no soy experta en la materia. Eso sí, la mayoría de las veces que oyes la palabra “regeneración”, sobre todo si va seguida de social, neuronal, laboral… suena bien.
Pero regenerar un tejido del cuerpo, como es el himen, cuya única función biológica es, solo durante los primeros días de vida de una mujer, reducir el tamaño de la vagina para no permitir que entre material fecal en ella y evitar infecciones, me parece de la más absoluta absurdez, sobre todo cuando se utiliza para obtener una “segunda virginidad”. ¿Pero qué tontería es esa? Más cuando nos encontramos en una sociedad en la que, a día de hoy, la virginidad está infravalorada y, en los casos en los que ésta tiene un papel importante, solo la “primera virginidad” es la verdadera y la que cuenta, no vale hacer trampas. ¿Y qué es lo que pretende la gente esta que le da por regenerarse el himen? ¿Una nueva oportunidad? La experiencia te delata. ¿Una segunda juventud? La edad no engaña, y más si rozas la cincuentena. ¿Darse un capricho? Para eso, mejor comprarse un bolso de Prada o pagarse un fin de semana en Marina D’Or.
La conclusión a la que quiero llegar con esto es que hay excentricidades que están de más, que son innecesarias y que, si se mira bien, no creo que aporten nada bueno a la persona que tanto las demanda.
Seamos felices con lo que tenemos y recurramos a lo artificial y a las simulaciones cuando realmente sea necesario y no nos quede otra. Demasiado extraño y excéntrico es ya este mundo y todo lo que ocurre en él, como para que ahora andemos experimentando con algo tan natural y único en la vida como es la virginidad o la pérdida de ésta.

Hay casos en los que es mejor no jugar a ser Dios.

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