lunes, 1 de septiembre de 2014

Lo post vacacional irradia negatividad

¡Hola amig@s mi@s! Seguro que en toda esta semana va a haber más de uno con una depresión de caballo: ha empezado septiembre y este mes se asocia con el final de esas vacaciones que tan disfrutadas han sido durante agosto… ¡empieza el arduo proceso del síndrome post vacacional!
Y mucha gente pensará, “Y ésta, ¿por qué tanto entusiasmo y tanta exclamación, si lo normal sería que estuviera escribiendo con el “modo insípido” activado, o simplemente no tener ganas ni de escribir?”. Ay amig@s mi@s, lo que ocurre es que ya escribo desde otra óptica, a diferencia de muchos, yo he sido de esos pocos pringados que han tenido sus días de descanso en julio (por imposición) y al llegar agosto me he encontrado con todos mis amigos de vacaciones y haciendo planes, mientras yo me mordía las uñas de envidia y, sobre todo al principio, me invadía una sensación de desgana y aburrimiento por ir a trabajar que me duraba hasta la noche de esa jornada y comenzaba otra vez al día siguiente. Supongo que pasé mi particular depresión post vacacional.

Depresión post vacacional, estrés post vacacional… ¡joder si es que la palabra post vacacional no trae nada bueno ni intentándolo! Todo es negatividad: ansiedad, presión, readaptación forzada, vuelta a los horarios matadores, retomar ese estilo de vida tan estresante y con esa sensación de ir a mil por hora, reencuentros indeseados con el jefe y algún compañero cabrón…
Pero como en casi todo, hay un perfil de personas que con mayor frecuencia presentan estrés post vacaciona: generalmente son aquellas personas que toman pocos días  libres, las que retornan de modo abrupto al trabajo, las que tuvieron un año crítico por diversos motivos o las que sufrieron pérdidas importantes en este último periodo o simplemente aquellas que no logran descansar, como es el caso de muchas mujeres con hijos muy pequeños.
 Y es que, ¿Qué ama de casa con trabajo remunerado o no consigue tener unas
vacaciones como Dios manda? Durante el año tienen que sacar una casa y la educación de unos hijos adelante y si a eso se le suma la  jornada laboral, es para morirse. Y claro, cuando llegan las “idílicas” vacaciones familiares, que suelen ser en un camping, la casa del pueblo o algo por el estilo para que dé juego con los críos, el factor estresante sigue estando ahí: tareas domésticas y gritos de niños. Así no descansa nadie. Creo que las amas de casa son las que más sufren en silencio este síndrome, las más perjudicadas y a las que más difíciles de detectar a veces, digamos que se lo callan porque, a diferencia del trabajo remunerado, una no puede pedirse una excedencia en casa.
Luego las grandes empresas intentan solucionarlo con sus fantásticos artículos para coleccionar en fascículos: monta tu propia maqueta de un Boeing 747, colecciona dedales de porcelana, figuritas en miniatura, sellos, monedas antiguas y gilipolleces varias, aprende a hacer ganchillo o a pintar al óleo fácilmente… Una piensa, “Venga, voy a empezar a montar una casita de muñecas, así me será más fácil afrontar este mes y a lo mejor consigo hacer algo creativo”. El primer fascículo sale tirado de precio, así te enganchan, el segundo y tercero lo vas comprando y con el cuarto ya has mandado ese proyecto creativo a la mierda, porque faltan piezas, las que hay no encajan y si no tiras la puñetera maqueta a la basura acabarás cometiendo un asesinato.
Pues sí, parece ser que todo lo que tiene que ver con el final del verano y la vuelta al trabajo está abocado al desastre y al desespero. Incluso el regreso a la rutina de septiembre está asociado al alto número de divorcios que se producen, en comparación con el resto del año, un tema del que hablé precisamente el año pasado por estas fechas: 
A pesar de todo esto, no todo tiene porqué ser una mierda, hablando en plata. Para muchas personas el regreso a la rutina es algo casi necesario para sus vidas, los colegios abren sus puertas dando cabida a los niños y sus insoportables gritos, la programación de la TV vuelve a ser interesante y regresan las series a las que estamos enganchados, el estrés playero y las operaciones salida llegan a su fin y ya comenzamos a divisar los momentos de sofá y manta… En fin, que si lo miramos bien, no tiene porqué ser malo… o puede ser solo una manera de autoconvencerme para no caer en el desespero o en la temible depresión post vacacional, otra vez.
Sea como sea, que cada cual afronte septiembre del mejor modo que pueda, como ya he dicho, yo sobreviví a agosto, ¡que fue peor con diferencia!

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