Siempre me pasa igual: cuando ya tengo pensado un
próximo tema sobre el que poder escribir, de repente se me cruza otro por mi
mente, no intencionadamente, sino más bien por algo que he leído, me han
contado o, como en este caso, algo de lo
que he sido testigo recientemente. Esta vez me he desviado un poco de los temas
principalmente femeninos, que es de lo que suelo y procuro escribir y me he
adentrado en el mundo de los rumores, el cotilleo, el chismorreo… que es algo que tod@s hemos vivido en nuestras
propias carnes y, por qué no, en muchas ocasiones ayudamos a alimentar con
nuestras “sabias” aportaciones.
Y cómo no, si el cotilleo es el deporte nacional en
nuestro país, al igual que en el caso del futbol, en esto del critiqueo gratuito y soltar perlas de otros, hay diferentes
niveles y categorías, según el número de seguidores y de alcance que pueda
conseguir el chismoso profesional, pero yo los he querido diferenciar
básicamente en dos niveles.
Los cotillas de segunda, que es donde me incluyo yo,
si tenemos que ponernos a la faena en esto de rumorear, preferimos hacerlo en
campo cerrado y en la intimidad con los amigos de confianza, con los que sabes
que la conversación se va a quedar ahí, entre las tazas de café vacías. Porque
el chismorreo, si no traspasa paredes evitando afectar a la vida de nadie, y no
alcanza los grados de crueldad y vejación, puede ser entretenido ¡e incluso
constructivo! Puedes poner verde a tu jefe con una compañera de trabajo para
desahogarte o puedes comentar con una amiga lo mal que le sienta el nuevo color
del pelo a Fulanita por aburrimiento, pasas el rato y punto, pero sin maldad.
Pero luego están los cotillas de primera división, y
estos sí que saben a lo que van, y van a hacer daño. Mira que en esto del
“marujeo“ siempre hemos destacado nosotras, las mujeres, porque según ellos
todas somos “unas arpías que nos tiramos mierda las unas a las otras y somos
malas, todas” (palabras textuales de mi hermano). Pero por lo que he
comprobado, yo que me he visto como objeto del cotilleo cruel y también he sido
testigo de cómo lo han sufrido personas cercanas a mí, puedo decir que a la
hora de vomitar chismes y despellejar a personas con intención de hacer daño, aquí
no hay distinción de sexos. Los chismosos de primera división (ellos y ellas)
ya juegan en otro nivel y con otras herramientas más sofisticadas, pero a su
vez son los que nunca dan la cara ni asumen el contenido de sus rumores. Estos
cotillas deben tener una gran facilidad para calar a la gente, porque cuando
tienen que sembrar su semilla de veneno, saben exactamente a qué persona
contarle el chisme para que se extienda como una bomba expansiva, un chisme
que, puede que sea cierto o puede que no, no se molestan en verificarlo, la
intención es que se sepa y cuanto más mejor.
Además, los cotillas de primera división lo tienen cada vez más fácil
con el internet y las redes sociales: cuelgan el bulo en la red con nombre
anónimo y que la pelota cada vez se haga más grande, la mierda salpicará a unos
cuantos, pero el astuto cotilla ya estará bien lejos. Este es uno de los
problemas de internet, que cualquiera tiene licencia de publicar rumores y
mentiras que afectan a otras personas, sin haberse molestado en asegurarse si
era cierto o no. Los chats que podemos encontrar en diferentes blogs y redes
sociales pueden llegar a ser destructivos y peligrosamente nocivos para la
autoestima de alguien y para las relaciones entre las personas. Porque no deja
de ser un total acto de persecución social.
Está clarísimo que siempre vendrá alguien a contarnos
algo sobre gente que conocemos, eso siempre ha sido así, es y será, pero después
de esta explicación de las dos clases de cotillas que andan por el mundo, la
diferencia de estas situaciones se encuentra, sin lugar a dudas, en la
intención. También los receptores del rumor malintencionado somos responsables
y tenemos que saber hacer un buen placaje de éste, para que no se extienda más,
porque ya lo dice el refranero: “El
chismoso escucha una pequeña brisa y la convierte en un ciclón” o “No todos repiten los chismes que oyen,
otros los mejoran”, evitémoslo.
Pero, ¿cómo lo evitamos? No quería ponerme filosófica,
pero no me lo he podido impedir y llevar ahora puestas las gafas de pasta ayuda
mucho a crecerme y me hace sentir intelectual y cooltureta... Bueno, en realidad no encontraba mejor forma para
explicarlo y he buscado en internet la solución. ¿Quién no conoce a Sócrates
(de oídas, al menos)? En el diálogo de éste señor, conocido como “El triple
filtro”, podemos encontrar la respuesta para saber actuar ante los cotillas de
primera división (los de segunda somos inofensivos), ahí va la versión
resumida:
“Un conocido se
acercó a Sócrates para contarle algo sobre uno de sus amigos, pero Sócrates
antes de escucharlo, decidió hacerle un pequeño examen, el examen del triple
filtro. Socrátes decidió filtrar lo que aquel conocido iba a contarle de su
amigo por tres filtros diferentes: el filtro de la verdad, el filtro de la
bondad y el filtro de la utilidad. Por lo
tanto, le hizo tres preguntas relacionadas con cada uno de los filtros:
-¿Estás
absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto? (Filtro de la verdad)
-¿Es algo bueno
lo que vas a decirme de mi amigo? (Filtro
de la bondad)
-¿Será útil para
mí lo que vas a decirme de mi amigo? (Filtro
de la utilidad)
Después de que el conocido admitiera que no estaba seguro de si era verdad aquello que iba a contarle, que tampoco era bueno y no le sería útil, Sócrates concluyó que ¿por qué decírselo entonces?”
Después de que el conocido admitiera que no estaba seguro de si era verdad aquello que iba a contarle, que tampoco era bueno y no le sería útil, Sócrates concluyó que ¿por qué decírselo entonces?”
En fin, una
estrategia útil a llevar a cabo ante un chisme, crítica o rumor, sería aplicar
este triple filtro. No solo cuando recibamos un comentario sino también a la
hora de querer contarlo nosotros podemos ponerlo en práctica, aunque puede que
no sea fácil de primeras. Pero puede ser que así nos ahorremos satisfacer a
quienes quieren hacer daño, no malgastemos energía con momentos de ira y evitemos
el sufrimiento de muchas personas.
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