viernes, 20 de diciembre de 2013
Sobrevivir a la Navidad
Empieza la cuenta atrás para la época más estresante del año, la Navidad. Cuando una es niña lo ve todo tan bonito: regalos, vacaciones, cenas y más cenas con los primos y la abuela… sin ninguna preocupación, solo disfrutar.
Cuando nos hacemos mayores, la cosa cambia bastante. El primer batacazo te lo llevas cuando descubres que no hay nada mágico en los Reyes Magos, son los padres y punto. Pero la ilusión, de algún modo, permanece, no se va del todo, porque son fechas en las que te juntas más que nunca con la familia y recibes regalos y estrenas.
Pero cuando ya entramos en la etapa adulta y responsable… Ahora entiendo porqué mi madre era un manojo de nervios y mala leche los días previos a las celebraciones navideñas. Antes una no sabía nada de la lotería de Navidad, pero cuando se empieza a participar, ya es un no parar y cada año va a más, porque la gente va ofreciéndote más números y, claro, será cuestión de decir que sí, no vaya a ser que toque y no hayamos participado. Total, que nos gastamos un dineral para nada, ¡ni la pedrea!
Después el tema de los regalos, una auténtica comedura de tarro. Recalentarse la cabeza para saber qué comprar a quién, puede ser una de las cosas más estresantes, y no solo eso, la guerra en las tiendas y grandes almacenes para ver quién coge el último juego, colas para pagar, tallas de ropa que no encuentras, empaquetar interminables regalos y, una vez empaquetados… ¡joder!, ¿de quién es cual? Vuelve a abrirlos (nota para el año que viene: poner una etiqueta con el nombre antes de cerrar).
¿Y las cenas? Veamos, hay que cuadrar las agendas para cenas y comidas de empresa, funciones navideñas de colegios, amigos invisibles (cojo aire) y, finalmente, llegan los días clave para comer y cenar en familia: Noche buena, Navidad, Noche vieja, Año nuevo, noche de Roscón y mañana de Reyes, creo que no me dejo ninguno. Los días clave hay que cuadrarlos para pasarlos con todos los miembros de la familia, porque queremos compartir un poco de la Navidad con cada uno de ellos. Si tienes pareja, la cosa se complica más, porque aumenta el número de personas con las que compartir mesa mientras que disminuye el de “días clave”, pero claro, las circunstancias cambian.
Al final, cuando ya estamos a 7 de enero, parece que todo ha salido bien, se puede decir que hemos sobrevivido a la Navidad, ¡incluso nos lo hemos pasado bien!, aunque nada que ver como cuando una tenía 8 ó 9 años, cuando no había más preocupación que escribir la carta a los Reyes. Nos entra morriña porque ya se han terminado los días de fiesta con la familia, pero a la vez alivio, porque todo vuelve a la normalidad. Que nadie piense que soy el Grinch que quiere acabar con la Navidad, así que felices fiestas y a disfrutar todo lo que se pueda estos días!
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