lunes, 2 de septiembre de 2013
Septiembre y sus divorcios
Todos los años oímos la misma noticia cuando comienza el mes de Septiembre: un alto índice de divorcios que no se produce durante el resto del año y, según las estadísticas, una de cada tres disoluciones matrimoniales se produce después de las vacaciones de verano. ¿Y por qué en Septiembre? Los expertos que se mueven más por el tema de la abogacía, explican que esto se debe a que los juzgados cierren el mes de Agosto, pero seamos francos, ¿de verdad la falta de servicio de un solo mes pueden llegar a acumular tantas rupturas?
La lógica nos diría que la rutina diaria, el trabajo, la casa, la atención de los niños si los hay, ayudan a muchas parejas a ir arrastrando los problemas sin que estallen durante todo el año, ya que el tiempo que comparten juntos durante el día a día es mínimo. Cuando las vacaciones obligan a permanecer juntos durante semanas sin otra posibilidad de escapatoria, las tensiones ocultas afloran y la situación revienta y salen a relucir las diferencias que se mantienen latentes el resto del año. A esto se le une que el cuidado de los hijos, sin colegio durante las vacaciones y sin saber cómo entretenerles, aumentan las tensiones entre la pareja, pero también la organización de las vacaciones, los compromisos con la familia, el destino, las fechas, y hasta el calor,… todo se agrava y se convierte en un problema.
La gran mayoría de los seres humanos basamos nuestra existencia en las rutinas, si, triste pero cierto, y la interrupción de éstas nos puede llegar a desestabilizar hasta el punto de sufrir estados de ansiedad, fobias y depresiones, en los casos más vulnerables, claro está. «Cada día es más frecuente. Hay gente que llega el viernes, se encuentra con su soledad, sus dificultades, consigo mismo; y se agobia una barbaridad. Están deseando que llegue el lunes para volver al trabajo y que todo regrese a la normalidad», asegura el psiquiatra Iñaki Eguíluz.
En consecuencia, el final del verano, como las navidades, es un momento clave, uno de esos en que las personas, cada vez más, tienden a hacer balance de la situación, a cerrar capítulos de la vida y a abrir otros nuevos. Si la relación con la pareja va bien, es un tiempo de armonía y descanso, pero «la aparición de un conflicto en una pareja no demasiado estable y en un momento como las vacaciones, en el que todo se tiende a magnificar, puede acabar en ruptura», continúa Eguíluz.
Y es que si uno no quiere, dos no discuten y si dos no se ven, menos aún.
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