¡Niña, con ese cuerpo, yo te hacia un
traje de saliva! ¡Guapa! ¡Seguro que los que se hacen
pajas pensando en ti, mueren de sobredosis! ¡Niña! ¡Estás
más apretada que los tornillos de un submarino! ¡Señora! ¡Le cambio la hija por
un piano y así tocamos los dos! ¡Bueno, que!
¿Digo alguna tontería o me la chupas aquí mismo? ¡Cada vez que
te veo se me pone de venas como el cuello un cantaor! ¡Hay qué curvas! ¡Y yo sin frenos! ¡Miedo te tenía que dar, si
supieras donde me cuelgo la toalla y el albornoz cada vez que pienso en tu
cuerpo! ¡Morena! ¡Qué necesitas señalización! ¡Con tantas
curvas que tienes! ¡Con ese culo te invito a cagar en mi casa! ¡Eso es carne y no lo que le echa mi
madre al cocido! ¡Estás tan buena que te comía hasta con
la ropa puesta, aunque pasara un mes cagando trapos! ¡Guapa! Yo si que te daba
“raboterapia”¡Guapa! ¡Que
buena estas! ¡Seguro que meas colonia! ¡Lástima que no seas un
pollo para meterte el palo por el culo y hacerte sudar! ¡Morena! ¡Tienes dos
ojos como dos sartenes, que cuando te los miro se me fríen los huevos! ¡Moza! ¡Si tu
culo fuera un banco te la metería a plazo fijo! Preciosa! ¡Tienes mas polvos que
las chanclas de Kung Fu! ¡Si fueras un bollycao me comería hasta el cromo, so guapa! ¡Si fueses pa mi, te comería entera y me cosería el culo para no
cagarte! ¡Rubia! ¡Con
esa mirada tan dulce me dan ganas de chuparte un ojo! ¡Sería capaz de
follarme a tu perro para entrar en tu familia! ¡Tanta
carne y yo en cuaresma! ¡Tienes un polvo que no te lo
quita ni el “Centella”! ¡Tu padre debía tener el cipote como el cincel de Miguel Ángel para
hacer semejante escultura! ¿Buscas el tocador? ¡Pues ese soy
yo! ¡Te voy a meter mas rabo que cuello tiene un pavo! ¡Si fueras un barco pirata te comería el tesoro que tienes entre las piernas!
No se le ha ido la
pinza a mi ordenador, solamente he querido recopilar una cantidad suficiente de
“piropos” típicos de albañiles españoles. Muchos segurísimo que os suenan,
otros no tanto, pero lo que tienen todos en común es que hemos crecido escuchándolos
y normalizándolos, produciéndose una extraoficial concesión para esos “pobres
hombres” que trabajan de sol a sol y que durante su jornada laboral su única
distracción y el modo de hacer más llevadero ese arduo trabajo es divertirse
sacándole los colores a las mozas que pasan por al lado de la obra, al menos,
esto siempre se ha visto así, y se ha normalizado tanto, que muchas mujeres piropeadas
se iban a su casa más contentas y con el guapo subido, sin analizar la frase
que les acababan de soltar, aunque las compararan con un pollo para meterles “un
palo por el culo y hacerlas sudar”. Las mujeres que no toleraban esa forma de
referirse a ellas tampoco replicaban nunca, estaba tan bien visto ese lenguaje
de machito español que creo que no valoraban que pudiera existir esa opción o
si se quejaban se les tachaba de amargadas y reprimidas, así que seguían su
camino cabizbajas hasta encontrarse bien lejos de los obreros.
Pero esto no es una
cosa que ocurra únicamente aquí, recordemos la escena de Bajo el sol de la Toscana, una avergonzada Diane Lane tiene que
lidiar por las calles de Roma con un grupo de curritos que dejan su tarea para
seguirla y piropearla, ella se abochorna y sigue hacia adelante, ¡Nena, en
realidad esto es acoso! Hasta que se encuentra casualmente con un guapérrimo
Raulo Bova al que se engancha, haciéndolo pasar por su pareja y pidiéndole que
le ayude a librarse de esos moscones. Porque plantarse ante ellos y decirles “O
dejáis de seguirme y acosarme u os denuncio a la policía” no era una opción,
podría quedar como una histérica. El cine también nos vende que el piropo
obsceno, pegajoso y agobiante de los obreros es divertido, que la mujer tiene
que seguirles el rollo y, en caso de querer salir de la situación, la mejor
baza es un hombre guapísimo que le saque del atolladero. ¿Cómo no vamos a tener
esto más que interiorizado?
El acoso masivo, a la contraria,
también se ha dado, no vamos a negarlo, acordémonos del anuncio de “Es la hora de Coca-cola Light”, en el
que un grupo de mujeres de una oficina dejaban todo lo que tenían entre manos,
avisándose unas a otras, para ir a la cristalera del edificio donde se
encontraba un andamio, justo a la hora en la que el currito, guapo, moreno,
musculoso y con un brillo aceitoso por su cuerpo, se quitaba la camiseta
durante su ratito de descanso y se habría una lata de Coca-cola. Ellas,
mientras tanto, todas con el careto aplastado en el cristal y llenando el suelo
de babas mientras contemplan al Adonis. No le gritan nada al chico, simplemente
se quedan pasmadas, como si no hubieran visto a un tío bueno en su vida.
Y después de analizar
todo esto de la normalización de esos piropos y de la posición que tenemos
nosotras según el caso, yo me digo, ¿alguien se ha molestado en preguntarnos si
nos gusta esa delicada poesía callejera o, por el contrario, si nos sentimos atentadas
contra nuestra dignidad? ¿Quién se encargó de difundir el rumor de que a las
mujeres nos gusta que un grupo de obreros nos digan guarradas en plena calle?
Imagino que queda claro que mi postura es que no me gusta nada. No necesitamos
que un desconocido nos dé su opinión sobre nuestro culo, nadie se la ha pedido
y sabemos perfectamente cómo son nuestros cuerpos. No es que me piropeen
continuamente, para nada, pero cuando ha sucedido, a veces me ha pillado
indiferente y he pasado de todo y otras veces he deseado lanzarles un
ladrillazo, pero nunca he dicho nada ni me he quejado, tal vez porque yo
también he llegado a tener asumido el tópico de que los albañiles lanzan
piropos a las chicas cuando pasamos por delante de una obra, que siempre ha
sido así. Puede que llegara a pensar que si les censuraba en su piropeo estaba
atentando contra su libertad de expresión, no sé. Creo que incluso las que se
encuentran en el núcleo principal del movimiento feminista caen en este tipo de
errores continuamente porque son cosas con las que hemos convivido durante
tanto tiempo que hasta hace nada era normal e incuestionable.
Pero no es normal, no
está bien que a una chica se le diga “Te
haría un traje de saliva”, con esa connotación sexual y lasciva, mientras
ésta intenta hacer su camino de una forma tranquila y pacífica. Nos quejamos de
los moscones de las discotecas, de los pesados que no intentan entrar una noche
de fiesta, tildándolos de acosadores. Pero desnudar con la mirada y hacerle
proposiciones y sugerencias sexuales a una mujer en plena calle (y aunque sea de broma), ¿qué es?
El hecho de que una
forma de actuar la tengamos normalizada no quiere decir que esté bien.
No, no está bien.