Clemencia, compasión, benignidad, piedad, tolerancia,
indulgencia. Hay tantas formas de ponerle nombre al perdón y tan fácil de
explicar lo que significa. Pero ponerlo en práctica es realmente difícil, decir
“te pido perdón”, lo puedo asegurar, incluso cuando dices “te perdono”, pocas
veces es un acto real al cien por cien. ¿Por qué? Pues muy fácil, porque el
perdón va precedido de muchas clases de sentimientos y fases emocionales y las
emociones no se controlan.
Se ha hecho que Brad Pitt, después de doce años, le ha pedido perdón a Jennifer Aniston por todo el
dolor que le causó cuando la abandonó tras enamorarse de Angelina Jolie durante
el rodaje de una película y por no haber sido el marido que ella se merecía. Al
parecer, el hecho de encontrarse en un momento trascendental en su vida ayuda a
ver mejor lo errores del pasado, recapacitar e intentar deshacer el daño.
Obtener la indulgencia de la otra persona ayuda a encontrar la paz para seguir
adelante. Entonces, ¿esto sería una disculpa real y sincera o un acto egoísta para
sentirse mejor consigo mismo? De ahí la complicación de que ese perdón no sea
de “baja calidad”.
¿Y perdonar? ¿Qué ganas con eso? ¿Ser una buena persona? Ahí está: el que
perdona también busca, en parte, encontrar una especie de purga emocional que
le permita hacer las paces con el pasado y acabar con esos sentimientos de
rabia, busca su propio bienestar al fin y al cabo.
El perdón es egoísta entonces… ¿O qué?
Es complicado, porque sinceramente yo soy la primera a la que le cuesta
perdonar, y mucho más olvidar, y tal vez por eso me es tan difícil creer que a
una persona, cuando le han hecho tanto daño y el perdón le llega tan tarde, sea
capaz de hacer borrón y cuenta nueva así, sin más. A lo mejor sí que es cierto
que el tiempo contribuye a ablandar el rencor.
Lo que sí que no es cierto es eso de “yo perdono, pero no olvido”. No,
perdona (y nunca mejor dicho), pero si no olvidas es que no has perdonado. No
sé por qué perdonamos si no estamos preparados, total, no creo que nos vayamos
a ganar el cielo por eso, creo que es mejor que llegue esa capacidad de
perdonar sincera, y si no llega, oye, qué le vamos a hacer.
¿Somos malas personas por no perdonar? No sé. ¿Nos envenenamos por dentro
cuando somos incapaces de conceder ese perdón? Pues puede. Pero la persona
agraviada es la que tiene la última palabra; si decide no perdonar, hay que
respetarlo. Siempre es mejor un acto de sinceridad.
A veces, a las personas que piden perdón se les ve el plumero, porque lo
hacen esperando una respuesta positiva para ellos y cuando no la consiguen, se
sienten agraviados (como si cambiaran las tornas). El que pide perdón debe
hacerlo desinteresadamente, respetando la otra respuesta, sea o no de su gusto.
Pedir perdón es complicado, perdonar, mucho más si cabe. Pero detectar la
sinceridad en ambos actos, eso sí que es difícil.
El post es cortito, pero porque más que para leer, es para la reflexión que viene después...
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