Patitiesa me dejó la cantante Pink
cuando vi el otro día por la TV el discurso que lanzó en los VMA, cuando
recogió su premio Michael Jackson por sus años en la música. Pink sabía que
millones de personas la estarían viendo, así que aprovechó para lanzar un speech que pretendía empoderar a su hija Willow, de 6 años, y de paso al
resto de niños (y adultos) que estuviesen escuchándola.
La cantante compartió con el público
una conversación que tuvo con su hija, que un buen día le dijo: “Mamá,
soy la niña más fea que conozco. Y yo me quedé como, ‘¿Qué?’. Ella me contestó, ‘Parezco un chico con el pelo largo’. Y yo
pensé, ‘Oh, Dios mío, solo tiene seis años, ¿de dónde viene todo esto?’". Hombre, saliendo esta conversación de una niña
tan pequeña, era para que una madre se preocupara, la situación era peor de lo
que podía imaginar: su hija aun no había llegado a la adolescencia y ya tenía
que lidiar con las críticas de una sociedad que consideraba que no cumplía con lo que se suponía que debía ser
una niña (y después una mujer).
Pink continuó su discurso: “No le dije nada, pero fui a casa e hice
un PowerPoint, en
donde coloqué a estrellas de rock andróginas y artistas que vivieron
como ellos querían, aunque lo más probable es que hayan tenido que soportar
críticas constantes, pero que han ondeado esa bandera y nos han inspirado al
resto”. Entre los seleccionados había estrellas consagradas y conocidas por
todos como Annie Lennox, Prince, George
Michael, Elton John y Michael Jackson.
Después de que la niña viese la
presentación, Pink le dijo: “¿Tú ves que
me deje crecer el pelo? Y ella dijo, ‘No, mamá’. ¿Tú ves que mi cuerpo cambie?
‘No, mamá’. ¿Tú ves que alguna vez haya cambiado la forma en la que me muestro
ante el mundo? ‘No, mamá’. ¿Y
me ves llenando estadios en todo el mundo? ‘Sí, mamá’. Así
que, pequeña, nosotras no cambiamos; nosotras ayudamos a otra gente a que vean
que otro tipo de belleza existe”,
concluyó la cantante, ante su familia y el resto del público, todos claramente
emocionados.
Muchas veces la sociedad no logra
encajar a personas que quieren vestir de una forma contraria a su sexo, sin que
ello implique también el cambio por sus gustos sexuales. Es decir, que si eres
una mujer pero te gusta llevar camisa de cuadros a lo leñador, corbata, camisetas
de algún equipo de fútbol o de basket, por ejemplo, ya pasas a ser
automáticamente una mujer lesbiana. Parece que solo puede haber dos o tres
combinaciones en el juego de la sexualidad y, el hecho de mostrar otras
posibilidades, o bien asusta o incomoda o confunde a la gente.
Nos han enseñado que de pequeñas nos
debemos apuntar a clases de ballet, elegir el color rosa para todo, jugar con
Nenucos y Barbies, ver los dibujos de Heidi
en lugar de Oliver y Benji y tantas
otras cosas de la vida estereotipadas que, ahora, que parece que todo cambia a
una velocidad de vértigo, una niña decide vestirse como un “chicote” y vete tú
a saber cómo la miraran los demás, lo que cuchichearán a sus espaldas o lo que
le dirán directamente, que esa niña con una personalidad tan definida tiene que
dejar de ser ella misma para encajar o lamentarse por no ser lo que los demás
quieren.
Cantantes como David Bowie, modelos
como Bimba Bosé y todo ese pequeño grupo de de famosos que han jugado con la
androginia, convirtiéndolo en un estilo de vida, sin no ser otra cosa que ser estéticamente ambiguo, combinando la posibilidad de representar a los dos géneros, han sido quienes han dado a conocer esta opción de ser. Existen tantas
formas de mostrarse ante el mundo que parece que ya se ha superado el ver a un
hombre travestido por televisión sin escandalizarse. Pero ahora surge el
problema de tener que trabajar e ir más allá con la sociedad. Con la
televisión, internet, las redes sociales etc, los críos han encontrado una
ventana a la diversidad, para verla, conocerla y, por qué no, experimentarla.
Una niña puede ver a la propia Pink en un vídeo musical con su arriesgado corte
de pelo, su vientre y extremidades marcadas por su musculatura, su vestimenta
tan ambigua tirando más bien a masculina, y decir “Me gusta el estilo de esa tía, quiero vestir como ella”, puede que
porque se refleje en lo que quiere ser ella de mayor, porque se sienta cómoda o
por mil razones, y sin que haya entrado en juego el tema de la tendencia
sexual, porque hay que saber diferenciar muy bien los conceptos “sexualidad” y “género”.
Si a esa niña, que decide vestir como lo que socialmente se denomina una “marimacho”,
se le prohíbe o simplemente se le
cuestiona su elección, lo único que se está consiguiendo es anularla como
persona, cuando lo que en realidad necesita es sentirse apoyada por las
personas que más le quieren y saber que éstos se interesan del por qué de sus
gustos.
El cómo nos vestimos y cómo nos
mostramos ante el mundo no es solo un acto de coquetería, es nuestra carta de
presentación ante los demás, y qué mejor forma de hacerlo que sintiéndonos
cómodas y auténticas con lo que nos cubre. Y si encima una persona, con solo
seis años ya tiene claro y definido su estilo, no es para echarse las manos a
la cabeza, eso es maravilloso, ahí viene pisando fuerte una gran personalidad.
Bravo por Pink, que se subió al
escenario para recoger un premio de reconocimiento musical, pero creo que se
bajó de él con el premio a la madre del año, porque mientras otras se
esconderían bajo la cama ante las dudas abstractas de una niña tan pequeña,
ella se lo supo explicar muy bien a la suya: “OTRO TIPO DE BELLEZA EXISTE”… Y
todas tan guapas como las demás.
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