Bueno, creo que para muchas ya queda abierta la temporada de
bodas. Sí, porque salvo casos contados (yo incluida, que me casé en abril y
porque no pude adelantarlo más), generalmente las novias (no nos engañemos,
nosotras mandamos) eligen el mes de junio para celebrar este día; es una época
que te asegura buen tiempo y cero tormentas; demasiado buen tiempo diría yo,
porque en estos días en los que te asas de calor con solo abrir la ventana, me
compadezco de la gente que tiene que llevar trajes de chaqueta o cualquier otra
indumentaria protocolaria.
El caso es que desde que llevo yendo o escuchando historias
de amigas que van a bodas, desde luego que hay muchas cosas que se mantienen,
hay tradiciones de las que no nos queremos deshacer, por mucho que todo lo
demás cambie, y a todo eso se le suman las nuevas “cosillas” que se van
integrando, sobre todo ahora, que tenemos aplicaciones y webs en las que las
novias, en diferentes foros y chats grupales, dan ideas o cuentan cosas
novedosas que han hecho en su gran día.
Típicos detallitos |
¿Es bueno tanto compartir lo que unas y otras quieren hacer?
Seguro que sí, siempre hay detallitos de los que una no se acuerda y poder
recurrir a otra gente que está pasando o ha pasado por lo mismo, pues viene
bien. Lo malo es que el brainstorm está
alcanzando unos niveles de exageración insospechados y lo que para unas es
bonito, sencillo y con clase, para muchas otras es aburrido, pobre y soso.
Muchas novias compiten hoy por celebrar su boda en el lugar
más original y pastoso, hasta en el Tibidabo he visto que han querido organizar
una boda para que los novios se quedaran tranquilos en saber que su boda es
“única”, bravo, me alegro.
“única”, bravo, me alegro.
Boda en el Tibidabo |
Las flores, que no consideraba yo que fuera un tema
que se tuviese que ir de madre, si una se empeña en que quiere el ramo y la
decoración de la especie Oxalis Versicolor, tranquilas que la
tendrá aunque tenga que remover cielo, tierra, floristerías y viveros del
mundo; y yo encargando flores silvestres, qué poco cool. Las sesiones fotográficas post boda, a parte de ser una novedad ya no tan reciente volver a vestirse de novios para hacerse fotos artísticas, la gente ya no se conforma con hacerlas en la playa o algún jardín bonito de su ciudad, tiran la casa por la ventana y se llevan al fotógrafo hasta Paris, por ejemplo, para hacer ese reportaje bajo la torre Eiffel. Otra nueva práctica en las bodas es que los novios ya no se
conforman con bailar ellos solos o con padrinos para abrir el baile, ahora se
organizan
flashmobs con familiares
y/o amigos para que la boda sea todo un mega espectáculo musical. Los
detallitos que se le dan a los invitados ya no son detallitos, son regalazos, y
después de ir a otras bodas y ver lo que se regala es cuando me pregunto:
“¿Quedé como una tacaña en mi propia boda o son los demás que se han vuelto
locos?”, quiero pensar que lo segundo. Y cuando ves por primera vez una mesa dulce, que todo el mundo conoce y da por sentado que tiene que formar parte del evento, todos menos tú, qué triste y cuán desinformada te has sentido hasta ahora.
La famosa mesa dulce... |
Por suerte, a pesar de todas esas excentricidades, hay gente
que aún
mantiene los pies en el suelo, que no activa la alarma de pánico cada
vez que tiene que ir a una boda, y por eso tenemos la suerte de seguir contando
con los invitados estrella que tan divertidos nos hacen ese día. Tenemos por un
lado a la amiga llorona, que antes de que el cura o concejal diga una sola
palabra, ya está llorando como una magdalena porque todo ese ambiente le
resulta tan súper romántico que le embarga la emoción, es la que después se
mata con todas para que le den el ramo; están los tíos gorrones, que no son
capaces de hacer un mísero regalo a los novios, pero lo compensan dando la
nota, ya que son todo un espectáculo; los revolcones esporádicos que surgen
entre invitados que no se conocen entre ellos, consecuencia de la gran
borrachera que llevan encima, porque al día siguiente, si te he visto no me
acuerdo; los del jamón, son los más listos de todos, porque son los que
aprovechan en el rato del cocktail,
para buscar el mejor momento y lugar para pillar al vuelos los platos que los
cortadores de jamón van dejando, a veces con la habilidad de que el plato no
llegue ni a tocar la mesa; las chonis, que igual no lo son en su vida diaria,
pero a veces el intento por llevar un buen look
se les va de las manos y lo que tenemos son indumentarias de poligoneras, más
bien sacadas del programa Mi espectacular
boda gitana, llegando los novios a decir “no la conozco”; el DJ del momento
bailoteo, que pasa por ponerte a las Azúcar Moreno, Raphael, Camilo Sesto y de
repente, ¡PUM!, te planta una de Pont Aeri para terminar de desorientarte,
teniendo en cuenta además, las copas que llevan de más todos los ahí presentes;
las bailarinas para las invitadas que se cansan de llevar tacón, que son
horribles, pero nos las ponemos, para ir a juego con las chonis; el puñetero photocall que es demasiado adictivo y
una vez que te haces una foto cachonda ya no lo sueltas… En fin, todas esas cosas
que son con las que de verdad se disfruta.
Invitadas estrella |
Esas horrorosas bailarinas |
Os dejo porque el sábado tengo una boda y aún no sé si tengo
que llevar mi vestido a la tintorería (de la última fue directo al armario, así
de happy soy), solo tres cosas a
tener en cuenta. Una: si eres la que casa, procura no juntarte con otras que se
van a casar hasta que pase todo, solo servirá para que te comas la cabeza sobre
si te estás quedando corta con lo que tienes organizado, mejor no saber de las
locuras que quieren hacer las demás. Dos: si vas a una boda en calidad de
soltera, evita al grupo de las tías sesentonas, se compadecerán de ti innecesariamente,
ya que no se plantean que tu vida sexual sigue activa y la suya no. Tres: si a los pocos meses del gran enlace te
llega la noticia de que la novia se encuentra en estado de buena esperanza,
pase lo que pase, no intentes hacer cuentas ni preguntes, el bebé es
sietemesino, y punto.
¡Feliz temporada de bodas! |
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