jueves, 8 de mayo de 2014
La habitación rosa
Llega un momento en la vida de toda chica en el que tiene que marcharse de casa de sus padres y vivir su independencia y con ello, abandonar la querida habitación rosa. Y me refiero a ese entrañable cuarto que a una le asignan en cuanto tiene la suficiente edad para no tener que dormir en la cuna, al lado de la cama de los padres, la habitación que solo por ser niñas, nos la emperifollan con cortinas, papel para la pared, colcha, alfombra, lámpara… de diferentes gamas de color rosa o tonos por el estilo. La habitación rosa de nuestra infancia pasa por diferentes fases a lo largo de la vida de niña-adolescente-joven, pero sin perder nunca su esencia.
En pocos años, las cuatro paredes se van llenando de dibujos infantiles, peluches y cuadros de ponys y arco iris, estanterías repletas de cuentos de princesas y un escritorio prácticamente diáfano con lo esencial para colorear. Poco a poco, muchos de los peluches son sustituidos por muñecas Barbie y comienza a ser necesario un espejo en la pared para mirarse por las mañanas, por lo que alguno de los cuadros cursis tiene que ser sacrificado. Pero es cuando entramos en la fase adolescente cuando nuestro santuario cambia de pies a cabeza: lo empapelamos completamente de posters de actores y cantantes, en mi época, de Brad Pitt, Leonardo Dicaprio o los BackStreet Boys sacados de las revistas como Super Pop o Vale (¡Qué tiempos!), las Barbies se trasladan al cuarto de los trastos y solo conservamos algún peluche al que le tengamos un especial cariño, presidiendo la cama junto al típico cojín en forma de corazón regalo del primer "noviete"; las estanterías comienzan a ser invadidas por frasquitos de colonia, maquillaje y sus utensilios y abanicos que nos regalan en las discotecas y que colocamos estratégicamente para que se vea bien qué sitios frecuentamos (como si fuéramos las únicas que pisan la discoteca, una especie de personal VIP) y el escritorio termina enterrado por libros de texto, folios, fotocopias… que demuestran el poco interés que tenemos en ese momento por el instituto, solo se divisa el radio-cd entre tanto caos, junto a una selección de discos de música de gusto lamentable, como Camela, David Civera o el Caribe Mix.
Y ya más adelante, cuando salimos de la “fase tonta”, la habitación comienza a tomar su verdadera personalidad, la que nos acompañará hasta el día que tengamos que abandonar el nido, los posters de la Super Pop se van fuera, quedan mejor los carteles con frases revolucionarias y dibujos más artísticos, las fotografías compartiendo momentos con los grupos de amigos son tan importantes como anteriormente lo fueron los abanicos de las discotecas, que ya han ido a parar a la basura, el maquillaje continua en la estantería, pero también hay sitio para libros interesantes y apuntes de clase y la recopilación musical que hay junto al radio-cd ha cambiado bastante porque hemos empezado a coquetear con estilos musicales más alternativos y menos comerciales que empiezan a formar parte de nuestra definición personal. Pero lo sorprendente es que, durante tantos años poniendo y quitando cosas y transformando la habitación, la camita de 90 cm que ocupamos cada noche se mantiene igual y a ser posible, con la misma colcha rosa hortera que va a juego con las cortinas, entre tantos posters y cuadros oscuros. Una puede irse de casa de los padres para hacer su vida, pero cuando vuelve y tiene que dormir en esa cama diminuta por la que se salen los pies, lo hace como la mejor de sus noches, sin extrañar nada, porque por algo es la habitación en la que pasamos más de 20 años. Además es agradable porque, al menos que los padres lo desalojen todo y trasformen la habitación rosa en el cuarto del ordenador o en una nueva salita para ver la TV, normalmente se queda tal y como ha estado siempre y volver a entrar en esa habitación es como quitarte unos cuantos años de encima y volver a los mejores tiempos. ¿Alguien conserva su habitación rosa?
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Mi habitación corte de helado fresa-nata fue a la fuerza y la odiaba! y cuandi salí de casa para no volver (porque odiaba con todas mis fuerzas esa habitación)mis padres no montaron una salita, no, ¡metieron a la abuela! y entonces se volvió todavía más odioso ese cuarto entre colores de niña pija y fajas de abuela...
ResponderEliminary como no, "el orinal bajo la cama"
ResponderEliminarJajaja es que tu habitación era el colmo de lo rosa! Y con abuela incluida! Si algún día a tu hijo le toca dormir ahi...
ResponderEliminarBueno y en tu caso, en lugar de Camela tenias a Bernardo... mmmm rosa+gitaneo
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
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