viernes, 17 de enero de 2014

Compras compulsivas

Está comprobado: 8 de cada 10 compradores compulsivos son mujeres, no es que tengamos mala fama, es que es una realidad como un templo. Si ya de normal no podemos evitar pararnos en alguna tienda de la zona de compras de nuestra ciudad y llevarnos alguna adquisición que nos alegre el espíritu femenino (a veces con mala conciencia por el dinero que hemos gastado, pero da igual, ¡en seguida se pasa!), no quiero ni pensar en cómo arrasamos en las REBAJAS! Sí, esa época que sigue a las fiestas navideñas y sus correspondientes gastos, acompañada de suculentos descuentos en la mayoría de tiendas y grandes almacenes. ¿Quién dijo "cuesta de enero"? Eso se pospone a febrero.
Dejando de lado la famita que nos atribuyen de compradoras, de que nunca contamos con suficiente ropa en el armario y de que esos zapatos idénticos a los que ya tenemos en casa en realidad no se parecen en nada(y hay que comprarlos), las épocas de compras, seguidas de otras de más de lo mismo con ofertas que no podemos dejar escapar, puede favorecer el desarrollo de trastornos de compras compulsivas de productos que en realidad no se necesitamos. Y son periodos en los que es más difícil de detectar el problema porque tenemos la justificación de algunas compras por el propio periodo de rebajas y una mayor tolerancia por parte de los familiares. Pero generalmente, las víctimas del consumismo compulsivo tienen un perfil, que se podría resumir en una dependencia y una necesidad de comprar superior a su voluntad, que es incapaz de controlar. Cualquier excusa y cualquier situación es válida, pero lo que les diferencia es que no compran porque lo necesiten, sino para dar salida a su compulsión. Como ya he dicho, el 80 por ciento de los casos se da en mujeres, muchas de ellas amas de casa de entre 40 y 60 años, que han perdido la motivación y suelen padecer un trastorno obsesivo, y junto a este perfil hay otros como trabajadoras con alto nivel de estrés para quienes que comprar en rebajas se convierte en su válvula de escape, y adolescentes con un nivel socioeconómico medio-alto con dificultades de adaptación. ¿Y qué tenemos que hacer para no caer en este bucle tan atrayente y de tan fácil acceso? Existen ciertas pautas como las que ofrece mujerdehoy.com en su web: 1- Organiza el armario antes de que lleguen las rebajas para saber qué hay que tirar y qué se necesita realmente. 2- Repasar el presupuesto antes de salir de casa: Qué es lo que me voy a gastar y no pasarse de ahí..
3- Pensemos en la mejor hora del día para salir de compras, si hay demasiado jaleo o colas demasiado largas, puede que acabes comprando sin poder pensar muy bien (o que compres sin probarte prendas, pensando que luego las devolverás). Un dato que lo corrobora: según los expertos en marketing, las tiendas suelen poner música más animada en las horas de mayor apogeo para mantener en movimiento a los consumidores y estimular las decisiones rápidas; tengamos cuidado con las ofertas y las gangas. Si no lo necesitas, no es un chollo sino un gasto innecesario. Recuerda que las rebajas son una de las mejores épocas de marketing para las tiendas y que los gerentes tienen sus estrategias para que compres: estrechar los pasillos, crear «puntos calientes» de venta con las sobras, colocar productos que apenas se han reducido al lado de productos muy caros para que así parezcan una ganga, posicionar lo que más quieren vender a la altura de los ojos o incluso contratar a un comprador ficticio que aliente a los consumidores. 4- Solo hay que usar la tarjeta de crédito si eres capaz de ceñirte perfectamente al presupuesto que has establecido. Si esto te cuesta demasiado, lleva el dinero en efectivo para no gastar de más. 5- Si estás de mal humor o te encuentras deprimida, no salgas de compras para remediarlo. ¿Es realmente la solución?
Tengamos siempre en cuenta que, es divertido ir de tiendas, hay que disfrutar saliendo de la rutina, probarse trapitos, fantasear con bolsos y zapatos de firma y si encontramos ese artículo que realmente nos llama la atención, quedárnoslo. Pero no se trata de «compro, luego existo», eso tampoco hay que olvidarlo.

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