martes, 23 de abril de 2013

Justicia para Ángela

La granadina Ángela Martínez, de 36 años, lleva casi tres años en una prisión de Venezuela, condenada por tráfico de drogas "injustamente", según la familia y su abogada, y gravemente enferma, por lo que piden al Ministerio de Asuntos Exteriores que solicite su vuelta a España por motivos humanitarios. La historia de esta chica, de Albolote, en el área metropolitana de la capital, comenzó en agosto de 2010, cuando decidió irse con su novio, Avelino Ferreira, portugués, a quien conoció en Granada y con el que llevaba un año de relación a la isla Margarita a pasar unos días de vacaciones. El día anterior a su regreso, según la declaración de Ángela Martínez incluida en la sentencia, el novio se hizo con cuatro botellas de un vino típico de Venezuela, Gato Negro, para traerlas a España de regalo. Metieron dos botellas en la maleta de él y otras dos en la de ella. Pero en el control del aeropuerto las analizaron y la policía comprobó que contenían cocaína líquida. En principio, tanto ella como él dijeron que no sabían nada. Pero, según cuenta la abogada, solo ella ingresó en prisión a la espera de juicio. Según consta en la sentencia, de julio de 2011, el propio novio reconoció ser el responsable de la droga y también que usó a su pareja como tapadera, afirmando que la chica no sabía nada. Pero, según Pilar Calvo, la abogada de Ángela que lleva el caso desde Granada, Ferreira nunca llegó a ingresar en prisión ni fue condenado, ya que colaboró con la justicia venezolana suministrándole información sobre asuntos de drogas. La hermana de Ángela Marínez, Vanesa, cree, por su parte, que él "estaba compinchado con alguien de la policía venezolana, donde hay mucha corrupción". Sin embargo, los jueces no creyeron, según consta en la sentencia, la versión de la pareja, y estiman que Ángela Martínez, al ser la novia de Ferreira, debía de saber que esas botellas contenían droga. La chica fue condenada a 9 años de cárcel. Se da la circunstancia de que Ángela Martínez sufrió un año antes de irse a Venezuela un grave accidente de tráfico, por el que tuvieron que reconstruirle la mandíbula con titanio, así como insertarle prótesis en varias extremidades. Unas secuelas que la obligaban a una exigente medicación que desde que ingresó en prisión "no pudo tomar", dice la abogada. Su estado médico se fue agravando en la cárcel. "Fue operada, pero pilló una infección en quirófano y ahora tiene medio cuerpo paralizado", dice la letrada. "Está muy mal", afirma entre sollozos su hermana Vanesa. Desde que ingresó en prisión su familia ha intentado ayudarla, sin éxito. "Íbamos a ir a Venezuela antes del juicio, pero un policía nacional amigo que trabajó allí no nos lo recomendó, por las condiciones de seguridad del país y la corrupción policial, el consulado no nos ha hecho caso y tampoco en el Ministerio de Justicia. Ella es inocente y además está muy grave de salud, no sabemos lo que va a pasar con ella”, explica, desesperada, su hermana. Por si fuera poco, las condiciones de las cárceles venezolanas "son tercermundistas", dice Vanesa, que asegura entre lágrimas, que "la violaron". La abogada, tras consultar con ONG especializadas en derechos humanos, cree que la opción más viable es que España pida a Venezuela su traslado por motivos humanitarios. Para ello, esperan cita con el Ministerio de Asuntos Exteriores. Mientras, su familia aguarda, desesperada.

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