A veces pongo la TV en piloto automático para que el niño se quede pasmado mirando los hipnotizantes dibujos de Pocoyó, otras veces, cuando me levanto por la mañana, la enciendo con el volumen muy bajito para que ninguna de las dos fieras se despierte y me dejen un ratito de paz. Hay días en los que no me apetece pelearme por la comida y repito menú de pasta/arroz/nugetts/pizza y omito las verduras, para que el niño coma a gusto
y tengamos una sobremesa tranquila. Más de una vez me he hecho la sorda cuando el niño o la niña me llaman por la noche: existe la posibilidad de que se cansen y sigamos todos durmiendo, aunque si no es así me levanto... pero solo para no tener quejas de los vecinos en las reuniones de comunidad. Reconozco que continuamente entro en el juego, en el pulso de "a ver quién gana" con mi hijo, solo por empeño de querer llevar la razón. Las frases "o haces eso o te quito el cochecito", "o haces esto o vas a la silla", "o haces esto o a tu habitación" son tan tentadoras. Desde que ha comenzado el curso escolar creo que solamente he accedido dos veces a la web familia del cole, paso del grupo de madres de WhatsApp y me escaqueo de los llamamientos para colaborar con la AMPA. Los trabajitos del cole termino haciéndolos yo. Soy de las que van al parque para dejar al niño jugando y así mirar el móvil sentada en un banco. Suelo alargar mis momentos de ir al baño más de lo necesario, incluso cuando la niña se pone a llorar. He descubierto que abreviar los cuentos vale igual que si contarás la versión larga. Me encanta eso de educar "en positivo" pero recurro fácilmente a la amenaza. Si, engaño al niño de vez en cuando diciéndole que "son ya las diez, a dormir" y ni siquiera son las nueve. Me declaro culpable de utilizar el chantaje emocional, le encuentro gustillo a eso de que el niño se sienta culpable y vaya corriendo a abrazarme y hacerme carantoñas, "¿Estás bien mami?". A veces me imagino cómo sería mi vida si hubiese escogido ser una Carrie Bradshaw en versión cutre. Me da miedo llevar a los niños al médico, hasta el punto de plantearme no llevarlos y consultar con
Lucía mi pediatra, cuando están malos y que el médico me diga que nos quedemos una temporadita en casa sin salir. A veces le compro una bolsa de gusanitos para que se "porte bien". Grito y me arrepiento de haber gritado. El niño está empezando a soltar tacos y sé que es porque se me escapan a mí. Hay días en que pienso en cuando salía de fiesta con las amigas y deseo estar en ese momento. En el cole nos piden que no pongamos comida industrial, que la comida casera es lo mejor, pero yo no tengo tiempo de hornear galletas. A veces me saltó el día de ducha o no les limpio las orejas o se me olvida cortarles las uñas hasta que parece que tienen garras de alcón...
Soy la peor madre del mundo.
Pero les quiero tanto...
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