martes, 26 de mayo de 2020

Desde el espejo: la dimensión contraria de tu yo

Por fin, con este proceso de desescalada, poco a poco, hay cosas que se van retomando. Una de ellas es mi nueva novela: Desde el espejo: la dimensión contraria de tu yo. Desde luego, cuando la estaba escribiendo, allá por el 2018, cuando todavía andaba embarazada por el mundo, no pensé que el día en el que me animara por fin a publicar coincidiría con las contrariedades que vendrían después, estoy hablando del retraso a la hora de salir a la luz, el no poder tener una edición de mi libro en mis manos hasta dos meses después de saber que ya estaban en el despecho de mi editor, el no poder hacer una presentación del libro como toca y tener que recurrir a una "reunión" on line mediante directos en Instagram, tener que cancelar la Feria del Libro en la que Desde el espejo haría su debut... Así puedo nombrar unas cuantas "catastróficas desdichas" o "curiosas maneras de mantenerse a flote".


El caso es que ahora estoy muy contenta, después de estos dos meses ya tengo mis novelas, comienzo a dedicar y a hacer envíos y a buscar y distribuir en comercios locales con los que establezco trato en primera persona. Y digo en primera persona porque también he vuelto a mis orígenes en el mundo editorial: después de probar con otra editorial para mi segundo libro, de la que no salí muy satisfecha, he vuelto a apostar por mi editorial independiente, con la que ya trabaje en mi primera novela, supone más esfuerzo y una total implicación en lo que es el tema de la promoción y la distribución, pero al menos llevo las riendas.
Tengo que agradecer desde aquí a todas esas personas que ya han leído la novela y que me hacen llegar mensajes positivos sobre lo que les ha parecido la historia; a mí me gusta crees que es así, porque si no te gusta lo que has leído no tienes por qué decir nada que no sientes. Con esta nueva novela he apostado en salirme de lo que vienen a ser mis historias, mantengo mi esencia, es lo que me denomina, pero he querido incluir el factor fantástico de los cuentos de hadas, esa magia que es capaz de cambiarlo todo, la moraleja de las fábulas como enseñanza y dando el mensaje de que las segundas oportunidades existen y el debate del enfangamiento vital y el verdadero sentido de tocar fondo.
A quien todavía no le haya llegado o no la haya leído, dejo aquí el resumen del libro y, además de estar en el apartado "Mis novelas" de este blog, también dejo enlaces de compra on line y los puntos de venta físicos que tengo por ahora:

"¿Podría ser verdad que la imagen que se proyecta de nosotros a través de un espejo tenga sentimientos, juicio y deseos propios? ¿Qué ocurriría si un reflejo comenzara a tomar sus propias decisiones al margen del cuerpo al que pertenece?
Paola Krantz es una mujer egocéntrica, materialista, superficial, no conoce la palabra amistad y tiene un concepto del amor propio bastante descorazonador. El reflejo de Paola es consciente de todo esto, vive en sus propias carnes y refleja todas las excentricidades, los fracasos y las maldades de su dueña, también es consciente de que todas sus decisiones se vuelven en su contra. El  único deseo del reflejo de Paola es tener la voluntad para cambiar las cosas. Pero, ¿es posible escapar de esa dimensión que hay tras los cuerpos reflectantes? ¿Puede un reflejo cambiar el curso de la vida de un cuerpo real?"

Venta on line:

Puntos de venta físicos: 
-Papelería-Librería Susi
c/ Monóvar nº 27, San Gabriel, Alicante.
tlf: 965 10 16 96

-Librería La Farándula
c/ Sant Josep nº9, Novelda, Alicante.
tlf:965 60 10 33

Si hay más novedades en cuanto a puntos de venta, lo iré actualizando. De momento es testo, pero poquito a poco iremos conquistando lugares, estanterías y corazones. 
Feliz día.


sábado, 16 de mayo de 2020

De madre a madre



Se me hubiesen podido ocurrir decenas de temas que comentar o desglosar en este espacio. Podría haber hablado de cualquier noticia banal o divertida, de sucesos absurdos u opiniones sexistas que criticar. Pero me es imposible hacerlo, no me salen las palabras para escribir sobre lo ajeno, aunque me impacte muy de cerca. Ni siquiera me apetece compartir mi miedo ante la Fase 1, estoy harta de Covid-19, de las noticias, de los políticos... A veces escribo poemas, pero este no es el espacio para compartirlos.
No.
No.
Y no.
Desde ayer, cada vez que leo una noticia sobre el tema, se me nublan los ojos y se me encoje la garganta, ¡Fíjate! ¿Quien me lo iba a decir a mí? Todo esto es por el hijo de Ana Obregón: el niño que me caía mal cuando lo veía morder los micrófonos, la actriz que me parecía (según mis prejuicios) demasiado frívola y todo lo demás que nos muestra la prensa. Pero ayer, por primera vez, empaticé con Ana Obregón: me puse en su lugar, pensé en cómo podría sentirme si en esos momentos yo estuviera viviendo su pena, la muerte de su único hijo; no duró mucho el ejercicio, me faltó la respiración al instante y me puse a llorar como una magdalena, lo juro; incluso me sentí mal por haber juzgado de forma negativa durante tanto tiempo a una persona con la que, en estos momentos siento tanto respeto.
Después de esto he estado reflexionando y sí, puedo asegurarlo: ser madre te cambia, te hace más humilde y te enseña a ponerte en el lugar del otro, te hace más humana. No quiero decir con esto que quien no es madre no es humana, para nada, que no se me malinterprete, pero como en todas las experiencias vitales importantes, ésta, la maternidad, supone un empujoncito a la la hora de intentar ponerse en el lugar del otro, que nunca es fácil. Probablemente si no fuera madre, el respeto por una persona que acaba de perder a un hijo y por el propio hijo, lo tendría, eso creo que forma parte de la ética de cada uno; pero quiero ir más allá, hablo del sentimiento, de vivir ese dolor en mis carnes. De verdad que intentando comprender a esta mediática actriz, lo he sentido y ha sido horrible: conforme me imaginé el pasar por ese trance, fui corriendo al lado de mi pequeñín y no me separé de él durante el resto del día y más tarde, intentando grabar ese instante de él y yo solos; en el trabajo, estuve pensando "¿Qué estará haciendo ahora esta mujer? ¿Tendrá ganas de comer, de dormir, de respirar? ¿Se puede plantear una madre seguir con su vida después de eso o simplemente se deja llevar a ver qué pasa? ¿Vuelven las ganas de vivir? 
De verdad, yo, que me negué a ver Ana y los siete, que me reía de esa carrera de bióloga-guionista, que criticaba esos posados veraniegos... puedo decir que siento una melancolía compartida, no por la mujer, ni por la actriz, ni por la bióloga, ni por la celebrity, sino por la madre. Creo que existe un hilo invisible que nos conecta a las que sufrimos como madres y que, sin conocernos personalmente, somos capaces de vivir y sufrir lo que podría estar viviendo y sufriendo la otra.
Yo no sé si existe el cielo o si nos reencarnamos en algo, pero cuando una tragedia así, tan antinatural, ocurre: que una madre le sobreviva a un hijo, que lo tenga que ver agonizar con apenas 27 años, solo espero que la vida terrenal que toca seguir viviendo después de todo eso, sea lo suficientemente llevadera para no consumirse, porque después de eso, creo que da igual si hay cielo o infierno tras la muerte, lo único que quieres es volver a ver a tu hijo y lo demás te sobra.
Mucho ánimo a las madres que les toca despedir a sus hijos, eso no debería ocurrir, nunca.
















sábado, 9 de mayo de 2020

Mis series y yo

Creo que si a tod@s o a casi tod@s nos une algo de este periodo de cuarentena es el masivo consumo de series y, a consecuencia y debido a las escasas relaciones sociales que tenemos, la mimetización que sufrimos de éstas. No quiero imaginarme qué hubiera ocurrido si me hubiese visto las siete temporadas de Juego de Tronos en pleno Covid-19, soñaría en el sofá despierta, imaginando que voy volando sobre un dragón por encima de los tejados de mi barrio y gritándole al oído "Dracarys, dracarys!!!" para que suelte su fuego a todos esos cabrones que salen a pasear a la calle de forma masiva y sin mascarillas. Pero eso ya pasó, forma parte de mi otra cuarentena, la del posparto.

Sin embargo, sí es cierto que tengo algunas series con las que creo que me estoy obsesionando; comencé a verlas para evitar las noticias, las ruedas de prensa de don Sánchez y don Simón y los programas sensacionalistas y ahora es superior a mí, no puedo parar.
Al principio de esto me invadió la fiebre vampírica, echaba de menos el rollito Crepúsculo y en HBO vi que estaba toda la serie completa de True Blood. Es una serie para no tomársela muy en serio porque ahí solo se dedican a darle como conejos y a hincarse el diente, pero una termina fantaseando con la idea de conocer a un vampiro de modales sureños, de la época de la guerra de secesión, William Compton, y después paso al aburrimiento y prefiero al rey bárbaro, Eric Northman y pienso, joder con la Sokie Steakhouse, esa chica pasa de ser una camarera de bar de carretera con una vida aburrida a ser la amante de los vampiros nº1. He de decir que ya me he cansado un poco, se están mezclando vampiros, licántropos, cambiantes, hadas y no sé qué más, y se les está yendo de las manos.
En realidad, ya no sigo tanto True Blood porque descubrí LA SERIE, con sus 15 temporadas completas en Amazon Prime, ¡toma ya! Anatomía de Grey. Sí, tiene muchos años, pero es que comenzó a emitirse en una época en la que había mucha serie de médicos (House, Hospital Central etc) y Médico de Familia ya había hecho mucho daño. Pero me he reconciliado con las series de médicos, vaya que si me he reconciliado, no veo otra cosa y lo mío con Preston Bourke ha sido amor a primera vista, ¡qué cirujano! Su historia de amor raruna con la dra. Yang me hace sufrir mucho, y es que la pareja principal, Derek y Meredith, para mi gusto son muy predecibles, insulsos y han pasado a un segundo plano. Y por supuesto, Addison Montgomery es mi ídola, en otra vida tengo pensado ser una ginecóloga cañón como ella. Esta serie me va a llevar tiempo, la comencé en la cuarentena, voy por la 3ª temporada y, de momento no me aburre, cualquier día me ven por la casa en bata, la mascarilla ya la tengo.
El descubrimiento más reciente es The Boild Type: tres amigas
jóvenes que viven en Nueva York y que trabajan en diferentes departamentos de la revista femenina más importante del mundo. Un Sexo en Nueva York pero con veinteañeras. Las veo, tan jóvenes, tan monas, tan bien vestidas, con unos trabajos en los que siempre tienen tiempo de irse a charlar a los vestidores o a las cafeterías y con ocupaciones tan divertidas. Yo quiero ser una redactora de una revista así, ¡¡¡quiero ese trabajo!!! Pero no, me conformo escribiendo para mí.
Ahora estoy esperando a que otra de mis series favoritas, Insecure, que ya ha lanzado su 3ª temporada, ponga sus capítulos con voz en castellano, porque mi cabeza nunca ha dado para leer subtítulos y seguir la imagen de quien habla; y es que, de vez en cuando, también me gusta creer que puedo ser una afroamericana estilosa de Los Ángeles, con joyas doradas que pesan un quintal, jerga de "sisters", ropa rara choni y de cojones pero que sienta genial y peinados que estrangulan el pelo.

Estas son mis series, un día quiero ser amante de vampiros, otros una sexy cirujana de obstetricia, generalmente una redactora de una revista femenina y lo que se presente. Mientras esto dure, hay que echarle imaginación, el resto lo pone la tele.