Hemos iniciado un periodo en el que vamos a poner nuestra paciencia y el valor de nuestras relaciones a prueba. Con esta cuarentena mucha gente bromea con establecer un teléfono de asistencia psicológica para no acabar divorciándose o estrangulando al hijo; otras personas directamente exponen que, con este encierro, se van a llevar un chasco cuando se den cuenta de que realmente no conocen a las personas con las que conviven diariamente; las personas más dinámicas e imaginativas no hacen más que lanzar propuestas para hacer actividades en casa y/u on line para no caer en la locura: presentaciones literarias y cuenta-cuentos en directos de Instagram, manualidades con niños, quedadas en los balcones... Ahí nos damos cuenta de las verdaderas fortalezas y debilidades humanas.
Solo es el segundo día de encierro, por dios. Qué fácil es obviar la libertad cuando la tenemos. Qué sencillo es señalar con el dedo posibles culpables mientras esperamos a que otros nos salven el culo. De repente, los futbolistas y las estrellas del pop pasan a un segundo plano, y el personal sanitario, la policía, los trabajadores de supermercados y pequeñas tiendas de abastecimiento, los cuidadores y educadoras de centros de 24 horas comienzan a despuntar, a dejar de ser invisibles.
Yo no se si las cosas pasan por algo, no sé si las desgracias globales tienen una función natural o un origen místico, sinceramente, en el caso del coronavirus (todavía no lo había llamado por su nombre de pila, como si al nombrarlo 3 veces fuera a salir del espejo y atacarme), no es un modo de que la naturaleza busque el equilibrio y nos castigue por lo cabrones e insensatos que hemos sido: esto ha sido una decisión de los poderosos para cargarse a los pensionistas y demás colectivo dependiente para que dejen de generar gasto en la economía occidental y, de paso, invertir la pirámide poblacional. Bueno, al menos eso creo. Pero de todo, aunque sean putadas intencionadas como esta, hay que sacar una enseñanza y un algo positivo. También hay que aprender a desaprender. Esto puede volver a hacer que valoremos las palabras cooperación, comunidad y relación de ayuda y que dejemos a un lado el individualismo y el consumismo.
Puede que después de todo esto retomemos nuestros proyectos con más ilusión, valoremos más a nuestra familia y amigos y aprendamos a no tomarnos a la ligera ciertas indicaciones que se recomiendan por algo.
¿Qué saco yo de positivo en todo esto?
Vuelvo a teclear en este blog que tan abandonado tenía debido al ritmo de vida que me exijo.
Me he establecido metas personales y que tienen que ver con la dedicación y el auto cuidado que hacía tiempo que no me planteaba.
Creo firmemente que mi pareja y yo podemos ser los mejores padres del mundo para nuestro hijo y que nuestra pequeña familia salga fortalecida de este periodo.
A mi familia y amigos, las personas importantes en mi vida pero con las que no comparto techo en estos momentos, mis abuelas, mis padres, mi hermano... voy a tener unas ganas enormes de abrazarles, yo, que no suelo hacer esas cosas de contacto físico.
Tengo un niño maravilloso que no necesita de grandes tecnologías para entretenerse, solo que juguemos con él y le dediquemos tiempo y eso es incuestionable.
Tengo un proyecto literario entre manos, que saldrá a la luz más tarde de lo que pensaba, pero cuando salga lo valoraré todavía más, me sentiré más satisfecha de esa novela.
Me siento más orgullosa que nunca de mi profesión, trabajadora social y educadora en un centro de protección de menores y en estos días intentaré ofrecer a mis niños todo lo mejor de mí. En mi caso, el teletrabajo no es una opción.
Desde el encierro, reflexionemos todos, creo que nos vendrá bien.
Feliz domingo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario