domingo, 13 de enero de 2019

L@s amargad@s en red


Si hay algo que consiguen las épocas de máxima demostración de sentimientos y acciones en tiempo real, como es la Navidad, es el descubrimiento de es@s amargad@s en potencia que aprovechan las situaciones de celebración y felicidad de unos para buscarles un defectillo y amargárselas.
Estamos de acuerdo en que las redes sociales hay que utilizarlas con sentido común y que cuando publicas te expones a recibir todo tipo de comentarios, buenos y malos. Pero los hay (comentarios) rebuscadamente dañinos. Si llego a un punto en que no me gusta o no comparto ciertos aspectos del perfil de Facebook de alguien, lo bloqueo, dejo de seguirlo, lo ignoro o le rebato su idea con una respuesta coherente y sustentable. Pero es que hay gente que está esperando cualquier ocasión para “amargar” el momento de alguien; ejemplo: te vas a pasar el día al safari y te haces una foto dándole de comer a la jirafa, la cuelgas al Instagram con sus hastags y demás, obtienes muchos likes y algún que otro comentario gracioso, hasta que el amargao de turno aparece con alguna acusación del tipo “estás fomentando el maltrato animal mediante la explotación de su imagen bla, bla, bla”. ¿Vamos pillando el concepto de “amargaos en red”?
A mí me han intentado buscar las cosquillas criticándome por colgar una foto de una casa del Sacromonte de Granada con un pequeño grafiti o por compartir la famosa imagen del marinero y la enfermera de Times Square en el día mundial  del beso, por motivos que educadamente rebatí. Esos hechos me hicieron pensar “Joder, sí que influyen las cositas que comparto en Instagram en la gente, cuando intentan montarme un debate/denuncia por algo tan inocente…”. Pero bueno, son cosas inevitables que hay que tomarlas con humor.
Lo que sí que me tocó la moral fue un mensajito de esos “bomba”, de los que van dirigidos a nadie en particular y a tod@s en general, como una lanzada de piedra y escondida de mano. Fue uno de esos que te encuentras por casualidad en el muro de Facebook, en este caso, el amargao de turno criticaba a todas esas personas que tenían hijos y que los sometían a la fiesta de la Navidad (como si fuera una tortura), iniciándolos en el consumismo sin sentido, a practicar tradiciones religiosas y a tenerlos viviendo en una mentira. Eso sí que me hinchó las narices, en primer lugar porque cada un@ celebra las tradiciones que le da la gana y sin tener que estar ofendiendo a nadie por ello, vamos que no creo que ver una cabalgata de Reyes o comerse un roscón con chocolate, entre otras de esas costumbres, haga daño a nadie; en segundo lugar, nadie es nadie para juzgar quién actúa de forma consumista en su casa, si un padre o una madre quiere hacerle un regalo a su hijo o unos amigos quieren reunirse para celebrar un amigo invisible, una pequeña ilusión al final de un largo año es más inofensiva que muchos de los actos diarios de otras personas; y en tercer lugar, esa persona que dice que tenemos a nuestros hijos viviendo una mentira, me gustaría verla por un agujerito cuando tenía 5 años, cuando todavía creía en la magia y en las cosas imposibles y cuando la ilusión por las noches mágicas de la Navidad eran más fuertes que ese amargamiento de ir contra todo el mundo.
Lo siento, pero creo que este post de hoy lo estoy utilizando a modo personal para desahogarme ante tanta gilipollez de gente que, vale, puede que algunas veces tengan razón y sea necesaria una denuncia social, pero que generalmente parece que les de rabia ver que a otras personas les van bien las cosas e incluso en muchos momentos llegan a sentirse felices en este mundo cada vez más difícil de conseguir esa felicidad, y que no les queda otra que andar haciendo guardia en el muro de Instagram o Facebook para analizar las vidas ajenas y preparar sus catapultas destructivas para intentar (lo que no quiere decir que lo consigan) empañar esa felicidad, ese momento de inspiración o esos ideales de inocencia.
Amargad@s en la red, por favor, tomaos un descanso y utilizad esa energía en cosas realmente productivas y que aporten algo a todos, no solo a los minoritarios intereses subjetivos y a unas mentes que, aunque aparenten ser hippies, son tan intolerantes como las de cualquier extremo.

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