La verdad es que, si se pretendía que la publicación de un
Decálogo para la Escuela Feminista no pasara desapercibido y tuviese una
considerable repercusión mediática, debo
decir que se ha conseguido y el aprovechar la gran importancia que ha tenido la
reciente manifestación por los derechos de las mujeres el pasado 8 de marzo, ha
tenido mucho que ver, porque como ya comenté en un anterior post, ha habido un antes y un después
tras este 8-M.
Ahora bien, centrándome en el
decálogo, antes de seguir me gustaría invitaros a que leyerais las bases y los
19 puntos de este documento (PINCHA AQUÍ: http://www.te-feccoo.es/2018/02/15/breve-decalogo-de-ideas-para-una-escuela-feminista/)del que quiero dar mi opinión, una
opinión que, aviso de antemano, no tiene por qué coincidir en todos los puntos.
Por eso quiero que se conozca antes, porque en la televisión y los periódicos
nos lo han ofrecido de una manera que a mí, en un primer momento, me asustó
incluso, pero leyéndolo no es tan radical, aunque, repito, hay cosas que no
encuentro del todo correctas y quisiera rebatirlas, al igual que también quiero
corroborar las que sí considero acertadas y necesarias.
El Decálogo comienza con un
primer punto que considero, necesario no, urgente de aplicar, así que empezamos
bien, porque “Formar
al profesorado de los centros en feminismo” a través de un programa básico que les ilustre sobre la historia del feminismo, el lenguaje inclusivo,
el desaprendizaje de conceptos (competitividad, machismo y heterosexismo), así
como poner en práctica otros (consentimiento y maneras de relacionarse
positivamente, la toma de la palabra desde la escucha y el diálogo y cuidados y
afectos), es el comienzo para cambiar las cosas. Tengamos en cuenta que, para cambiar
el sistema de una sociedad hay que empezar por la Educación, que es por donde
pasamos y nos formamos tod@s, donde absorbemos como esponjas las principales
normas de convivencia, y viviendo como vivimos en un sistema patriarcal, la
Educación, por defecto, también tiene un enfoque patriarcal, los educadores y
educadoras llevan ese “vicio” instalado y ese es el principal
entorpecimiento que encontramos a la
hora de cambiar una sociedad para que alcance unos auténticos valores de
igualdad. Así que sí, creo que este punto está claro.
Otra responsabilidad del profesorado en los centros educativos
es “el empleo de un lenguaje no machista”. Yo, cuando escribo, no sé si siendo
correcto o no, suelo utilizar mucho el “@”, como forma de incluir a ambos
sexos en mis escritos, porque no quiero
que estos vayan dirigidos únicamente a mujeres. Está claro que a la hora de dar
una clase oral el “@” no sirve, y el decir todo el tiempo “chicos y chicas”, “vosotros
y vosotras”, “no seáis pesados y pesadas”… pues queda demasiado recargado y
agota. Por eso, en el Decálogo, como forma de inclusismo, se propone utilizar
un género neutro para dirigirse a los alumnos y alumnas: alumnes, todes,
pesades, vosotres… Me parece bien, ya que es un paso más hacia el trato por la
igualdad en el lenguaje.
Los puntos 3, 4, 5 y 6 vienen a ser lo mismo. “Incluir en los currículums autoras femeninas”.
No se trata de que las mujeres monopolicen las diferentes disciplinas de
aprendizaje, sino que se equipare, porque en la Literatura, en la Filosofía, en
la Historia del Arte y la Cultura o en las Ciencias, hay muchísimas
aportaciones por parte de mujeres que,
por desgracia, se han visto anuladas o pasadas por alto, solo aparece un 7,5%
de figuras femeninas en los libros de enseñanza de la E.S.O., cuando se podrían
citar muchísimos nombres de ellas para cada una de las disciplinas, y sin
embargo parece que la historia de la humanidad solo la hayan escrito ellos, los
hombres. ¿Sabéis la clase de mensaje que se está dando a nuestr@s niñ@s? Eso
hay que cambiarlo.
El punto 7 directamente ya exige que se “eliminen los libros escritos por autores machistas y misóginos”. A
ver cómo lo digo. Pienso que borrar a Pablo Neruda, a Arturo Pérez-Reverte,
Kant o Rousseau del mapa educativo porque sean machistas, si la obra que
aportan es rica y necesaria para entender una disciplina y dicha obra es ajena
a esas conductas y pensamientos machistas, y entiendo que privados, de sus
autores, es dar un paso atrás. Neruda en realidad era un capullo que renegó de
una hija con hidrocefalia, abandonándola a ésta y a su mujer en pleno estallido
de la Guerra Civil, pero tiene un poemario digno de admirar y que nadie diría
que ha sido creado por un monstruo como él. Lo que vengo a decir con esto es
que hay que diferenciar la vida y pensamientos privados de un autor con lo que
aporten a la sociedad, si sus aportaciones nos pueden enriquecer, tomémoslas y
con sus pensamientos más íntimos allá ellos con sus conciencias, no
tenemos porqué conocerlos si quiera. De
todos modos, tal y como dice el Decálogo, existen autores que apoyaron la
igualdad y el movimiento feminista, Poullain de la Barre, J. Stuart Mill…
Añadámoslos al currículum educativo, ¿no? Más riqueza.
Lo de “No separar los baños entre hombres y
mujeres” tampoco termino de estar de acuerdo. Personalmente, a mí me gustan los
baños tal y como están. Los baños de los institutos están para mear, cagar y
mantener alguna que otra confidencia entre alumnos, no creo que suponga un
atentado contra el feminismo mantenerlos igual. Es más, hay ciertas diferencias
fisiológicas entre hombres y mujeres que no podemos negar y que puede que ambos
sexos se sientan más cómodos teniendo cada uno su espacio. Las chica no tenemos
por qué cambiarnos la compresa en un baño lleno de gotas de pis por los bordes
(lo siento, pero los tíos apuntan fatal). No sé, que no le veo ninguna forma de que se sostenga esta idea de compartir baños en institutos, más ahora, que hay
mucho en lo que educar, viendo a adolescentes que, por desgracia, en estos momentos no son lo que se dice respetuosos.
Los institutos, por desgracia, no son el buffete
de abogados de Ally McBeal.
“El currículum
de Educación Física debe ser común al conjunto del alumnado”. Nada que objetar. No recuerdo, en mi época de
instituto que me trataran de forma diferente para realizar mis ejercicios en mi
condición de mujer, únicamente a la hora de pasar la prueba de lanzamiento de
balón medicinal, a las chicas nos hacían lanzar uno que pesaba menos que el de
los chicos.
“Desheterosexualizar la escuela”, por supuesto, desde pequeños, hay que hacer
entender a niñ@s que hay una gran diversidad en cuanto a la sexualidad que hay
que respetar y normalizar, empezando desde la escuela.
“Tener asignaturas específicas de
educación sexual, así como de equidad de género en todos los cursos de todas
las etapas”, también,
por favor. Igual que se le pide al profesorado que se forme en cuanto a equidad
de género, a los alumnos y alumnas hay que educarles desde el principio, adaptando la información según
en qué curso se encuentren. Esta es la clave para terminar desde dentro con el
sistema patriarcal e ir implantando, poco a poco, un sistema igualitario entre
sexos.
El “prohibir el fútbol en los patios de
recreo” sí que es algo que me preocupa mucho y que me parece muy extremista, más
bien tirando a hembrista. ¿Es que no hay niñas a las que les gusta jugar al
fútbol? Las autoras del Decálogo se están contradiciendo con esta prohibición,
convirtiendo la imagen del feminismo en otra cosa más radical y fea para mi
gusto. Se puede crear un espacio amigable y exento de competitividad sin
prohibir deportes que, a priori, se
consideran “juegos de chicos”, fomentando unos buenos hábitos, el juego en
equipo, el respeto y la igualdad entre niños y niñas, variando también las
actividades de recreo según el día y dando la libertad de que otros grupos
quieran jugar a otra cosa. En fin, que no hay que ser tan radical.
“Eliminar los códigos de vestimenta” puede ser un arma de doble filo. Pienso que cada
persona es libre de vestir según cómo se sienta identificad@, pero eso no
quiere decir que un chaval entre un aula y no se quite la visera y las gafas de
sol o que una chiquilla vaya por los pasillos del centro escolar en tangalón. No
es una cuestión de intolerancia, simplemente, a la hora de vestir, también se
educa. Por supuesto que pienso que hay que fomentar talleres que hagan entender
a los niños y niñas que porque una niña lleve un pañuelo en la cabeza debido a
sus creencias o porque un niño quiera llevar una sudadera de Frozen, no son ni
diferentes ni mucho menos objeto de burla. Como todo en esta vida, hay matices.
Que se
proponga “Eliminar la asignatura de Religión católica”, si se trata de una escuela pública, me parece
bien, hoy en día hay tanta diversidad de género como diversidad religiosa en
las aulas y no hay que “obligar” a l@s cri@s a que una religión les entre a la
fuerza, es una opción personal y si ese niño o niña decide formarse en base a
la religión Católica, para eso están los cursos de Catequesis. Es evidente, que
en los colegios privados de naturaleza católica esto no es aplicable, iría en
contra de sus principios.
“Cambiar el
currículum de Historia, que ha de contar la historia de las mujeres y los
colectivos minorizados. ¿Dónde están esas otras historias que no nos cuentan?”. Entra en la tónica de lo que reclaman los puntos
3, 4, 5, y 6, así que, del mismo modo, hay que cambiar eso también.
No hay que tener miedo en reivindicar
que hay que “Prohibir las canciones machistas en la banda
musical del centro”. Las
canciones de Teresa Rabal tipo “Una niña
fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que limpiar…” ya no casan con
la sociedad igualitaria que se pretende crear, en su momento serían muy bonitas
y pegadizas, pero lanzaban un mensaje machista terrible. Hoy en día existen
muchas canciones neutras y educativas que se les puede enseñar a los niños y
niñas en nuestras aulas. Y enlazando con este punto iría el siguiente, que
habla de “Emplear música feminista en los
centros de enseñanza”. Se proponen nombres como Rebeca Lane o Alicia Ramos,
pero vamos, no creo que haya que acotar la educación musical solo en artistas
con mensajes únicamente feministas, que por que un día escuchen a Chayanne o a
Malú no va a pasar nada.
El “Cambiar los nombres de los centros educativos” así
porque sí no lo veo. En el Decálogo se exige que se elimine todos aquellos
nombres de centros que sean católicos o hagan referencias a militares,
políticos o juristas y sustituirlos por nombres de mujeres representativas del
movimiento feminista o por nombres de elementos de la naturaleza. A ver, no
pretendamos ahora que toooodos los centros escolares tengan nombre de mujer. Los
centros privados católicos es obvio que llevarán algún nombre religioso, los
barrios también suelen darle el nombre propio al colegio de su zona y en otros
casos, si una zona tiene un personaje ilustre o conocido autóctono del lugar,
se le suele homenajear poniendo su nombre a un colegio (sea hombre o mujer). No hay que “atragantar”
con esto, es decir, que si se da la ocasión de poner el nombre de una mujer que
ha supuesto una aportación importante en la educación, ¡pongámoslo!,
¡Fomentemos más nombres de mujeres importantes en nuestros centros escolares!
Pero igualdad es eso, hombres y mujeres por igual, y abanderar una avalancha de
poner nombres de mujeres a los centros escolares y evitar que pongan nombres de
hombres o retirar algunos que ya existen, nos coloca en una posición hembrista.
Sí que es necesario y urgente que en los centros escolares se cree
una “biblioteca feminista”. Establecer
a través del claustro que en el plazo de tres cursos académicos tiene que haber
una cantidad similar de libros escritos y protagonizados por mujeres que de
protagonizados por hombres en la biblioteca del centro. Genial esta propuesta.
Conclusiones de éste Decálogo: pienso que hay unas
propuestas muy buenas, necesarias y que hay que poner en práctica de forma
urgente, en general, la mayoría de estas propuestas, las que se enfocan sobre
todo en una equiparación de nombres de científic@s, filósof@s, artistas,
autores/as… o las que inciden en una educación continua tanto a profesorado
como alumnado en feminismo. De verdad que hay ideas muy pero que muy ineludibles
en esas líneas. Pero también he tenido la sensación que en otros puntos se ha
abusado del concepto “feminismo” y de su significado y aportación para toda la
sociedad; hay momentos en que el feminismo deja de ser “igualdad entre hombres
y mujeres”, surgiendo un hembrismo extremo (es como denomino a la idea
justamente contraria al “machismo”) que podría terminar cargándose la magia del
feminismo que se había creado en torno al 8-M. Y ojo, que hago esta crítica
considerándome una persona feminista y conocedora del concepto y de las ideas
que de ahí surgen. Puede que esto último que digo se debe a ignorancia mía, que no he sabido entender lo que se me quería explicar, esas cosas pueden pasar, pero es lo que a mí me ha llegado en algunos casos.
Bueno,
leed, comentad, proponed… de eso se trata la libertad de expresión, porque no
todo tiene por qué ser tan rígido, y en un mismo pensamiento o movimiento
social puede haber discrepancias, similitudes, aportaciones nuevas y todo eso
sin faltar al respeto a nadie.
De
todos modos, la idea principal que saco de esto es que, antes de leer el
Decálogo pensaba que contenía ideas súper extremas y hembristas totales y
después de leerlo, la mayoría de los puntos son más que razonables, salvo unos
cuantos que ya he podido comentar. Para que veais cuánto distorsionan los
medios de comunicación.