No suelo hacer reseñas o
recomendar muy a menudo libros, aunque me refile una novela detrás de otras y
leer sea uno de mis pasatiempos favoritos. No es la finalidad de este blog
hablar de literatura en general, pero cuando se trata de literatura con toques
feministas sí que lo veo una oportunidad, porque ya entramos en la
particularidad del blog: la mujer.
Así que me gustaría hablar esta
vez de la novela de Margaret Atwood, El
Cuento de la Criada, una historia ficticia pero posible, al fin y al cabo. Me
explico, ficticia para el aquí y ahora de la sociedad occidental, pero nada
irreal para muchas mujeres de los países más retrógrados. Me animé a leerla al
ver que era continuamente recomendada por las participantes de la cuenta de
Instagram @oursharedshelf, creada por la actriz Emma Watson para hacer
propuestas de lectura de temática feminista. Me picó muchísimo la curiosidad,
así que ahí va.
Defred es la Criada de esta
historia, en realidad no es su verdadero nombre, durante la novela nunca se
sabe cómo se llama en realidad. Defred es la combinación de la preposición
“de”, que indica propiedad y del nombre “Fred”, el comandante propietario de la
Criada. La función de “criada” no es la de servir como empleada doméstica para
cocinar, limpiar, etc, para eso ya están las Marthas, otro extracto femenino de
esta ficticia sociedad. La función de las Criadas es la de procrear,
situándonos en una sociedad que, ya intoxicada por los residuos nucleares, las guerras y la
contaminación en general, sufre una infertilidad que obliga a explotar el don
de las mujeres fértiles, convirtiéndolas en esclavas sexuales de los hombres
más poderosos de esta nueva humanidad, surgida de las guerras, el terrorismo
islámico y un golpe de Estado en la nueva y actual República de Gilead,
antiguamente conocida como Estados Unidos de América. Las Criadas están obligadas a
mantener relaciones sexuales cada cierto tiempo y de una forma ritual con sus
Comandantes y manteniéndose tumbadas boca arriba, agarradas de las manos de las
esposas de los Comandantes, para que, en caso de quedar la Criada embarazada,
simbólicamente parezca que ha sido fecundada la esposa, infértil, claro está.
Una vez que una Criada da a luz, el bebé pasa a ser del Comandante y su esposa
y la Criada en cuestión pasa a servir y ser propiedad de otro comandante que
también necesite sus servicios reproductivos. Las Criadas son solo una de las
últimas capas de una nueva sociedad patriarcal que se rige por una teocracia
extrema; lo peor que le puede suceder a una mujer que no sea esposa y que se
demuestre que no puede procrear, es ser declarada una no-mujer y ser mandada a
las Colonias a trabajar entre residuos tóxicos. Cada noche Defred evoca su
anterior vida, cuando tenía pareja y una hija, un trabajo, una independencia… hasta
que todo su mundo se desmorona, es despojada de todos sus derechos y libertades
y conducida a una especie de “escuela de adiestramiento” de Criadas, dirigida
por las Tías, la única clase de mujeres que, sin se esposas, tienen ciertos
privilegios mundanos, como leer y escribir. Defred mezcla su vida pasada con
los nuevos cánones sociales actuales, los cuales le privan de cualquier derecho
y le obligan a sentirse estigmatizada dentro de su condición de “procreadora”,
teniendo que llevar continuamente una túnica roja, que simboliza la fertilidad,
una especie de letra escarlata para todos los demás.
Hasta ahí cuento, sino
revelaría todo lo que tiene este libro atípico para contar. Digo atípico
porque, aunque no sea la primera vez que un autor analiza una supuesta sociedad
futura marcada por estratos sociales y funciones predeterminadas, privilegiadas
para unos e injustas para otros (véase Un
mundo feliz, de Adoux Huxley), pocas veces se examina tan duramente el ficticio destino social de la
mujer, como si la autora tratara de recordarnos que, en cierta manera, cosas
así ocurrieron en nuestra sociedad moderna, tal vez en el Medievo, o no tanto,
porque recordemos que hasta no hace mucho las mujeres no podíamos votar, y no
hay que olvidarlo, más bien permanecer en alerta para defender los pequeños
logros que se han conseguido a nivel social.
Este libro lo escribió Margaret
Atwood en los años 80, pronosticando un estallido y un cambio del estilo de vida
occidental una vez que unos cuantos hombres toman la diligencia de un país en
pleno caos, debido a los conflictos provocados, supuestamente, por el
terrorismo islámico. Una muestra de los peligros inherentes al mezclar religión
y política, donde una vez más sale perdiendo la mujer.
Por favor, quien pueda y
quiera, recomiendo que le esta novela, dará mucho para reflexionar.
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