lunes, 4 de diciembre de 2017

El Cuento de la Criada

No suelo hacer reseñas o recomendar muy a menudo libros, aunque me refile una novela detrás de otras y leer sea uno de mis pasatiempos favoritos. No es la finalidad de este blog hablar de literatura en general, pero cuando se trata de literatura con toques feministas sí que lo veo una oportunidad, porque ya entramos en la particularidad del blog: la mujer.
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Así que me gustaría hablar esta vez de la novela de Margaret Atwood, El Cuento de la Criada, una historia ficticia pero posible, al fin y al cabo. Me explico, ficticia para el aquí y ahora de la sociedad occidental, pero nada irreal para muchas mujeres de los países más retrógrados. Me animé a leerla al ver que era continuamente recomendada por las participantes de la cuenta de Instagram @oursharedshelf, creada por la actriz Emma Watson para hacer propuestas de lectura de temática feminista. Me picó muchísimo la curiosidad, así que ahí va.
Defred es la Criada de esta historia, en realidad no es su verdadero nombre, durante la novela nunca se sabe cómo se llama en realidad. Defred es la combinación de la preposición “de”, que indica propiedad y del nombre “Fred”, el comandante propietario de la Criada. La función de “criada” no es la de servir como empleada doméstica para cocinar, limpiar, etc, para eso ya están las Marthas, otro extracto femenino de esta ficticia sociedad. La función de las Criadas es la de procrear, situándonos en una sociedad que, ya intoxicada por los residuos nucleares, las guerras y la contaminación en general, sufre una infertilidad que obliga a explotar el don de las mujeres fértiles, convirtiéndolas en esclavas sexuales de los hombres más poderosos de esta nueva humanidad, surgida de las guerras, el terrorismo islámico y un golpe de Estado en la nueva y actual República de Gilead, antiguamente conocida como Estados Unidos de América. Las Criadas están obligadas a mantener relaciones sexuales cada cierto tiempo y de una forma ritual con sus Comandantes y manteniéndose tumbadas boca arriba, agarradas de las manos de las esposas de los Comandantes, para que, en caso de quedar la Criada embarazada, simbólicamente parezca que ha sido fecundada la esposa, infértil, claro está. Una vez que una Criada da a luz, el bebé pasa a ser del Comandante y su esposa y la Criada en cuestión pasa a servir y ser propiedad de otro comandante que también necesite sus servicios reproductivos. Las Criadas son solo una de las últimas capas de una nueva sociedad patriarcal que se rige por una teocracia extrema; lo peor que le puede suceder a una mujer que no sea esposa y que se demuestre que no puede procrear, es ser declarada una no-mujer y ser mandada a las Colonias a trabajar entre residuos tóxicos. Cada noche Defred evoca su anterior vida, cuando tenía pareja y una hija, un trabajo, una independencia… hasta que todo su mundo se desmorona, es despojada de todos sus derechos y libertades y conducida a una especie de “escuela de adiestramiento” de Criadas, dirigida por las Tías, la única clase de mujeres que, sin se esposas, tienen ciertos privilegios mundanos, como leer y escribir. Defred mezcla su vida pasada con los nuevos cánones sociales actuales, los cuales le privan de cualquier derecho y le obligan a sentirse estigmatizada dentro de su condición de “procreadora”, teniendo que llevar continuamente una túnica roja, que simboliza la fertilidad, una especie de letra escarlata para todos los demás.
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Hasta ahí cuento, sino revelaría todo lo que tiene este libro atípico para contar. Digo atípico porque, aunque no sea la primera vez que un autor analiza una supuesta sociedad futura marcada por estratos sociales y funciones predeterminadas, privilegiadas para unos e injustas para otros (véase Un mundo feliz, de Adoux Huxley), pocas veces se examina tan duramente el ficticio destino social de la mujer, como si la autora tratara de recordarnos que, en cierta manera, cosas así ocurrieron en nuestra sociedad moderna, tal vez en el Medievo, o no tanto, porque recordemos que hasta no hace mucho las mujeres no podíamos votar, y no hay que olvidarlo, más bien permanecer en alerta para defender los pequeños logros que se han conseguido a nivel social.
Este libro lo escribió Margaret Atwood en los años 80, pronosticando un estallido y un cambio del estilo de vida occidental una vez que unos cuantos hombres toman la diligencia de un país en pleno caos, debido a los conflictos provocados, supuestamente, por el terrorismo islámico. Una muestra de los peligros inherentes al mezclar religión y política, donde una vez más sale perdiendo la mujer.

Por favor, quien pueda y quiera, recomiendo que le esta novela, dará mucho para reflexionar.

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