A los comienzos de mi andadura en este blog, recuerdo que uno de los primeros posts que publiqué fue uno dedicado a los concursos de belleza en general: las rivalidades entre mujeres, las operaciones estéticas a las que se someten muchas de ellas para alcanzar una falsa perfección, lo que ocurre después, cuando pasan de ser el foco de atención a simples juguetes rotos y también hablé un poco por encima del fomento de los concursos de belleza desde la más tierna infancia. Era un tema bastante amplio y con muchas caras. Ahora, después de todo lo que se ha hablado durante las últimas semanas, sacando de nuevo a relucir los efectos negativos que tienen en las niñas los concursos de belleza infantiles, he pensado que es un buen momento para destripar el tema.
Siempre me ha dado muchísimo repelús cuando he visto en revistas o en noticias de TV a esas pequeñas niñas maquilladas como puertas, desfilando y contoneándose intentando imitar a una modelo de Victoria's Secret, es como si se intentara vestir a una muñeca Barriguita con un modelito de baño de la Barbie:
brilli brilli y lentejuelas por los cuatro costados. En serio, no sé en qué están pensando esos padres y madres cuando disfrazan a su hija de cinco o seis años de esa forma tan ridícula, a esas edades estas niñas deberían estar llenándose las orejas de arena del parque, haciéndose rozaduras en las rodillas de jugar al pilla-pilla, comer sándwiches de Nocilla en la fiesta de cumpleaños de algún amiguito, disfrazándose de verdad en Halloween o en un festival del cole... no sé, esas cosas que hacen los niños y niñas normales. Sin embargo, a estas pequeñas aspirantes a Miss Universo las meten desde muy pequeñitas en un continuo ir y venir de desfiles, maquillajes, pestañas postizas, vestidos y bikinis de adultas en tamaño reducido, taconazos y refuerzos incesantes de que si no eres bella, no eres nada. A estas pequeñas Claudia Schiffer de medio metro, si les das un balón, un cuento infantil o una muñeca de trapo, te miran de arriba a abajo pensando "Estás fatal", porque prefieren mil veces un pintalabios, un espejo de cristal o un vestido largo de plumas y terciopelo. Por no hablar de todo el negocio de dinero que se mueve tras ellas...
Hace bastantes años, este peculiar mundo de hobbits en traje de baño y tacón se vio en el punto de mira con el asesinato de JonBenett Ramsay, una niña preciosa que era conocida por haberse presentado e todos los concursos de belleza habidos y por haber; estaba expuesta a tantos ojos, tenía tantos admiradores... su muerte sigue siendo un misterio. Ahora, los certámenes de belleza infantil vuelven a plantear debates debido a una serie de barbaridades que han salido a la luz: una niña de ocho años y participante asidua de concursos de belleza, es adicta al botox por que su madre la sometía cada tres meses a inyecciones en la frente, alrededor de los ojos y labios según explicaba "por su bien", además de realizarle depilaciones preventivas (dime tú qué pelo se le puede arrancar a una cría de esa edad); Britney, la niña en cuestión, terminó por obsesionarse por su aspecto, revisando su rostro cada noche por si se encontraba alguna arruga (whaaat???, explicando el subidón de autoestima que le producía pasearse por una piscina con sus piernecitas depiladas y piensa que estas prácticas son súper importantes para llegar a ser una top model, su gran ambición, por no mencionar las cosas más importantes de su vida: Lady GaGa y los tatuajes. A la madre de la mini-Barbie le han quitado su custodia, pero esa chiquilla va a necesitar terapia psicológica por mucho tiempo, porque ha perdido unos años de infancia que no va a volver a recuperar y cogido unos hábitos frívolos y superficiales que van a costar mucho de quitar.
Otra barbaridad de este mundillo es otra niña que, en los certámenes de belleza en los que participa, usa implantes de pecho y culo para simular un cuerpo de mujer tipo Marilyn Monroe. Otra niña que va a acabar con problemas mentales y, probablemente, con una adicción a la cirugía estética, porque desde bien pequeñita ya se le está pidiendo que luzca y viva en un cuerpo que no es el suyo y que no tiene por qué serlo: nadie le garantiza a esta niña que cuando su cuerpo se desarrolle vaya a tener unos pechos redondeados de talla 95 o un trasero firme y curvilíneo como los de sus implantes.
Creo que esta obsesión que tienen algunos padres por querer que su niña sea la más hermosa y que todo el mundo sea conocedor de ello es ya de por sí una enfermedad descontrolada, unos deseos de egocentrismo malparado de madres que les hacen proyectar sus propias ilusiones y sueños frustrados en sus hijas, un "como yo no pude hacerlo, que lo haga ella por mí"; como los padres que también se obsesionan por que sus hijos sean pichichis de una puñetera liguilla infantil, metiéndoles en la cabeza que van a ser el próximo Cistiano Ronaldo.
La niñez ya no es un lugar seguro para "esconderse" mientras esperamos a hacernos adultos. Para muchas niñas ya no tiene gracia calzarse a escondidas los tacones de mamá para caminar por el pasillo o quitarle un pintalabios para ponérselo delante de su espejo y luego borrárselo en seguida, ¿para qué? Si ya lo tienen para su uso y disfrute ante miles de ojos que no sabemos las intenciones que tienen. Tanta ley para proteger la imagen del menor y su difusión en internet, si luego hay padres que lucen a sus pequeños monstruos de frivolidad sobre un gran escenario con pasarela.
En fin, el mundo se vuelve loco y parece que lo único puro e inocente que nos quedaba, la infancia, también se la están cargando.
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