No nos engañemos, desde
siempre, la imagen ha estado cogidita de la mano de la femineidad: en los años
50 se vendían electrodomésticos mostrando a una ama de casa con sus taconazos y
su vestido de falda-paraguas, como si pasar una aspiradora con esas pintas
fuera lo más cómodo del mundo y por mucha lucha y revolución sigue siendo así,
porque en pleno siglo XXI, manda huevos que el puñetero presidente del país de las
libertades (Estados Unidos) tome como medida hacia sus trabajadoras de la Casa
Blanca que deban “vestir como mujeres”, es decir, que todas con vestidos bien ajustados,
como se exigió en la campaña electoral, y si se les ocurre ir con pantalones,
que éstos sean ceñidos y limpios (pero sobre todo ceñidos). Todo lo contrario a
lo que Trump tiene como idea de lo que es ser una “mujer” en cuestión de ropa
ya no sería femenino. Entonces no es de extrañar que cuando muchas trabajadoras
que utilizan uniformes de “machote” a ojos del presi de EE.UU., se enteraran de
esa medida ¿política?, comenzaran la ciber campaña #DressLikeaWoman para
mostrar su femineidad, enfundadas en su uniforme de bombero, operaria o policía,
pero claro, a golpe de hashtag no es
fácil cambiar estas cosas. ¿O sí?
Al menos, se puede decir que en
España, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid declaró discriminatorio llevar zapatos de
tacón y anuló la sanción de seis meses de
suspensión de empleo y sueldo a una guía de Patrimonio Nacional que se negó a
ponerse el uniforme y llevar zapatos altos. Más recientemente ha
ocurrido con una trabajadora, recepcionista en la empresa PwC de Londres, que impulsó una campaña para recoger firmas y
declarar al Parlamento Británico que revisara la ley que autoriza a las
empresas a reclamar a sus empleadas que lleven tacones para ir a trabajar, ya
que ella fue despedida de su empresa por presentarse al trabajo con zapato
plano y negarse a ponerse unos tacones
cuando su superior se lo exigió; ella,
ofreció una explicación muy lógica para tal acto de rebeldía:"Obligando a las mujeres a llevar tacones
estás favoreciendo a los hombres porque el calzado ( plano) que ellos llevan no
afecta su postura ni su capacidad de movimiento. No les crea problemas de salud a largo plazo", si es que la chica tiene
razón, ¡joder!, pero se ve que era más importante lucir una esbelta figura, a
pesar de tener que caminar como un caballo cojo y cortar la circulación
sanguínea de los pies.
Lo malo de
todo esto es que la gente no entiende que el concepto de “ser femenina” no está
en cómo se arregla una por las mañanas. Nos han vendido que la auténtica mujer
sale de su casa con una buena base de maquillaje que esconda las
imperfecciones, un peinado espléndido y unos modelitos que ensalcen nuestras
curvas y atributos, y para todo ello hay que sacrificar mínimo cuarenta minutos
de holgazanear en la cama. Las que decidimos dormir un poquito más, no echarnos
potingues en la cara (que además ensucian los poros de la piel) diariamente,
hacernos una coleta y listo y calzarnos unos vaqueros cómodos y unas converse para ir al trabajo, ya no somos
mujeres, somos “marimachos”. De hecho, hay gente que escucha la palabra “feminista”
y le viene la imagen y la asocia a una mujer totalmente masculina y al
estereotipo (sexista también) de lo que algunos consideran que sería el aspecto
de una mujer lesbiana, cuando la mujer que defiende el feminismo puede ser “hetero” o
“lesbi”, ninguna tiene el monopolio de esa lucha. Del mismo modo, el cómo
vestir, tampoco te quita o te pone de ser feminista; lo comentaba en el
anterior post con respecto a algunas
reacciones, tristemente de mujeres, hacia el desnudo de Emma Watson para una
revista, porque precisamente, la lucha feminista se refiere a la lucha por la
igualdad y la libertad de una mujer para vestir como le dé la gana en su vida
diaria, entre muchas otras decisiones que quiera tomar con respecto a sí misma,
eso incluye tanto posar desnuda en una portada como ponerte unas cómodas bailarinas
para ir a la oficina. Ni la que más se tapa es más feminista ni la que más
enseña es más femenina. A veces se entremezclan los conceptos y olvidamos lo
que realmente significan.
Puede que, del
mismo modo que la publicidad sexista de los años 50 envió
el mensaje de que las
amas de casa debían estar siempre como un pincel para sus maridos, haciendo
años después que repudiáramos todo ese mundo, la icónica imagen de la mujer
obrera del mono azul y el pañuelo rojo en la cabeza, que enseñaba su músculo
del brazo en tensión con el mensaje de “We can do it!” haya estereotipado esa
lucha feminista, haciendo creer que en ella solo tienen cabida ese tipo de
mujeres fuertes y masculinizadas, dejando fuera otro estilo de estas, más
delicado y fino, pero no por ello menos fuerte.
El cómo
vestimos, cómo nos gusta maquillarnos o peinarnos por las mañanas, la música
que escuchemos, el deporte que practiquemos, nada de eso puede determinar cómo
sentimos.
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