Si eres de la llamada
generación millennial y además mujer sometida al “paquete” de exigencias de la
sociedad actual: trabajadora eficiente, amiga incondicional, amante perfecta,
persona independiente, madre 10, hija modelo, compañera comprensiva…, en fin,
una super mujer en toda regla que debe concordar con toda la perfección que le
rodea y se le exige y, además quiere demostrar que puede e intenta cada día
cumplir con ello, puede que este post te
interese.
He matizado mucho con lo de
“mujer”, porque recientemente leí un artículo sobre la distimia, un trastorno
que al parecer 3 de cada 10 mujeres lo sufren. Y, ¿qué es la distimia? Según
una de las definiciones que he leído, se trata de uno de los trastornos más
comunes de nuestro tiempo que altera nuestro estado de ánimo, está muy
relacionado con los niveles de serotonina, un neurotransmisor de nuestro
cerebro que nivela eso, nuestro estado anímico. Pero ojo, la mayoría de las
veces pasa tan desapercibido que ni siquiera nos damos cuenta de que lo
padecemos y lo confundimos con un modo de vivir permanente, porque puede durar
semanas o años. Distimia viene del griego “humor perturbado” y se identifica
también como depresión menor o neurótica.
“La distimia es una depresión de la que poco se habla y sin embargo cada vez
es más común entre las mujeres. Ser
millennial, madre, estar sometida a estrés y tener una personalidad muy crítica
y autoexigentete te hace más vulnerable. Pasar horas sentada frente al
ordenador o estar muy conectada a smartphones y dispositivos digitales, tampoco
ayuda. De hecho, algunos síntomas de estos rasgos disfuncionales de la
personalidad pueden encontrarse en el llamado efecto TAAT o el síndrome Tired All The Time.
Tal vez esto de la distimia me
alertó porque leí sobre ello cuando más aletargada, apagada, perezosa y
desganada me encontraba: finales de agosto coincidiendo con la vuelta completa
a la rutina. Claro, yo me puse a leer las 5 afirmaciones que me pedían que me
dijese a mí misma para poder detectarse una el trastorno y, qué cosa:
-Tienes tendencia a estar
triste o te enfadas con facilidad (hombre, pues en esos días yo sí)
-Te cuesta dormir, tienes
insomnio (por suerte, eso no)
-Es frecuente que sientas
mareos, te duela la cabeza y sientas un cansancio crónico (pues lo de cansancio
crónico, tal vez…)
-Sientes que eres olvidadiza y
tienes dificultad para concentrarte (¡¡¡que me acojono!!!)
-Dices que eres realista pero
en realidad es que no eres positiva porque te cuesta ver el lado bueno de las
cosas (va por días… ¡Oh dios!)
Es normal que después de
hacerme estas afirmaciones y sometida al letargo post vacacional, estuviese
hecha un flan. Yo pensando, mira que si tengo un trastorno de estos raros o
modernos que tiene la gente ahora. Pero bueno, he de decir que la cosa va
mejorando, que solo era una cuestión de arranque y volver al día a día.
Sin embargo hay una realidad, y
es que muchas personas padecen distimia y lo ignoran completamente.
Pertenecemos a una sociedad y a una generación en la que parece que el estrés y
la exigencia conviven de la mano y no le damos importancia. A veces lo más
simple es preguntarse una misma si realmente es feliz, y si se lo piensa
demasiado es que tal vez algo falle, que falten motivaciones o que una esté
harta de intentar demostrar que es la mujer perfecta.
Los estudios dicen que el 30%
de las personas sienten la incapacidad de ser felices y sin embargo tod@s
tenemos la habilidad en nuestro sistema inmunológico de ser felices pero, como
podría pasar con una gripe, podemos ser más o menos resistentes a ella. Así
que, en cierto modo, todo depende de nosotros, de poner más o menos remedios. Desde luego, si eres la monda y vives
continuamente en un mundo de arcoíris y unicornios, puede que tengas “catarros”
emocionales que con el tiempo ellos solos se curen. Pero para quienes se ven
continuamente en Mordor, llenas de cielos encapotados, cansancio y mal humor,
puede que hagan falta muchos ibuprofenos cargados de buen rollo. Pero ante
todo, hay que reconocer que la clave de ver las cosas de un modo u otro está en
una misma y no depende de los demás, puede que lo segundo sea lo más cómodo,
pero no es así.
¿Y si ya estás metida en el agujero? Si es cierto que
padeces distimia, además de ponerte en manos de un especialista que te ayudara
a nivelar esos niveles de serotonina con la medicación adecuada y con
psicoterapia, hay consejos muy prácticos que pueden ayudar a completar el
tratamiento. Para empezar el cambio de actitud, pero también influye una
alimentación saludable, hobbies que
te alejen del embrujo de whatsapp o instagram como sería un buen libro, ejercicio
como puede ser el yoga… Aunque todo esto debe estar acompañado de asumir la
realidad; la distimia es más común de lo que nos pensamos, y admitir y ser
consciente de este tipo de depresión no es nada fácil, más en el mundo en el
que nos movemos, en el que no podemos quitarnos la capa de Supergirl ni dentro
de casa, pero es importante saber que tiene solución y que ver el lado bueno de
las cosas es algo que solo lo podemos conseguir nosotras.
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