Este verano justamente
se cumple medio siglo de la revolución que supuso que la espectacular Brigitte
Bardot se paseara con el torso desnudo por las playas de Saint Tropez. En
aquella época era un acto de rebeldía, algo inimaginable que solo se le ocurriría
hacer a las más osadas, como la guapísima artista francesa. Pero, ¿y hoy?
Después de cinco décadas
de historia de topless se ha querido hacer un estudio sobre esta práctica
veraniega en las nuevas generaciones.
Quizás no se hubiera hablado de esto en
algunos medios si las cifras no hubiesen sido tan sorprendentes como que entre
las francesas de hoy en día, el 35% se niega completamente a ir con las lolitas al aire por la playa, teniendo
en cuenta que Francia es la patria del topless. Y España tampoco se queda
corta, porque en un sondeo entre 1200 mujeres, se confirma que el semidesnudo
es “un fenómeno a la baja entre las
jóvenes: el 60% de las mujeres consultadas de entre 15 y 25 años aseguraban no
hacer topless mientras que casi 6 de cada 10 de entre 26 y 35 sí”. Por lo
tanto amigas mías, la ruptura generacional es una de las claves de este
fenómeno. Las más pudorosas en cuanto a enseñar sus atributos delanteros son
las chicas de entre 18 a 24 años, aunque parece mentira, no tienen reparos en
enseñar cacha y lucir transparencias en las discotecas (porque de noche todos
los gatos son pardos), pero lo de ir con las tetillas al aire entre bañistas ya
no lo ven tan claro.
Pero entonces… ¿porqué?
Hay muchas teorías con respecto a este fenómeno de la desnudez (o mejor dicho,
a la falta de ella). Psicólogas, sexólogas y sociólogas se han estado comiendo
el tarro últimamente para dar una respuesta coherente a todo esto, se dice que
las jóvenes de ahora se sienten sensibilizadas con las campañas de cáncer de mama
y por ello no quieren exponer sus pechos al sol, creen que la imagen del pecho
al desnudo está muy vinculado con la filosofía de las FEMEN o simplemente
piensan que eso de enseñar las tetas es de ser unas frescas. Pero lo cierto es
que su explicación está más por encima que todo eso.
“El topless no tiene
marcha atrás, nadie se va a sorprender de que haya una mujer que vaya mostrando
su pecho, pero por otro lado ya no tiene ese efecto liberador y rompedor que
poseía antes”, explica la psicóloga
Pilar Varela. Y con ello, quiere decir que la generación de nuestras
madres y abuelas pertenecientes a los años 60 y 70, la Generación Brigitte las
llamaría yo, tenían mucho por lo que luchar, vivían reprimidas en una sociedad
en la que no podían sentirse mujeres libres e iguales a los hombres y el simple
gesto de andar por la playa haciendo topless, se convirtió en una seña
reivindicativa, un acto de rebeldía para poder mostrarse como mujeres,
sexuales, libres y naturales.
Pero ahora que el exhibicionismo
es legal y que las mujeres se sienten más liberadas en la actualidad, se ha
producido un cambio de perspectiva: el topless ya no tiene tanto sentido en
cuanto que ya no hay tanto que reivindicar, ya no nos son necesarias tantas
conductas de autoafirmación y como expresión revolucionaria ha perdido bastante
fuelle, ya que enseñar las tetas a la sociedad ya no tiene nada de novedoso ni
de prohibido. En resumen, se ha pasado de moda.
Además, tengamos en
cuenta que los cánones de la moda de nuestros tiempos exigen, por un lado unos
cuerpos esculturales con medidas imposibles para el resto de mortales, que
hacen las más jóvenes sientan más pudor a la hora de enseñar su cuerpo semi
desnudo, al no cumplir con lo establecido. Por otro lado, cada vez se impone y gana más terreno la
belleza andrógina, las mujeres adoptan roles masculinos y viceversa, y el hecho
de aparentar menos femineidad en la vestimenta y apariencia en general es
sinónimo de buen estilo y de modernidad.
Y a todo esto se le
tendría que añadir el fenómeno de la mamoplastia, algo que se da en ambientes
de más poder adquisitivo: mujeres que pueden y por lo tanto se operan para
agrandar sus pechos pero que, por miedo a que una cicatriz les delate, se abstienen
de mostrar sus nuevas y artificiales mamas al público. Un añadido más al descenso de la práctica del
topless.
Entonces, ¿ahora que se lleva? Está claro que
la mayoría de las jóvenes prefieren, al menos en las jornada playeras, insinuar
pero no enseñar. Pero seamos sinceras, por muy pudorosas que podamos ser, no
podemos evitar, de vez en cuando, mostrar la pechonalidad que tenemos cada una
y deleitarnos por habernos atrevido a hacerlo,
sobre todo cuando estamos en
lugares en los que sabemos que no nos vamos a encontrar con ningún conocido.
Por eso, para dejar constancia de su osadía, muchas se han aficionado al “topless
tour” , que no es otra cosa más que mostrar la espalda desnuda como complemento
al paisaje más exótico. Las que lo practican no vuelven sus pechos a la cámara
sino que los dejan para la imaginación de quienes miran sus fotos que quedan
reflejadas en las redes sociales.
Así que el topless ya no se
lleva, pero no lo podemos abandonar del todo.
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