lunes, 16 de junio de 2014

Las chicas no lloran, pero van juntas al baño


Es increíble como en un periodo tan corto de tiempo ha cambiado tanto y tan rápido la situación de la mujer occidental en cuanto a independencia se refiere. Hace unos cuarenta años no hubiésemos podido hospedarnos en un  hotel con un hombre que no fuera nuestro marido, tomar alcohol estaba muy mal visto, conducir un coche no era lo más habitual y nadie hubiese apostado un duro porque hoy en día una chica pudiera llegar a ejercer un cargo importante dentro de cualquier empresa o gozara de libertad económica y legal para comprarse un piso con total independencia. Lo cierto es que lo que siempre se ha denominado “el sexo débil” ya no es tan débil,  ya no nos quedamos mirando sin hacer nada mientras el padre o el marido deciden por nosotras. Ahora podemos combinar los tacones con el maletín del trabajo, marcamos los límites, nos podemos permitir ser calculadoras y sentirnos totalmente capaces y autosuficientes en todas las facetas de nuestra vida… en todas hasta que nos plantamos en la puerta de un baño público.

Parecía que tanta independencia asustaba pero como todo en la vida, siempre hay un punto endeble que nos confirma que la autonomía total no existe. Podemos pagar solas la entrada de un piso, podemos ser madres solteras, podemos incluso defender una idea con uñas y dientes si hace falta, en una reunión rodeadas de directivos depredadores… pero conozco a muy pocas que se atrevan a entrar solas a los baños públicos de cualquier local de copas.Desde la perspectiva de un hombre, se puede pensar que ese interés por entrar todas las amigas al mogollón a un baño se debe a alguna actividad de alto secreto, seguro que muchos piensan que en los baños de mujeres tenemos un altar dedicado a alguna divinidad y que ahí entramos todas juntitas a asistir a nuestra “misa de sábado fiesta” y a ofrecer alguna ofrenda para poder pillar cacho esa noche o para no tener la mala suerte de encontrarnos con el ex por el pub. Pero es más sencillo que todo eso: dependencia.El baño femenino es la razón por la que no hemos alcanzado la independencia total. Imaginemos que una noche estás bailando en una discoteca y tomando un cubatita, de repente surge la necesidad imperiosa de ir a hacer pis. Pero eres de las valientes, no le pides a nadie que te acompañe al aseo y, después de aguantar una cola de veinte minutos, que en realidad han parecido cuarenta por no tener a nadie con quien charlar durante la espera, llega tu turno y entras al wc. Cierras la puerta y ahí empieza el primer obstáculo, el pestillo está roto, o sea que la puerta no se puede quedar cerrada, así que te haces a la idea de que, como sea, tendrás que alargar una pierna y utilizarla de “tope” para que la puerta no se quede entreabierta y las demás te vean el “chimichurri”. 

Segundo obstáculo, la tapa del váter está llena de gotitas y ahí es cuando recuerdas la teoría de que si todas meáramos sentadas, esto no pasaría, pero en el momento en el que una decide hacer pis “al vuelo”, comienza un bucle de consecuencias catastróficas. Tercer obstáculo, no hay papel, pero menos mal que eres una chica precavida y en el bolso siempre tienes un paquete de cleenex.Una vez tanteado y estudiado el territorio junto con sus trampas e impedimentos, le echas un par de ovarios y decides seguir adelante. En primer lugar el cubata se queda en el suelo, lo más lejos posible del wc, el bolso bien cogido con los dientes a las asas, pierna izquierda aguantando la puerta y la derecha se encarga de mantener el resto del cuerpo en equilibrio, con una mano te sostienes a la pared y con la otra te dedicas en exclusiva al cleenex, falda y braguitas abajo y a intentar salpicar lo menos posible sin que ninguna parte del cuerpo roce con el váter. Una vez terminado todo, solo queda ir al espejo del tocador a retocarse la cara y el pelo, porque todo este suplicio ha provocado posturas imposibles y sudores que han destrozado todo el trabajo previo a salir de casa.Después de una experiencia como esta, en tu mente siempre tendrás
presente que la próxima vez  te llevarás al baño a todo tu séquito de amigas para que te aguanten la puerta, el cubata, los cleenex y te den conversación en la cola para entrar al váter, ¡nada de hacerse la dura, que ya lo demuestras bastante cada día! Eso sí, si entras en un pub gay, olvídate llevar contigo al baño a tu amiga-salvavidas porque no te van a dejar (lo digo por experiencia), creen que queréis hacer “tijereta”, ¡en un bañooo! ¡Ja ja ja! Vamos, justo lo que estabas pensando,  no tienes otra cosa mejor que hacer.


Así que, para los que piensan que las mujeres vamos juntas al baño únicamente por gusto, están muy equivocados, es algo mucho más serio, se trata de una cuestión de supervivencia. 

2 comentarios:

  1. Jajajaja...qué cierto es...yo soy de las valientes que después se arrepienten.

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  2. Qué temeraria!!! Cómo tu quedarán pocas!!! Jajaja yo si no es por causas de fuerza mayor, no me atrevo a ir a un baño público si una amiga a mi lado!

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