No es algo personal, no. Si fuese algo personal o aislado,
un pensamiento de odio individual, si solo fuese eso, no estarían las redes
sociales revolucionadas, enfadadas, exigiendo justicia, incrédulas ante lo que
en estos días ha sucedido en un tribunal y enviando mensajes de decepción e
impotencia, rabia ante lo sucedido y, por otro lado de empatía hacia la persona
que sufre.
Se trata del juicio contra “la manada” responsable de la
violación de una chica de 18 años durante los San Fermines de 2016. Esa noche,
una chica, después de la jornada de fiesta, se iba en busca del coche en el que ya descansaba su
amigo, con quien había venido a pasar estas populares fiestas desde Madrid.
Durante el trayecto se topó con un grupo de chavales sevillanos, aparentemente
majos, que se ofrecieron a acompañarla para que no fuese sola y ella, algo
ebria (como es normal en un evento como este), no vio ninguna mala intención,
es más se sintió hasta agradecida; ella ni se enteró de que cuando los chicos
pararon un momento en un hotel para preguntar si tenían habitación libre, era
porque ya habían planeado la violación; ella tampoco consideró que el hecho de
darse cuatro besos con uno de ellos supusiera directamente para estos animales “quiero
sexo consentido con todos vosotros a la vez”. Tampoco pudo imaginarse ella, al
menos al principio, que al entrar con ellos
en un portal pasaría todo lo que iba a pasar, ni que el silencio y la
pasividad en los que se sumió mientras era obligada a hacer felaciones mientras
que la penetraban anal y vaginalmente, claramente producidos por el alcohol, el
miedo y el shock, sería utilizado después en su contra.
Esta chica, durante el juicio de esta semana, no solo ha
tenido que revivir después de dos años todo lo ocurrió, sino que se ha visto
obligada a enfrentarse con algo que muchas veces creemos extinguido pero que
está más vivo que nunca: el patriarcado. Al parecer, familiares de los acusados
contrataron a un detective privado para que investigara cómo había sido la vida
de esta chica días después de la violación, con la intención de demostrar que
ésta había estado muy activa en sus redes sociales y que nada sugería que
hubiese vivido un hecho traumático. Esa “investigación” fue admitida a trámite como
prueba para el juicio. ¿Qué respondió la víctima ante esto? Pues que, tal y como han corroborado varios
psicólogos, en estos casos en los que se vive un hecho traumático, para salir
de ese shock o bloqueo, es necesario hacer vida normal, no encerrarse en uno
mismo, además, le aconsejaron que, para que nadie la asociara con la violación
de los San Fermines, que ya por sí sola era una noticia muy mediática en esos
momentos, lo mejor era actuar con normalidad ante su entorno. Y eso hizo.
El caso es que este es el mundo al revés: por un lado, esta
chica debe demostrar que realmente es una víctima, cuando existen vídeos,
testigos y pruebas médicas que son más que suficientes para respaldar este
horrible hecho y señalar a esos cinco animales como culpables de un grave
delito. Por otro, la chica se ha tenido que enfrentar a tres juicios hacia
ella: primero, si su conducta previa a la violación incitó a que ellos dieran
rienda suelta a su violencia y, por lo tanto, si de algún modo esa violencia está justificada;
segundo, si su conducta durante la violación fue la correcta, ya que parece ser
que si no dices un “no” claro o no chillas o te resistes, si actúas de
cualquier forma que no sean estas, es que sí quieres tener sexo con cinco tíos,
y por lo visto, el silencio, el miedo y la pasividad son sinónimos de que te
los estás pasando bomba mientras te penetran por todas las partes de tu cuerpo;
y tercero, si su conducta posterior a la violación fue la adecuada en estos
casos, es decir, que cuando te violan, si quieres que te crean, solamente
puedes llorar, desear morirte, encerrarte en casa y hundirte emocionalmente, si
intentas salir adelante y pretendes hacer vida normal, puede que hayas
exagerado los hechos.
A todo esto, los cabrones de los agresores habían dejado a
la chica incomunicada, robándole el teléfono móvil, según ellos, para venderlo
y con lo que sacaran poder seguir con la fiesta…
¿Y ellos qué? Siguen convencidos de que la chica se lo pasó
genial, sin tener en cuenta el incidente del teléfono móvil, y piden respeto y privacidad en lo que se refiere a mostrar sus rostros.
No es nada personal, ¿eh? Pero estando tan convencidos de lo que puede ser
divertido, espero que disfruten en la prisión mientras sus otros compañeros de
módulo, sin preguntar si les apetece ni pedirles permiso, porque damos por
hecho que estas cosas les encanta, les practiquen sexo anal uno detrás de otro.
Tampoco es nada personal esto pero, creo que la gente debe saber quiénes sois:
Y a ella, solo decirle una cosa: YO TE CREO.