Hay que ver el jaleo que se lleva
montando durante toda la semana y parte de la anterior con eso del Black Friday o mejor dicho,¡¡¡ black week!!!. Hace cinco años ni
sabíamos lo que era eso, hace dos años se empezaba a nombrar más por la tele este
fenómeno norteamericano del consumismo
masivo y ahora es algo totalmente interiorizado y socialmente
normalizado, como la Navidad.
Pero es que a l@s español@s nos
pasa eso, no tenemos bastante con nuestras fiestas y tradiciones que tenemos
que copiar las de los demás: primero Santa Claus, luego Halloween, dejando al
Día de Todos los Santos en un segundo plano. Cómo no, hasta en el modo de comer
nos copiamos, pasamos del cocido y de la tortilla de patatas, para atiborrarnos
a hamburguesas y perritos calientes con kétchup hasta las cejas. La moda, la
música, TODO.
Ojo, que a mí me parece genial
impregnarnos de la tradición y la cultura de otros países, cuanto más azúcar
más dulce, pero tampoco perdamos nuestra identidad, ¡ni la cabeza! Y lo de
perder la cabeza lo digo por las reacciones que tiene la gente ante un día de
descuentos descomunales, aquí todavía no ha llegado a pasar, pero en E.E.U.U.
la gente, cuando se abren las puertas de los comercios a primera hora de un Black Friday, llega a pisotear
literalmente a personas que han caído durante la estampida inicial, simplemente
por conseguir el portátil a mitad de precio o el abrigo super rebajado, o
directamente, sin ninguna presa elegida, por el hecho de coger cualquier cosa
innecesaria, llevársela a casa y decir que ha encontrado una ganga.
Pero ahí seguimos, ni la Semana
Fantástica de El Corte Inglés, ni el día sin IVA del Media Markt, ni las
rebajas de Enero y Julio le han podido hacer sombra al Black Friday. Pero, ¿quereis saber de dónde narices sale esta fiebre
negra por las compras? Pues tiene mucho que ver con la fiesta super famosa de
E.E.E.U.U. que es el Día de Acción de Gracias (otra fiesta que nosotros
acabaremos copiando, tiempo al tiempo), que es la fecha tope que se pone para
que la gente compre y compre productos hiper rebajados de precios, previendo y
adelantándose a los gastos navideños, y
así luego comerse tranquilamente el ansiado pavo relleno junto a toda la
familia. Pero no siempre se ha llamado así este día, se empezó a denominar
Black Friday a principios del siglo XIX, cuando la crisis de la Bolsa de
Valores de Nueva York y en Philadelphia se le empezó a relacionar con el alto
movimiento, tráfico y casos que la policía comenzó a identificar después del
Día de Acción de Gracias, aunque el nombre se especificó después, ¿Y por qué
ese nombre? Pues porque, en esa época, los comercios estaban en números rojos
durante todo el año hasta noviembre y en noviembre, durante su cuarto jueves
las ventas se disparaban y los números pasaban de rojo a negro horas después.
Lo que sí está claro es que ese
día equivale a locura, kilométricas colas, carreras con pistoletazo de salida
tras las puertas corredizas, geos y nervios a tope, esto solo lo aguantan l@s
compradpr@s compulsiv@s. Por eso, mucha gente prefiere adelantarse y hacer sus
compras antes del fatídico y destructivo Black
Friday o incluso adquieren los productos que les gusta on
line ese día para ahorrarse toda esa locura de gente invadiendo pasillos de
grandes almacenes.
Feliz supervivencia del Black Friday y suerte con las compras a tod@s quienes se atrevan…
Yo me espero a las rebajas de enero, ¡como toda la vida!