Antes me resultaba muy cómica
la jerga de las madres recién estrenadas y las embarazadas en general. Utilizaban
un vocabulario muy extraño, explicaban métodos y teorías dignas de un
doctorado, defendían sus nuevos hábitos como si de una religión se tratara y
gastaban una forma de medir el tiempo que todavía intento comprender.
En el momento en el que te
conviertes en una de ellas, hay que emplearse a fondo porque sino estás perdida
en las conversaciones y conforme avanza el embarazo y tienes que compartir tus
sensaciones con amigas “expertas” en la materia hay que saber seguirlas y
entenderlas correctamente para no quedar como una ignorante de la vida, saber
de lo que hablas cuando lo hablas.
¿Has
tenido ya contracciones de Braxton Hicks? ¿Soltaste el tapón mucoso? ¿Cuánto has
dilatado? O las primeras preguntas que nos plantean y
si no eres una buena matemática estás jodida: ¿De cuantas SEMANAS estás? Yo al principio pensaba, ¿semanas?, ¿por
qué si siempre se ha dicho en meses? Mis amigas me decían que estaban de 12
semanas, de 20 semanas y a mí se me quedaba cara de tonta e intentaba hacer un
cálculo mental para saber cuánto sería eso en meses. Cuando yo me quedé embarazada
no tuve otra que hacerme a eso de las semanas y cuando alguien me preguntaba a
mí de cuánto estaba y yo contestaba en semanas, volviendo a preguntarme cuánto
era eso en meses, me daba la risa, acordándome de que hasta hacía poco a mí
también me pasaba igual y que, en realidad, el mundo no estaba tan loco como me
hacían creer ante mis dudas matemáticas-temporales.
Cuando me preguntan qué tipo de
crianza quiero llevar con mi hijo, si me he leído alguna de las teorías, yo la
verdad es que me siento un poco “dejada”, porque mi método de crianza es la
teoría de Mila, es decir, como me ha criado mi madre igual que, imagino, hacen
muchísimas otras futuras mamás. No me da por leer un libro para eso, creo que
hay cosas que salen de forma natural, pero bueno, también digo que estoy muy
verde en estos temas y prefiero no opinar de lo que no sé, del mismo modo que
cuando me he visto inmersa en un debate de “Lactancia prolongada vs Leche de
fórmula”, ahí mejor no meterme que puedo salir escaldada por las dos partes,
cada una que se apañe como quiera.
El otro día me descojonaba con
mi tía, cuando me preguntó qué tal me había ido con el médico y yo le dije que
aún no había borrado el cuello del útero.
¿Cómo? ¿Es que el cuello se borra? ¿Y cómo es eso, con una gomita de borrar? Decía
ella, medio en broma y medio en serio, porque lo de “borrar el cuello” no lo
entendía, y yo tampoco, para qué engañarnos. Lo que pasa es que no quieres
parecer tonta y no preguntas para que te lo expliquen bien, menos mal que luego
se pueden resolver las dudas con el móvil y ya cuando te preguntan quedas como
una licenciada en Ginecología.
Si ya las jergas, las opciones
de crianza, las mediciones temporales y toda esa larga lista de cuestiones
abstractas resultan súper confusas, el tema de los “trastos de bebés” es otra
cosa que a una futura madre primeriza puede llevar de cabeza: robot de cocina
para papillas, sacaleches eléctrico, contenedor de pañales, accesorios
ergonómicos, cojín de lactancia… Y podría seguir con una larga lista de cosas
de las que no había oído hablar en mi vida, pero que ahí están y la gente las
gasta, bueno, lo del contenedor de pañales y el robot de cocina me parece un
poco innecesario, pero vamos, que soy primeriza, igual después pienso lo
contrario.
El caso es que he descubierto y
sigo descubriendo un mundo aparte sorprendente, complejo, a veces cómico y,
como en otros muchos mundos, muy polarizado para según qué temas. Tengo mucha
curiosidad y a la vez miedo con lo que me pueda encontrar a lo largo del
periodo post parto y su mundo Baby, pero al menos esto es un buen entrenamiento
para la fase que vendrá después...