Estamos ya en la recta final de julio, es decir, que (aparte
de que se acaban mis vacaciones) vamos casi por la mitad de la temporada de
verano y con ello una gran cantidad de fiestas de pueblos, barrios, ciudades… a
mí qué me van a contar, si estoy saliendo de unas para empezar con otras, pero
esto es España, el país con más fiestas patronales por kilómetro cuadrado: Hogueras de San Juan, San Fermines, Tomatina
de Bunyol son de las más conocidas, las anónimas son tropecientas mil, por no
hablar de lugares como Ibiza o Marbella donde la fiesta es continua durante
todo el periodo estival.
Todos estos acontecimientos tiene algo en común: alegría y
jolgorio por las calles, nadie se encierra, la fiesta está por las plazas y
barracas, la gente tiene calor. El modus
operandi entre festeros y festeras es el de siempre: ganas de pasarlo bien,
mucho contoneo, ropa ligerita, bailes que suben la temperatura más si cabe y
mucho buen rollo. A veces todo se ve con más alegría en estos meses, la gente
está más contenta y relajada gracias al buen tiempo y a que todo está
relacionado con la palabra “vacaciones”. Quienes más se benefician de todo este
buen rollo son sin duda los estudiantes. Pero creo que me estoy yendo un poco
por los cerros de Úbeda, esto ha sido más bien para ponernos en contexto.
Contextualizados ya, creo que
tod@s sabemos qué tipo de fiesta queremos. Queremos bailar en las plazas de los
pueblos, cervecitas a mediodía, tirarnos al agua con ropa, ir detrás de los
pasacalles, respirar pólvora, temblar por el retumbar de las tracas y los
petardos, gustarnos o enamorarnos, vivir hoy y dormir mañana, sentirnos a gusto
y viv@s con cada decisión que tomemos, bromear, divertirnos, respetarnos. Sí,
todas esas cosas que nos gusta hacer o que simplemente nos animamos a hacer porque
el alcohol nos desinhibe o el ambiente lo propicia, tiene que ir acompañado de
respeto.
La fiesta que no queremos es la
que nos ha ofrecido los últimos San Fermines con noticias digitales como éstas:
Lo peor de todo es que luego ves
ese tipo de noticias asociadas con la imagen de una chica levantándose la
camiseta para enseñar las tetas, en plan “ellas se lo buscan”, cuando son
hechos totalmente distintos; o relacionando todo esto a las consecuencias de “ingerir
alcohol”, cuando todos sabemos que para forzar a una chica, meterla en un
portal y abusar de ella, difícilmente se puede hacer en un estado de embriaguez
en el que no te sostienes con tus propias piernas, son excusas que ofenden,
sinceramente.
Los ayuntamientos se toman muchas
molestias en mejorar las condiciones de limpieza de los pueblos y ciudades a
nivel arquitectónico, véase el invento del líquido “repelente de meadas” que
ponen en las fachadas, para evitar que los borrachos hagan sus cositas en las
paredes ajenas. Pero parece ser que tampoco se respeta la integridad y los
cuerpos ajenos, y algo hay que hacer con eso, porque como he dicho antes, poniéndonos
en situación, vamos por la mitad de un largo verano en el que ya he escuchado
noticias parecidas. Parece que muchos confunden las cosas y se piensan que
porque estemos de fiestas, también estamos abiertas a cualquier experiencia y
con quien sea. Después insinúan las malas lenguas que es que vamos muy “destapadas”
y que bailamos muy ligeritas, cuando, que yo sepa, la forma de vestir o de
bailar no tiene por qué implicar buscar sexo, en algunos casos puede que sí,
pero en otros es porque a una le apetece y punto. ¿O es que ahora nos tocará
llevar encima un “repelente de rabos”? Si con las paredes funciona…
Lo que está claro es que sabemos
cuál es la fiesta que no queremos, ahora les tiene que quedar claro a ellos y
parece mentira que esté diciendo esto a estas alturas, pero el caso es que hace
falta.